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Chapter 35 - Rumbo a la tercera capa

Por la mañana, la neblina cubría todo el bosque. Soplaba un ligero viento helado, y apenas salían los primeros rayos del sol. Sobre una roca, un joven pensativo miraba el cielo.

 

¿Qué debo hacer...? Me aterra pensar que soy una bomba andante, que en cualquier momento puede explotar. Quería ser más fuerte... ¿Pero cómo? Si uso maná, que es la fuente del poder de todo en este mundo, solo estaré acelerando mi muerte. Pero sin maná... ¿Hasta dónde puedo llegar? ¿Quién me trajo aquí? ¿Por qué? ¿Y dónde está? Si quiero encontrar esas respuestas… necesito fuerza…

 

Mientras estaba hundido en sus pensamientos, una figura se acercó lentamente. Cuando estuvo lo bastante cerca, Arthur se dio cuenta y giró para ver. Era Carlota, con su habitual sonrisa pícara.

 

Se levantó de la roca y saludó:

 

—Buenos días, señorita Carlota.

 

Con una risita, ella respondió:

 

—Buenos días, joven. Desde que entramos al bosque te vemos muy pensativo. ¿Hay algo que te moleste? Si quieres contarle a alguien, puedes decírselo a tu hermana mayor.

 

Un escalofrío recorrió su espalda. Se sentía extraño llamando hermana mayor a una mujer que podía tener la edad de su madre… y cómo iba a contarle que no sabía cómo volver a su mundo.

 

Un poco nervioso, estaba a punto de abrir la boca cuando otra voz sonó desde un costado.

 

—Otra vez con eso… Si lo sigues molestando, lo vas a espantar y ya no querrá volver a salir con nosotros.

 

Era Tiza, apoyada contra un árbol, con su mirada indiferente.

 

Carlota la miró furiosa y replicó:

 

—No te metas en lo que no te incumbe, enana plana.

 

—¿Qué dijiste, maldita bruja?

 

Carlota soltó una risa de villana.

 

—Jajaja, estás celosa porque, aunque tienes cien años más que yo, aún pareces una niña. Jajajaja

 dijo, cruzándose de brazos y levantando su pecho.

Tiza, preparando su arco, gruñó:

 

—Te voy a clavar una flecha en esa fea sonrisa.

 

En ese momento, otra risa estridente sonó.

 

—¡Jajajajaja!

 

Era Ralft, que ya se había levantado. Guren lo seguía con su inseparable jarra de alcohol.

 

—Tan temprano y ya están peleando —rió el grandote, para luego mirar a Arthur. ¿Descansaste bien? Hoy nos espera un desafío.

 

El joven asintió.

 

—Bien, es hora de prepararnos.

 

Con el ambiente ya más relajado, se reunieron alrededor de una pequeña mesa dentro de la carpa para charlar sobre los detalles de la misión. Ralft miró a todos y habló:

 

—Nuestra misión en la tercera capa es cazar a un León de Melena Carmesí. Son muy difíciles de encontrar, pero ha habido informes de uno rondando por la zona. Lo recomendado para esta misión es un grupo de cinco, con mínimo dos aventureros de rango oro.

 

Arthur abrió mucho los ojos.

 

—Es una bestia de tres coronas —continuó Ralft. Muy inteligente, y por lo general anda acompañado de tres Tigres Carmesí de una corona. Su principal ataque lanza una llamarada por la boca, y también tiene un potente golpe en área que incendia todo cinco metros a su alrededor.

 

—¿Cuál es la recompensa? —preguntó Tiza.

 

—Veinte oros y tres pergaminos de habilidad. Debemos llevar el núcleo del león y su melena para recibirla.

 

Arthur tragó saliva. Veinte oros… eso es mucho dinero.

 

—Bien —continuó Ralft— La estrategia será: Guren, Carlota y yo nos centraremos en el león, mientras el aventurero Sanchoponce ataca a los tigres. Tiza, tú brindarás apoyo con tus flechas a ambas partes.

