Frente a la tenue luz de una vela, Krank ordenó sus pensamientos y dijo:
—Esta historia se remonta a incontables años atrás… cuando Lost era próspero. Las razas, las bestias, la flora y la fauna eran abundantes. Los ríos eran cristalinos, el aire limpio… el mundo estaba en su apogeo. Pero entonces sucedió una calamidad.
Arthur escuchaba en silencio, intrigado.
—Unos seres llegaron a invadir Lost. Querían reclamarlo como suyo, pero aquí ya existían dioses que lo protegían. Ambos bandos empezaron un conflicto. La primera batalla la ganaron los dioses, expulsando a los invasores.
Krank hizo una pausa para beber un poco de su jarra.
—Se decía que aquellos seres venían de un mundo sin maná. Sus cuerpos solo duraban uno o dos días antes de secarse… El maná los corroía. Así fue como los dioses triunfaron aquella vez. Creyeron que no regresarían… pero estaban equivocados.
Krank alzó la mirada, sombrío.
—Regresaron. Esta vez, muchos más. Los abrumaron en número. Así comenzó una guerra que duró años. Lost fue casi destruido… la mayoría de seres vivos se extinguió. Solo unos pocos humanos y semi-humanos sobrevivieron, refugiados bajo la protección de los dioses que aún quedaban para luchar.
Arthur tragó saliva. La historia se volvía más oscura con cada palabra.
—Con el tiempo —prosiguió Krank— se descubrió que los invasores ya no morían por el maná. Tenían núcleos de bestia dentro de sus cuerpos. Alguien entre los dioses los traicionó… y utilizó una habilidad prohibida para fusionarlos con esos núcleos, permitiéndoles resistir.
Los ojos de Arthur se abrieron de par en par.
—A pesar de todo, los dioses aguantaron mucho tiempo… pero estaban a punto de ceder. Fue entonces cuando los invasores pidieron una tregua. Los dioses aceptaron y se retiraron a un lugar donde solo podían observar… desde donde vieron a los invasores controlar el mundo.
El historiador dedicó su vida a entender el pasado y, al final, llegó a una conclusión.
Arthur lo miró, aturdido y expectante.
—¿Y cuál fue esa conclusión? —preguntó.
—Que fue verdad —asintió Krank, sombrío. Hubo seres de otro mundo que invadieron Lost… y alguien les ayudó a fusionarse con núcleos de bestia para resistir el maná. Y no solo eso… También descubrió que la tregua ocurrió porque, aunque sus cuerpos resistieran, tarde o temprano esos núcleos se desbordarían de energía y terminarían explotando.
Arthur se quedó en silencio, procesando todo.
Básicamente… al fusionarse con un núcleo, colocaban una bomba de tiempo en sus cuerpos. Ese núcleo resolvía el problema de la corrosión del maná, pero como no tenía por dónde liberar la energía que absorbía… con el tiempo se desbordaba y explotaba, pensó.
Krank asintió como si hubiera escuchado sus pensamientos.
—Exacto Es como la naturaleza misma. Un pez no puede vivir fuera del agua, ni un pájaro bajo el agua. Pasa lo mismo con el maná. Aquí todo está hecho para contener maná… plantas, animales, ríos, humanos, bestias. Todo nace con la capacidad de absorberlo. Para los de un mundo sin maná, este lugar es veneno… los consume lentamente.
Arthur quedó en shock. Aquello era la peor noticia que podría haber recibido. Él también venía de otro mundo.
Si lo que cuenta esta historia es cierto… ya debería estar muerto. La única posibilidad es que quien me trajo aquí me fusionó con un núcleo de bestia para soportar el maná. Eso quiere decir… que ahora mismo tengo una bomba dentro de mí…
Krank lo observó en silencio, notando cómo Arthur se hundía en sus pensamientos. Con voz ronca y una sonrisa burlona, intentó aliviar el ambiente:
—Jajaja… No pongas esa cara. Quizá solo sea uno de esos cuentos de viejos para asustar niños. Me resulta imposible imaginar que vengan seres de otro mundo, jajaja…
Arthur forzó una sonrisa amarga.
Ya casi era medianoche cuando Arthur se despidió de Krank y caminó por las oscuras calles, pensativo. Aquel cuento lo había dejado abatido.
Soy un ser antinatural en este mundo. El maná me rechaza… intenta destruirme. Con cada segundo que paso aquí, mi esperanza de vida se reduce. Cada alimento, cada trago, envenena mi cuerpo poco a poco.
Es como una espada solitaria en medio del páramo… Poco a poco, la lluvia y el tiempo la oxidan.
Mañana debía partir al Bosque Púrpura para su misión, pero su mente no encontraba descanso.
Al final, se dirigió a la posada, esperando que todo aquello fuera solo un cuento.
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Fin del capítulo.