Mientras Arthur se debatía entre decir o no la verdad, Fista también estaba atrapada en sus propios pensamientos, esquivando con dificultad las patas afiladas de las arañas de la sombra.
—Si tuviera una habilidad… lo que sea… estaríamos en una mejor situación… —Susurró para sí misma, respirando agitada.
Se mordió el labio, frustrada.
—Al final… voy a acabar aquí… ¿Terminaré siendo lo que todos me llamaron? ¿Una niña rota, una moneda de cambio?
Apretó con fuerza el puño.
—Y lo peor es… que arrastré a otra persona conmigo…
Durante un instante, una mirada solitaria y apagada se asomó en sus bellos ojos dorados. Pero al voltear a ver a Arthur, comprendió algo.
—No… Al menos debería hacer todo para que él escape —se dijo, decidida. Soy la más fuerte… si al menos él logra salir… mi muerte aquí habrá tenido algún sentido.
A su lado, Arthur tomó aire. Se sentía roto, humillado… pero algo en su pecho ardía con fuerza.
—Señorita Fista… lo siento… —dijo con voz entrecortada.
—Creí que podría ser de ayuda… que salir de aventuras con un compañero me haría sentir que valgo algo… que no soy un inútil… un desperdicio…
Se detuvo un segundo, tragó saliva y, sin importar la vergüenza, confesó.
—La verdad es que… no tengo ninguna habilidad…
Bajó la mirada.
—Más bien… no puedo absorberlas.
—Ni siquiera tengo una marca.
Fista abrió los ojos con sorpresa, pero no dijo nada. Solo escuchó.
—Apenas he logrado cazar criaturas débiles… apenas he podido sobrevivir.
Arthur apretó su arma improvisada, y con los ojos humedecidos por el miedo y la rabia, continuó:
—Subestimé mi situación… subestimé esta misión… subestimé este mundo…
Apretó los dientes, furioso consigo mismo.
—Pero, pese a todo eso… no he perdido lo único que nunca oculté: las ganas de demostrar que valgo… que soy importante.
—No para el mundo… no para los dioses…
Levantó la cabeza, y sus ojos brillaron con determinación.
—Para mí mismo.
El silencio se hizo por un breve instante en medio del combate.
—Aunque no tenga marca… aunque me cueste el triple que a los demás… si la fuerza rige las leyes de este mundo, seré el más fuerte para que nadie me pueda tratar como basura.
—Algún día… encontraré una oportunidad. Y cuando la tenga… no la voy a soltar.
Y con un grito de guerra desgarrador, sacando fuerza de donde no sabía que tenía, Arthur se lanzó contra la araña más grande. Era la criatura más aterradora a la que había enfrentado… pero no pensó en ello.
Ese grito, inesperado y valiente, fue un detonante en el corazón de Fista.
Apretó con fuerza sus dagas y se lanzó con todo lo que tenía sobre las bestias que la acechaban.
En ese instante, una leve sonrisa volvió al hermoso y frío rostro de la joven noble caída en desgracia. Y aunque ninguno lo notó en ese momento, un vínculo invisible pero poderoso unió a esos dos aventureros.
En medio de la oscuridad, las sombras se sacudieron… pero ahora era diferente. La determinación los envolvía.
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Fin del capítulo.