 

Parece que el apellido Schopenhauer es muy difícil de recordar en este mundo…

 

Ralft sacó un mapa y señaló.

 

—Aquí fue donde se vio por última vez al león. Será nuestro primer destino.

 

Antes de que comenzaran a ponerse de pie, Arthur dijo con firmeza:

 

—Debo decir que no tengo una habilidad… pero aún así, trataré de hacer mi mayor esfuerzo.

 

Arthur esperaba esas miradas de desprecio y lástima que siempre había recibido… pero eso no pasó. Los demás lo miraron, y de pronto soltaron una carcajada.

 

Carlota fue la primera en hablar:

 

—¿No me digas que era eso lo que te tenía tan preocupado? Jajaja

 

Ralft agregó:

 

—Ya sabíamos que no tenías marca, novato.

 

Tiza, con una ligera sonrisa, se sumó:

 

—Todo el gremio sabe del idiota sin marca que entró solo al bosque.

 

Guren solo bebió de su jarra y siguió riendo.

 

Ralft volvió a hablar:

 

—Escucha, no eres el primero sin marca en este grupo.

 

Arthur lo miró sorprendido.

 

—¿No soy… el primero? —murmuró.

 

—Yo tampoco tengo marca —dijo Carlota.

 

Arthur la miró, incrédulo.

 

—¿Pero cómo? Sí te vi usar habilidades.

 

—Esos no eran habilidades, eran hechizos.

 

—¿Hechizos?

 

Arthur recordó aquella tienda donde consiguió su libro de alquimia. El hombre también había mencionado que vendía hechizos.

 

Carlota sonrió.

 

—Los hechizos son parecidos a las habilidades, con la diferencia de que no necesitas una marca para usarlos. Solo un sello de activación, un conjuro… y maná.

 

Arthur se mostró aún más interesado.

 

Carlota continuó:

 

—Como sabrás, las marcas y habilidades son la forma más fácil y efectiva de volverse fuerte en Lost, pero no la única. Hay otras, como la hechicería. Solo necesitas saber controlar tu maná correctamente. ¿Quieres que te explique cómo funciona un hechizo?

 

Arthur asintió de inmediato.

 

—Como dije antes, para lanzar un hechizo, necesitas un conjuro.

Si quieres lanzar una bola de fuego de tu mano, se debe crear uno que siga esos pasos.

Primero, llevar una parte de tu maná hacia tu mano; segundo, transformar el maná en elemento fuego; tercero, crear una bola de fuego en tu palma; cuarto, lanzar esa bola de fuego; todo eso escrito en un lenguaje antiguo crea un conjuro.

Luego, tienes el sello, que funciona como llave y permite al conjuro activarse a través de un canto. Cada hechizo que lanzas consume una cantidad de maná equivalente al nivel del hechizo. Hay conjuros de alto nivel más destructivos que cualquier habilidad.

 

Arthur pensó un momento y preguntó:

 

—Entonces… ¿No serían más fuertes los hechizos que las habilidades?

 

Carlota negó con la cabeza.

 

—Los hechizos requieren que cantes el conjuro. Mientras más poderoso, más largo es el canto. Una habilidad, en cambio, solo necesita un pensamiento. En una batalla uno a uno, mientras un hechicero realiza su canto, un usuario de habilidades ya le voló la cabeza.

 

Arthur asintió, comprendiendo.

 

Carlota sonrió de nuevo.

 

—Pero claro, como en todo, hay excepciones. Algunos han logrado eliminar esa desventaja… pero son casos muy, muy especiales.

 

El joven quedó pensativo.

 

Ralft soltó otra carcajada.

 

—¡Ya ves! No eres el único desgraciado sin marca. Jajajaja

 

Carlota le dio una patada por debajo de la mesa.

 

Arthur miró a los demás y preguntó:

 

—¿Y ustedes qué habilidades tienen?

 

Ralft sonrió.

 

—Te lo contaremos en el camino. Ya va siendo hora de partir.

 

Así, el grupo siguió su camino rumbo a la tercera capa del Bosque Púrpura.

 

 

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Fin del capítulo.

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