Al adentrarse más en el bosque, Arthur sintió cómo el ambiente se volvía más pesado. Era como si la gravedad aumentara a medida que avanzaba. La última vez que estuvo aqui no se había internado tanto. Esta vez debía ir más allá de donde había llegado antes… y estaba solo.
Creo que voy bien. Según este mapa, el bosque se divide en capas. La exterior, donde estuve con Fista, era la que tenía los monstruos más débiles, o al menos los que un rango bronce puede vencer.
Y es en la que estoy en este momento. Si sigo caminando recto, no debería tardar mucho en llegar a la siguiente capa… que es donde están las bestias que debo cazar.
Recordó la lista que Krank, el orco gruñón de la herrería, le había dado antes de salir. La había revisado varias veces, y por lo que había leído en el bestiario que compró, esas bestias requerían mínimo rango bronce para cazarlas.
Ese maldito orco… seguro escogió las más fuertes solo para fastidiarme. Debe estar riéndose en este momento en su herrería.
Arthur, con el rostro sombrío y fruncido por la molestia, continuó su camino.
No había avanzado mucho cuando unas ratas Piel de Acero se lanzaron contra él. Gracias a los dos pergaminos que había absorbido, sus estadísticas de fuerza habían aumentado considerablemente. Esas ratas eran poca cosa para él.
Claro… Arthur no tenía idea de eso.
—Maldición —exclamó al verlas—. Son ratas Piel de Acero… y hay cinco de ellas.
Suspiró resignado.
—Bueno, supongo que ya tuve demasiada suerte avanzando hasta acá sin encontrar monstruos. Tomaré esto como mi bienvenida al Bosque Púrpura.
Esta vez tenía más información. Gracias al bestiario que había comprado antes de salir, sabía que esas ratas destacaban por su defensa y rapidez, pero tenían puntos débiles en la cola y el cuello.
Con eso debería bastar.
Sin perder tiempo, Arthur se lanzó contra la más cercana. Fue preciso. De un corte limpio, le cercenó la cola. La rata chilló de dolor y sus compañeras se agruparon de inmediato. Arthur, sorprendido, se detuvo un instante y retrocedió un par de pasos.
¿Qué fue eso? Ese ataque… se sintió mucho más veloz y fuerte que antes. ¿Será que algún dios, conmovido por mi lamentable situación, me ha bendecido…?
Sacudió la cabeza.
Pensaré en eso más tarde. Por ahora, debo matar a estas ratas.
Se lanzó de nuevo al combate. Le tomó aproximadamente diez minutos acabar con ellas, y apenas recibió un par de rasguños superficiales.
—Bueno… a continuar con la caminata. —Suspiró mientras limpiaba su arma—. Podría llevarme las colas para completar alguna misión del gremio… pero no creo que sea buena idea cargar peso innecesario. Aunque… cincuenta cobres suena tentador.
Se rió por lo bajo.
Es humano tener ese impulso de aprovechar cada oportunidad… o recoger cada moneda que ves tirada en el suelo.
Mientras continuaba su camino, no pudo evitar repasar el combate en su mente.
No sé en qué momento me volví lo suficientemente fuerte como para matar a cinco ratas Piel de Acero. ¿Será que sí hay un sistema de niveles y he ido ganando experiencia con cada combate…?
Miró su brazo, como esperando ver algún indicio. Se detuvo en medio del sendero.
Apuntó sus manos al frente y gritó:
—¡Muéstrate, sistema!
El silencio absoluto le respondió. Solo se escuchó a lo lejos el graznido burlón de un pájaro.
—Kue, kue, kue, ku…
Cualquiera habría jurado que se estaba riendo de alguien.
Arthur bajó los brazos como si nada y continuó su marcha.
Le tomó poco más de tres horas llegar a la segunda capa del bosque. En el camino, eliminó algunos Kiltros de Rabia y una que otra rata rezagada.
Finalmente, al ver los árboles más densos y el ambiente volverse aún más opresivo, supo que había llegado.
—Al fin… aquí es donde empieza el verdadero desafío.
Alzó la vista al cielo, cerró los ojos y exclamó:
—Oh, Kamisama… da fuerza a este humilde siervo para completar su misión y regresar sano y salvo.
Dicho eso, Arthur se adentró en la segunda capa del bosque, sin tener idea de lo que el destino le tenía preparado.
Fin del capítulo.