Cherreads

Chapter 43 - Capítulo Final:Donde una historia termina, otra comienza.

En el reino de Tanin, más específicamente dentro de una gran mansión ubicada en la ciudad de Month, una joven pensativa, de largo y hermoso cabello rubio, piel algo pálida pero con matices de rosa que denotaban su buena salud y una figura esbelta y agraciada demarcada por su vestido celeste con adornos dorados, se encontraba sentada en un balcón.

 

Sus ojos dorados, fríos pero hipnotizantes, miraban hacia el horizonte. Su expresión mostraba cierta soledad, pero también una pizca de expectativa y anhelo, como si estuviera esperando a alguien. Afuera, la nieve comenzaba a caer y el sol se ocultaba lentamente.

 

Un golpe en la puerta la sacó de sus pensamientos.

 

—¿Quién es? —preguntó con cierta molestia.

 

—Señorita, soy yo —dijo una voz algo envejecida detrás de la puerta.

 

—¿Qué quieres? —preguntó, esta vez con amabilidad.

 

—Su padre me pidió que le avisara que los invitados ya están llegando y debe prepararse para recibirlos. También… —La voz se tornó algo insegura antes de continuar—, dijo que trate de mostrar buena actitud y no cause problemas. No quiere que los invitados pasen un mal rato antes de que se celebre la boda.

 

Con un suspiro y una mirada triste, la joven respondió:

 

—Está bien… dile que no se preocupe.

 

Con eso, la figura detrás de la puerta se alejó y la joven volvió a quedar sola con sus pensamientos. Susurró para sí:

 

Me pregunto en qué aventura andarás, Arthur…

 

 

---

 

Mientras tanto, en otra mansión de Month…

 

Un hombre robusto y grande como un oso, con barba poblada, cabello corto y negro como el carbón y piel bronceada, estaba sentado en un amplio comedor, disfrutando de una copa de vino. De pronto, una puerta grande y robusta se abrió de golpe. Un sirviente corrió desesperado, se agachó frente al hombre con respeto y pánico, y tartamudeó:

 

—Mi… mi señor… tengo malas noticias…

 

El hombre lo miró con fastidio.

 

—Últimamente solo traes malas noticias. Suéltalo, no me hagas perder el tiempo.

 

Temblando, el sirviente continuó:

 

—Es… es la señorita más joven, señor…

 

El hombre frunció el ceño.

 

—¿Saline? ¿En qué problema se metió ahora esa mocosa?

 

El sirviente apenas podía articular las palabras, pero hizo un esfuerzo.

 

—La… la joven señorita… fue… asesinada…

 

En ese momento, un poder opresivo y tirano emanó del cuerpo del hombre. Tomó al sirviente del cuello y gruñó:

 

—¿Qué dijiste?

 

El sirviente, apenas respirando, respondió con terror:

 

—Hace unos días recibimos la señal de ayuda del grupo de la señorita, pero… cuando llegamos al lugar, no los encontramos. Solo había señales de una batalla… También encontramos las armas de quienes viajaban con ella…

 

El hombre apretó con más fuerza el cuello del sirviente, a punto de romperlo.

 

—¿Hay alguna posibilidad de que siga con vida?

 

Temblando, el sirviente dijo:

 

—Buscamos mucho tiempo por todo el bosque, mi señor, pero… no hubo señales…

 

—¿Saben quién fue?

 

Negando con la cabeza, el sirviente respondió:

 

—No, mi señor… pero…

 

—¡Habla! —rugió, apretando aún más su cuello.

 

—Recibimos información de los espías en el gremio… que cinco días después de que se emitiera la señal de ayuda, se armó un revuelo en el gremio por un joven que llegó muy herido del bosque… Creemos que él tuvo algo que ver con la muerte de la señorita…

 

El grandote soltó al sirviente y ordenó:

 

—Que todos los hombres que estén en la ciudad se reúnan y se preparen. —Diles que saldremos de cacería —dijo con una expresión oscura y macabra.

 

El sirviente tartamudeó:

 

—Pe… perdón, mi señor… pero…

 

—¿Qué

 

—Esta mañana llegó la información de que aquel joven… abandonó el pueblo de Lacos hace una semana…

 

El hombre, furioso, tomó al sirviente y lo estrelló contra el suelo, dejando un charco de sangre y un cuerpo destrozado. Caminó hacia la gran puerta y salió, con una mirada enfurecida.

 

 

---

 

Después de salir del gremio, Arthur se reunió con su grupo. Muy preocupados, le preguntaron cómo estaba.

 

—No se preocupen —respondió con una leve sonrisa—, ya estoy totalmente curado.

 

Se reunieron en una taberna a compartir algunas cervezas y repartir la recompensa de la misión.

 

Ralft tomó cinco monedas de oro y dos pergaminos.

