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Chapter 33 - Un grupo problemático

En la entrada sur del pueblo Lacos, un grupo de cuatro aventureros conversaba acaloradamente. Era una mañana despejada pero fría; el sol apenas se asomaba en el horizonte, tiñendo el cielo de un tenue color anaranjado.

 

Aunque había sonrisas en sus rostros, el ambiente también se mezclaba con una ligera tensión. Después de todo, hoy se internarían en el bosque. Iban preparados, sí… pero dentro, cualquier cosa podía pasar.

 

Mientras trataban de aliviar la tensión con charla ociosa, vieron a un joven de cabello alborotado que se acercaba.

 

Llevaba dos espadas enfundadas a la espalda, una armadura de cuero barata y una bolsa a cuestas. También colgaba cerca de su pecho una pequeña placa de plata. No era otro que Arthur, quien, con la mirada algo apagada, avanzaba lentamente hacia ellos.

 

Ralft lo vio y exclamó:

 

—¡Aquí está! Es nuestro quinto integrante para esta misión.

 

Los demás se giraron para ver al joven.

 

—Buenos días, Ralft. —Perdón por la demora… me perdí en mis pensamientos por el camino —saludó Arthur.

 

El aventurero se rió de buena gana y, bromeando, respondió:

 

—Jajaja… Es normal perderse en ese tipo de pensamientos. A tu edad, también me distraía con las mujeres. ¡Jajaja!

 

Arthur forzó una sonrisa y luego miró con curiosidad a las demás personas.

 

Ralft se golpeó la frente con una mano.

 

—Es verdad, debo presentarte a los miembros del grupo.

 

Señaló a su izquierda.

 

—Ella es Tiza, nuestra guardabosques y guía.

 

Arthur la miró y saludó.

 

—Hola.

 

Tiza le devolvió la mirada y, con tono seco, respondió:

 

—Hola.

 

Era una elfa de aproximadamente 1.60 de estatura, con cabello azul claro que le llegaba hasta los hombros y ojos del mismo tono. Orejas puntiagudas, complexión delgada, rostro afilado y una piel tan pálida que parecía que le faltaba sangre. A pesar de su juventud aparente, su mirada era indiferente. Llevaba una armadura ligera pero funcional de color marron. En la espalda portaba un arco de casi la mitad de su tamaño y una daga a cada lado de la cintura. Sobre su pecho colgaba una placa dorada.

Luego, Ralft se giró hacia otra mujer.

 

—Esta es Carlota, nuestra sanadora… bueno, más bien bruja —corrigió Ralft.

 

Un poco sorprendido, Arthur asintió.

 

—Un placer.

 

Carlota le dedicó una sonrisa pícara.

 

Era una humana de unos treinta años, de largo cabello suelto color castaño oscuro, que le llegaba hasta la cintura. Sus ojos eran un poco más claros, y su piel rosada mostraba buena salud. Era algo más alta que la elfa y con una talla más, al menos en el pecho.

 

No iba vestida como Arthur imaginaba que sería una bruja —sin sombrero de punta, ni vestido largo, ni escoba. Vestía una armadura de cuero color gris reforzada con metal en las zonas vitales, dejando las piernas algo descubiertas. No llevaba ninguna arma visible, salvo un misterioso libro colgado en su cintura. En su pecho también lucía una placa, esta de plata.

 

Por último, Arthur miró al hombre a la derecha.

 

—Y este es Guren —dijo Ralft.

 

Arthur lo saludó con la mano.

 

—Mucho gusto.

 

Guren le devolvió el saludo con una sonrisa.

 

Era un enano de cabello y barba oscuros, ojos claros y mirada divertida. Su piel estaba bronceada por el sol, y en sus orejas colgaban un par de aretes en forma de cruz. Su armadura era robusta, de color blanco marfil, y en su espalda llevaba dos martillos que, aunque pequeños, se notaban pesados. En su pecho también tenía una placa de plata.

 

Arthur tuvo una buena primera impresión del grupo. Cuando su mirada volvió a Ralft, notó con más atención que este llevaba una armadura de placas oscura. No vio ningún arma visible, pero sus manos estaban cubiertas por guantes con púas sobre los nudillos. En su pecho colgaba una placa que antes no había notado: era de oro, al igual que la de Tiza.

 

Así, Arthur conoció al grupo de compañeros con los que se adentraría en el Bosque Púrpura.

 

Ralft dio una palmada y los presentó.

 

—Amigos, este es el novato recién ascendido a plata… ¡El aventurero Schopenhauer!

 

Los demás lo escudriñaron un momento.

 

—Nada mal —comentaron—. Parece prometedor.

 

Carlota rió de manera seductora.

 

—Como ya oíste, soy Carlota… pero puedes llamarme hermana mayor.

 

¿Hermana mayor…?

Un escalofrío recorrió la espalda de Arthur.

 

Tiza intervino, sin perder su expresión indiferente.

 

—¿Quieres que llame hermana mayor a una anciana de cuarenta años?

 

Carlota la fulminó con la mirada.

 

—Si hablamos de edad, la más vieja aquí serías tú, que tienes más años que todos juntos.

 

De inmediato, las dos integrantes femeninas comenzaron una discusión sin sentido. Por su parte, Ralft se reía a carcajadas y Guren bebía de una vasija de alcohol como si nada.

 

Tras un rato, las cosas se calmaron.

 

Ralft miró al grupo.

 

—¿Tienen todo listo para partir?

 

Los cuatro asintieron.

 

—Bien… —Ralft sonrió de lado. Entonces, partamos hacia el bosque.

 

Así, el grupo se embarcó en una misión que les traería muchas emociones… y peligros.

Lo que Arthur no sabía era que ese grupo problemático se convertiría en una parte importante de su vida.

 

Fin del capítulo.

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