Cherreads

Chapter 39 - Bajo la Tormenta,parte 2

Con el cuerpo ensangrentado, Arthur perseguía a la pareja que había escapado hacia el interior del bosque. Apretaba los dientes con tanta fuerza que estaba a punto de romperlos. No los dejaría ir. No era un sanguinario que mataba por gusto… solo quería asegurarse de que no volvieran por sus amigos.

 

Su mente, segada por el dolor y la ira, aún no caía en cuenta de que estaba cazando humanos.

 

Siguió avanzando y, a lo lejos, pudo ver las dos siluetas que buscaba. Los otros no eran lentos, pero Arthur era demasiado rápido. El maná seguía desbordándose de su núcleo, y cada célula de su cuerpo moría poco a poco con cada segundo. Debía acabar con ellos de la manera más rápida posible.

 

Cuando los tuvo a rango, lanzó un potente ataque. Lantón, que sintió el aura poderosa pisándole los talones, se detuvo y desenvainó su espada para detener el golpe entrante, pero era tan violento que lo mandó a volar varios metros, rompiendo varios árboles a su paso, hasta estrellarse contra una pared de roca. Se levantó como pudo, mientras la sangre brotaba de su boca y nariz. La onda de choque le había revolcado los órganos.

 

Miró al joven que volvía a lanzar otro ataque, esta vez con pánico. Se puso en postura defensiva y su espada vibró con fuerza, cargándose de energía. Cuando Arthur estuvo a unos metros de él, Lantón liberó un corte de luz oscura, más grande, rápido y denso que los anteriores.

 

Arthur esquivó, pero estaba demasiado cerca, y el corte logró alcanzarlo en el hombro, abriéndole una herida horrible, casi cercenándole el brazo. Aun así, no se detuvo. En ese momento no sentía dolor; estaba entumecido, como si su cerebro hubiera desconectado los nervios de su cuerpo para no desmayarse.

 

Avanzó con firmeza y su espada atravesó el cuello de Lantón. La sangre salió a borbotones, tiñendo las hojas del bosque. El cuerpo cayó sin vida.

 

Cerca de la batalla, la joven mujer miraba con horror aquella escena. Estaba pálida y quería correr, pero su cuerpo no respondía. Arthur la miró y avanzó hacia ella.

 

—N-no, no, no…

 

En ese momento, el joven parecía un demonio. Tanto era su miedo, que un líquido amarillo corrió por las piernas débiles y temblorosas de la muchacha.

 

Aunque sabía que esa mujer era malvada, Arthur no la haría sufrir. No disfrutaba ver el sufrimiento de los demás. Rápido y preciso, le clavó la espada en el pecho y la dejó caer al suelo. Fue una muerte rápida… que quizás no merecía.

 

Cuando estaba a punto de retirarse hacia donde se encontraba su grupo, notó varias bestias que se dirigían en esa dirección. No podía guiarlas hacia sus compañeros malheridos. Así que corrió y se internó más en el bosque, avanzando con la mente a punto de ceder. Su conciencia se desvanecía poco a poco. Sentía que en cualquier momento su cuerpo explotaría. El núcleo dentro de él seguía liberando maná sin control.

 

Se recostó contra un árbol grande y antiguo. Con unas lágrimas recorriendo su rostro, recordó a la fría Fista, al orco Krank, a la recepcionista del gremio, a Ralft, a Carlota, a Tiza, a Guren… y a su familia en su mundo anterior.

 

Sentía que ya no los volvería a ver.

 

A punto de desmayarse, divisó a lo lejos una figura que se acercaba. Parecía una mujer con un vestido púrpura. Intentó ponerse de pie, pero no le quedaban fuerzas. Cuanto más se acercaba, mejor podía verla. A unos metros de él, alcanzó a distinguir su rostro.

 

Jamás en su vida había visto a una mujer tan hermosa. Ni las modelos de su mundo anterior se podían comparar con esa belleza.

 

Fue cerrando los ojos lentamente, y alcanzó a escuchar un susurro.

 

—¿Qué eres tú…?

 

Y perdió el conocimiento.