 

—Hemos decidido que esta será tu parte.

 

Arthur lo miró sorprendido.

 

—Pero esto es mucho más de lo que me tocaría en partes iguales.

 

—Está bien —dijo Carlota. Después de todo, de no ser por ti, ya estaríamos muertos.

 

Guren tomó su jarra y bebió. Tiza también bebió un poco y sonrió.

 

Ralft miró a Arthur y preguntó:

 

—¿Qué piensas hacer ahora?

 

El joven lo pensó por un momento.

 

—Quiero hacerme más fuerte. En esa batalla me di cuenta de que no tengo experiencia en combate… Hasta ahora me las había arreglado con las bestias, pero luchar contra humanos es completamente distinto.

 

El grupo asintió.

 

—Si quieres aprender a luchar —dijo Ralft—, la mejor opción que tienes es ir a una academia.

 

—¿Academia? —preguntó desconcertado.

 

—Hay muchas academias donde te enseñan combate, alquimia, hechicería y mucho más. La más cercana está en la ciudad de Trimbel, al norte de aquí. Es tu mejor opción si quieres aprender a pelear.

 

Arthur lo pensó por un momento y asintió.

 

—Bien… creo que ese será mi primer destino.

 

Después de beber y charlar un rato, se despidió del grupo. Aunque se conocieron hace poco, ya los consideraba sus amigos.

 

Ya había caído la noche y la nieve cubría las calles de Lacos. Dirigiéndose a la herrería, el joven recordó que hace unos meses, cuando llegó a Lost, solo traía unos calzones y una playera de tirantes. Se rió para sus adentros. Mientras pensaba en eso, llegó a su destino.

 

Al entrar, vio al orco Krank trabajando incansablemente. Se quedó en la puerta, observando cómo esa figura golpeaba el martillo una y otra vez.

 

Krank notó la presencia y giró, encontrando al joven con una sonrisa torpe.

 

—Maldito mocoso… Escuché que te hiciste tan fuerte en los pantalones que casi pierdes la vida —rió a carcajadas Krank.

 

Arthur lo miró furioso, pero en sus ojos solo había respeto y cariño.

 

—Viejo orco… ya estoy harto de tus bromas. Hoy vine para despedirme y tú me sales con eso.

 

Krank dejó de reír y lo miró con algo de pena, pero también alegría.

 

—Sabía que este lugar no te retendría mucho tiempo.

 

Se acercó a un cajón, sacó un objeto y se lo entregó. Era una pequeña bolsa con un brillo extraño.

 

—Ten —dijo Krank. Es mi regalo de despedida.

 

Arthur la tomó, sorprendido.

 

—¿Qué es?

 

—Una bolsa espacial.

 

—¿Bolsa espacial?

 

—Es un objeto que me dio mi maestro. Dentro tiene un espacio diez veces más grande que esta habitación.

 

Arthur se sorprendió y agradeció.

 

Antes de salir, miró por última vez al orco.

 

—Adiós, Krank. Espero volver a verte en el futuro.

 

Krank observó su espalda y respondió:

 

—Adiós, Arthur. Cuídate allá afuera.

 

 

---

 

Con todo dicho y hecho, Arthur se fue a la posada a descansar. Por la mañana partiría rumbo a la ciudad de Trimbel. El viaje sería largo; tendría que atravesar bosques y tierras plagadas de bestias. Y, para colmo, era pleno invierno.

 

Al día siguiente, se podía ver a un joven de cabello alborotado saliendo de Lacos, rumbo a su próximo destino.

 

Las aventuras que viviría en el camino… nadie lo sabía.

 

 

---

 

Extra

 

Entre el pueblo de Lacos y la ciudad de Trimbel había un bosque llamado Bosque Sombrío, un lugar donde la vida parecía haberse extinguido. Estaba plagado de no muertos y fantasmas.

 

En una cripta, justo en el centro del bosque, se podía ver una figura leyendo libros y exclamando palabras filosóficas. Era un esqueleto con una túnica oscura y siniestra.

 

Mientras estaba en sus asuntos, un grupo de aventureros entró y se preparó para atacarlo.

 

El esqueleto sacó un libro viejo y, con una palabra, comenzaron a salir criaturas de la tierra.

 

Uno de los aventureros exclamó con pánico:

 

—¡Maldición, es un lich! ¡Ataquemos rápido!

 

Se lanzaron contra él, pero fueron asediados por las criaturas. En menos de cinco minutos, solo quedaban cadáveres secos en el suelo.

 

El lich los miró y exclamó:

 

—Jóvenes que no conocen el valor de la vida… o la vida que no valora a los jóvenes… Yo, Mateus el Lich, les daré descanso".

 

Con una risa estridente, el lich siguió con su lectura.

 

 

Donde una historia termina… otra comienza.

Fin del volumen 1.

 

More Chapters