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Chapter 25 - Regreso a Lacos

De camino de vuelta a Lacos, Arthur trató de evitar a la mayoría de las bestias. Aun así, tuvo que enfrentarse a algunas ratas por el camino. Ya que tenía algunas misiones pendientes, aprovecharía para completarlas.

 

Le tomó un día regresar al pueblo. Sin perder tiempo, se apresuró a llegar a la posada. Lo único que quería era un buen baño y descansar.

 

Cuando despertó, los rayos del sol le pegaban en el rostro. Ya era mediodía.

 

Se levantó rápidamente, se cambió y salió de la posada. Debía entregar las misiones, pagar lo que había pedido prestado y recuperar su piedra.

 

Al entrar al gremio, le llamó la atención un grupo de aventureros que charlaban con un tipo. Parecía que querían que se uniera a su grupo. Arthur los miró por un momento y siguió su camino.

 

Llegó frente a la recepcionista.

 

—Hola, señorita. —¿Cómo está? —saludó Arthur.

 

La recepcionista levantó una ceja.

 

—Qué sorpresa… Escuché que un novato idiota se internó en el bosque solo. Supuse que eras tú. —No pensé que volverías —dijo con una sonrisa burlona.

 

Arthur, inflando el pecho, respondió:

 

—Solo los débiles y cobardes necesitan un grupo para entrar.

 

Los aventureros cercanos que escucharon el comentario lo miraron con odio y desprecio.

 

La recepcionista lo miró sorprendida.

 

—¿De verdad te internaste en el bosque tú solo?

 

Arthur asintió.

 

—¿Hasta qué capa llegaste? —preguntó la mujer, intrigada.

 

—Segunda capa —respondió Arthur, con una sonrisa.

 

De nuevo, la joven lo miró sorprendida.

 

—¿Pudiste cazar algo en la segunda capa?

 

Arthur sonrió y sacó los materiales que había saqueado en la cueva, colocándolos sobre el mostrador.

 

La recepcionista miró en la bolsa y sus ojos se abrieron como platos.

 

—No puede ser… —murmuró, revisando el contenido. Dos núcleos de dos coronas, catorce núcleos de una corona… Además, hay muchas garras y colas de escorpión.

 

Lo miró un poco incrédula.

 

—¿De verdad tú mataste a estas criaturas solo?

 

Arthur, rascándose la cabeza con torpeza, respondió:

 

—Sí… aunque tuve suerte. Las bestias se estaban peleando entre ellas, así que estaban debilitadas. Solo les di el golpe de gracia.

Bueno… y también tuve que correr por mi vida un par de veces. 

La recepcionista asintió.

 

—Eso explica mucho… Aun así, ya es un gran logro poder rematar a una bestia de dos coronas. Y aún más si no tienes habilidad.

 

Lo miró con respeto.

 

—¿Planeas vender estos materiales?

 

Arthur se lo pensó un momento.

 

—Mmm… creo que primero iré a la herrería. No sé qué materiales de estos puedo usar para hacerme un arma. Los que no ocupe, los venderé después.

 

La mujer asintió.

 

—Bien. Como eres capaz de vencer una bestia de dos coronas, te promocionaremos a Plata Bajo.

 

Arthur sonrió feliz. Al fin dejaría de ser un bronce. Eso significaba poder tomar misiones con mejores recompensas.

 

Tras haber entregado sus misiones y recuperado sus cosas, salió rumbo a la herrería.

 

No sabía si el orco gruñón le fabricaría el arma o no. Después de todo, solo consiguió un material de la lista.

 

Cuando llegó a la herrería, Krank estaba como de costumbre martillando una placa de metal. El sudor le corría por la frente.

 

Desde la entrada, Arthur gritó:

 

—¡Viejo orco, he vuelto!

 

Krank se sorprendió por un instante y se giró para ver al joven en la puerta, con una sonrisa estúpida en el rostro.

 

—¿Regresaste rápido, mocoso? —se burló Krank. ¿Acaso te dio miedo el bosque y te hiciste en los pantalones?

 

Arthur, como si de un trauma se tratara, recordó el grito del ave y ese momento vergonzoso.

Maldita sea… justo tenía que recordármelo.

Lo miró con furia y algo de vergüenza.

Krank se rió con fuerza.

 

—¡No me digas que de verdad saliste corriendo! ¡Jajajajaja!

 

Arthur, enojado, replicó:

 

—¡Maldito orco Vine aquí porque traje materiales para el arma, no para que te burles de mí.

 

Krank dejó de reír y se cruzó de brazos.

 

—Me cuesta creer que un mocoso Bronce como tú pudiera con algunas de esas bestias. A ver… enséñame esos materiales.

 

Arthur tomó su bolsa y, con una sonrisa confiada, dijo:

 

—Aquí están… los mejores materiales del Bosque Púrpura.

 

 

Fin del capítulo.

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