 

 

---

 

La mujer miró al joven recostado contra el árbol, sorprendida. Había acudido porque sintió el aura de una bestia arcaica muy poderosa… pero cuando llegó, solo encontró a ese joven. Estaba segura de que no era una bestia transformada, ya que su olor era humano. Pero había algo…

 

Se acercó al muchacho inconsciente y le tomó el pulso. Una pequeña corriente de energía viajó desde su cuerpo al de él.

 

Al instante, abrió los ojos sorprendida. Notó un núcleo de bestia en su interior… y que este se desbordaba de energía, intentando nutrir y reparar las heridas del joven. Pero, en lugar de curarlo, lo dañaba aún más. Lo normal sería que con tanto maná el cuerpo se fortaleciera, pero para este joven era todo lo contrario.

 

La mujer susurró:

 

—Un humano con un núcleo de bestia… Si es lo que pienso, debe ser de otro mundo, tal como aquellos invasores de antaño. Pero… aquellos que lucharon contra los dioses no eran humanos, sino algo más parecido a demonios. Nunca escuché de un humano fusionado con un núcleo…

 

Lo miró un rato y murmuró:

 

—Te ayudaré a estabilizar tu núcleo… Si vives o no, será voluntad del cielo.

 

Así empezó a tratar al debilitado Arthur. Lo observó nuevamente y pensó:

 

¿Quién es tan cruel para hacerle esto a un humano? Traer a un joven de otro mundo que no soporta el maná y fusionarlo con un núcleo de bestia…

 

Al parecer, lo que había mantenido su núcleo estable hasta ahora era esa marca en su brazo, algún hechizo antiguo.

 

Sacudió la cabeza y dijo:

 

—Si sobrevive, solo le espera un camino de sufrimiento. Este maná ha destrozado su cuerpo por dentro. El dolor que ha soportado es inhumano…

 

 

---

 

Mientras tanto, Carlota ya había curado a los demás. Guren y Tiza se despertaron un rato más tarde. No estaban en condiciones de pelear, pero al menos podían caminar. Armaron una carpa improvisada y colocaron a Ralft en una cama; era quien peor estaba. Había perdido ambos brazos y le tomaría un par de días despertar. Hasta entonces, solo podían esperar.

 

Los tres mantenían rostros preocupados, y de vez en cuando miraban hacia donde Arthur había desaparecido. Tiza quería salir a buscarlo, pero los otros la detuvieron. Aún no sanaba por completo, y si la atacaban las bestias, estaba perdida.

 

Pasó un día entero, y de repente, sintieron un aleteo afuera de las carpas. Cuando salieron, encontraron a Arthur tendido entre las hojas.

 

Corrieron rápidamente a comprobar su estado. Carlota le tomó el pulso y, al notar que respiraba, se pusieron felices. Pero Carlota, con el rostro serio, dijo:

 

—Llevémoslo adentro. Necesito revisarlo mejor.

 

Cuando estuvo en la cama, Carlota volvió a tomarle el pulso. Una pequeña mota de energía viajó desde sus dedos hacia el cuerpo de Arthur, y al instante abrió los ojos horrorizada.

 

Los demás la miraron.

 

—¿Qué pasó? —preguntó Tiza.

 

Carlota, con los ojos un poco rojos, respondió:

 

—Su cuerpo está totalmente dañado por dentro… Es imposible para mí curarlo. Debemos llevarlo al gremio cuanto antes; quizás algún alquimista pueda sanarlo.

 

El ambiente en la carpa se tornó pesado. Afuera, la lluvia seguía cayendo, y el corazón de todos estaba en una tormenta. Solo esperaban que Ralft despertara pronto para poder salir del bosque.

 

 

---

 

Después de dos días, Ralft abrió los ojos y, con su habitual carcajada, dijo:

 

—¡Jajaja, parece que no morí!

 

Pero se podía ver la tristeza en su rostro al ver al joven novato inconsciente. Aunque había perdido sus brazos, podrían devolvérselos con hechizos de alto nivel. Pero si lo que dijo Carlota era cierto… la condición de Arthur podría no tener cura, al menos no en Lacos.

 

Así, con Ralft más recuperado, cargaron a Arthur y se dirigieron de vuelta al gremio.

 

Con rostros tristes y corazones pesados, el grupo volvió a Lacos… sin saber cuál sería el destino del joven aventurero.

 

Fin del capítulo.

More Chapters