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Chapter 34 - El poder de un equipo experimentado

En lo profundo del Bosque Púrpura, más exactamente en la tercera capa, tres siluetas se movían rápidamente. Perseguían a una gran bestia.

 

Cuando llegaron a un claro, uno de ellos desenvainó su espada y cortó el aire con un sonido silbante. Una especie de cuchilla invisible impactó contra la espalda de la bestia.

 

Otro de ellos apuntó una mano a los pies de la criatura y, justo bajo ella, brotaron unas gruesas enredaderas que la derribaron.

 

El sujeto restante, con la bestia ya inmovilizada, saltó al cielo y sacó dos dagas largas. Por un momento, un destello iluminó ambas armas. Luego, agitó sus manos hacia el cuello de la criatura y dos haces de luz en forma de medialunas le cercenaron la cabeza.

 

La criatura parecía ser un tipo de babuino de unos dos metros y medio. En su cabeza cortada, tres pequeñas luces se atenuaban rápidamente. Era una bestia de Tres Coronas… y así de fácil fue derrotada por las siluetas en el bosque.

 

 

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Mientras todo esto sucedía, el grupo de Arthur ya había llegado a la segunda capa.

 

Con dos aventureros de rango Oro en sus filas, su camino hacia la tercera capa parecía un paseo por el parque.

 

El joven filósofo pudo ver de primera mano cómo luchaba un grupo experimentado.

 

Notó que Ralft y Guren tomaban el frente, mientras Tiza y Carlota los apoyaban desde atrás con flechas y hechizos.

 

Se sorprendió con la gran habilidad de Tiza con el arco, pero aún más con la hechicería de la bruja. Parecía que ese pequeño libro era su arma principal.

 

A mitad de camino hacia su destino, se encontraron con un Dos Coronas. Era un jabalí blindado, una enorme criatura con placas óseas en su cabeza y lomo que cargaba con una fuerza brutal.

 

Como aún no habían llegado a la tercera capa, no habían planeado una formación que incluyera a Arthur, así que solo le dijeron que se quedara atrás y observara. Después de todo, no era una amenaza para ellos.

 

Ralft se paró frente a la bestia.

Guren, a un costado, sacó sus martillos, preparado para atacar.

Tiza trepó a un árbol cercano, tomó altura y tensó su arco.

Carlota se colocó detrás de Ralft, a una distancia segura, sacó su misterioso libro de la cintura y se preparó para la batalla.

 

Cuando Ralft se adelantó, todos estaban listos.

 

El jabalí miró al enano a su costado para atacar, pero en ese momento, Carlota pronunció unas palabras inentendibles. Sostuvo su libro con una mano y apuntó con la otra hacia Ralft.

 

Cuando terminó su hechizo, una luz lo cubrió por completo. La bestia, al sentir el cambio, con los ojos inyectados de furia, cambió su ataque hacia el aventurero con la extraña luz.

 

Con una fuerza brutal, embistió al humano.

 

Ralft se mantuvo firme.

 

Antes de que la criatura lo golpeara, esquivó hacia un lado con una agilidad envidiable y, aprovechando el impulso, agarró el cuello de la bestia.

 

En ese momento, los demás se movieron.

 

Carlota, con otro susurro, apuntó a los pies de la criatura y del suelo brotaron espinas que la anclaron al suelo.

 

Tiza preparó una flecha y esperó.

 

Guren corrió velozmente hacia las patas ancladas y, con un destello de sus martillos, aplastó una de ellas, destrozándola en un instante.

 

La bestia chilló de dolor.

 

El enano no se detuvo y continuó atacando las demás patas.

 

Ya sin poder mantenerse de pie, la criatura cayó de espaldas al suelo.

 

Una flecha de gran poder, que desprendía una luz esmeralda, silbó en el viento y penetró el estómago del jabalí. Le siguieron un par de flechas más, hasta que solo quedó el cuerpo sin vida de la criatura sobre la hierba.

 

Arthur observó todo desde un lugar alejado, impresionado.

 

La batalla apenas había durado unos segundos.

 

Ese era el poder de un grupo de cuatro aventureros experimentados.

 

Cuando se acercó a echar un vistazo al cadáver, pudo notar lo grande y poderoso que era. Se dio cuenta de que, si tuviera que pelear solo contra una bestia como esa, lo más probable sería que solo le quedara huir.

 

Ya maté a un lobo alfa… pero estaba debilitado y tampoco lo maté yo. Prácticamente se suicidó… No, no debería quitarme crédito. Gracias a que usé el cerebro cuando mi fuerza era insuficiente, pude salir de esa situación. Eso demuestra que la fuerza bruta sola no es suficiente. El que gana en una batalla es quien puede usar todos los recursos a su favor.

 

Mientras estaba perdido en sus pensamientos, no notó que Ralft lo estaba llamando.

 

El aventurero se acercó por detrás y le dio una palmada en el hombro.

 

—Novato, te estaba llamando. Vamos a armar un campamento aquí. Ya está oscureciendo, y es muy peligroso andar por el bosque de noche. Mañana continuaremos.

 

Arthur asintió y caminaron hacia los demás.

 

Se armó un pequeño campamento y una fogata para asar la carne del jabalí.

 

Prepararon unas jarras de cerveza y se reunieron alrededor del fuego para charlar.

 

El bosque era oscuro y frío, con bestias al acecho en cada rincón. Pero sentado frente a la fogata, rodeado de compañeros, comiendo, bebiendo y charlando, Arthur pudo ver el lado bueno de salir de aventura.

 

Por un momento, ese día, se olvidó de todos esos pensamientos que lo agobiaban y solo disfrutó.

 

Entonces, mientras bebía una jarra de cerveza que Ralft le tendió sin decir palabra, Arthur se quedó viendo las llamas.

 

Es curioso… pensó… En mi mundo anterior, siempre me refugiaba en la soledad de mi habitación. Buscaba en libros antiguos y pensamientos de otros hombres una razón para existir. Y aquí estoy, en un mundo donde podría morir en cualquier momento, pero con gente a mi lado. Personas que, aunque no me conozcan bien, se preocupan porque sobreviva. Quizá… solo quizá, este mundo no sea tan malo como pensé al principio.

 

Cerró los ojos y sonrió levemente.

 

Esa noche, por primera vez desde que había llegado a Lost, Arthur durmió sin pesadillas.

 

Fin del capítulo.

 

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