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Chapter 12 - Una pequeña luz en la oscuridad

Frente a la bestia más poderosa a la que Arthur había enfrentado hasta ese momento, el joven solo tenía un pensamiento: derrotar a su oponente.

 

Con una mirada llena de determinación y valentía, se lanzó contra la criatura cuyo nivel estaba muy por encima del suyo.

 

—Sé que sin habilidad es casi imposible matar a una criatura que está muy por encima de mi rango, pero… debe haber algo que pueda hacer. ¡Me niego a pensar que no te puedo matar y hacer brochetas con tus patas, maldita bestia…! —gritó Arthur, sin detenerse.

 

Debía de haber alguna idea en algún rincón de su cerebro, algo sacado de esos mangas y novelas que tanto había leído.

 

Vamos… piensa, Arthur… —Se decía a sí mismo, apretando los dientes.

 

En ese momento, un foco de luz se encendió… y no fue en la cabeza de Arthur.

 

Mientras él planeaba su contraataque, Fista no estaba en mejor situación. Se enfrentaba a dos arañas de la sombra. Aunque era una aventurera de rango bronce medio y contaba con equipo de buena calidad, la falta de una habilidad seguía pesando en su contra.

 

Arthur se las está arreglando de alguna forma, pero si seguimos así, solo nos debilitaremos cada vez más. Está oscureciendo… y por la noche estas malditas arañas son más fuertes. El tiempo corre en nuestra contra…

 

La joven apretó los dientes.

 

—Solo me queda usar ese objeto… debilitar a estas cosas y darles el golpe de gracia —susurró para sí.

 

Pero antes de que pudiera continuar con sus pensamientos, dos patas negras como cuchillas de obsidiana golpearon a Fista y la enviaron a volar varios metros. Hay que recalcar que, aunque su familia noble la había despreciado, aún le habían brindado el mejor equipo.

 

Escupiendo una bocanada de sangre, se puso de pie como pudo y sacó un objeto de una bolsa en su cintura: una botella traslúcida que parecía contener los rayos de la luna. Emitió una luz cegadora que, por un instante, repelió a las bestias.

 

—¡Arthur ¡Las arañas de la sombra son débiles a la luz! ¡Gasté mi último recurso…! —gritó con todas sus fuerzas.

 

—¡Tenemos cinco minutos mientras están debilitadas para matar a estas bestias!

 

Respiró hondo y le dio una última mirada al joven, que en cierto modo le recordaba a sí misma, antes de centrar toda su atención en sus oponentes. Sacó su daga y se lanzó contra las arañas debilitadas.

 

Arthur asintió. Con una mentalidad más resuelta, se dijo a sí mismo que hoy no era su día para morir. Apretó su daga con fuerza y se dirigió hacia los cuerpos que yacían sin vida en el charco de sangre.

 

Maldición… la única oportunidad que tengo con esa bestia… es si encuentro algo útil en esos cadáveres.

 

 

Oh, diosa de la fortuna… concédele algo a tu fiel ciervo en este momento de crisis…

 

En algún lugar eterno, más allá de la comprensión mortal, una hermosa mujer descansaba sobre un trono hecho de hilos de plata y monedas antiguas. No era otra que la diosa de la fortuna.

De repente estornudo con fuerza.

—¡Achoo!

Se frotó la nariz, molesta.

—Últimamente me pasa mucho… ¿será que hay algún dios guapo por ahí hablando de mí?

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Fin del capítulo.

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