Al este del pueblo de Lacos, en una casa algo destartalada y sucia, una vieja chimenea echaba humo sin parar. Dentro, una figura gigantesca golpeaba un enorme martillo de acero con fuerza brutal. Cada vez que el martillo descendía, se escuchaba el estruendo del metal moldeándose, y poco a poco comenzaba a tomar forma el contorno de una espada.
La figura no era otra que Krank el Gruñón, el herrero del pueblo. Un orco de más de dos metros de altura, robusto y con una piel negra como el carbón. Era conocido por su mal carácter y por forjar las mejores armas de la región.
Sentado en su mesa de trabajo, no se dio cuenta de que, en la puerta, un joven de cabello alborotado y ropas baratas lo observaba con asombro.
¿Un orco? ¿No se supone que estas bestias no salen de las cuevas y bosques porque odian a los humanos y semihumanos?
Decidido, Arthur dio un paso adelante.
—Disculpe, señor orco. Me llamo Arthur y estoy aquí para encargar un arma.
El orco apenas le dedicó una mirada rápida y siguió golpeando el metal.
Arthur, un poco molesto por ser ignorado, insistió:
—Señor, vengo a hacer un encargo de un arma.
Sin volver a mirarlo, Krank gruñó:
—Vete Estoy ocupado.
Arthur apretó los dientes, conteniendo la rabia. Había llegado a su límite de ser tratado como basura desde que había llegado a este mundo.
—¡Señor! Soy aventurero. Puedo traerle materiales de sobra para el arma y pagarle por sus servicios.
Krank soltó un bufido, dejó el martillo a un lado y señaló con desgano una estantería repleta de armas.
—Toma la que quieras. Son 100 plata cada una.
—¿Qué? ¿100 platas? ¡Pero si en el gremio las armas de buena calidad valen 50!
—En esta herrería solo hay armas de grado medio y superior. No trabajo con cuchillos para pelar pollos. Vete, mocoso. Haces que pierda mi tiempo.
Arthur no aguantó más. La ira acumulada explotó.
—¡Apestoso orco!
Krank lo miró con furia, los ojos como carbones encendidos.
—¿Qué dijiste, maldito mocoso? Por esa placa que llevas, apenas eres un bronce bajo. ¿En serio crees que puedes meterte solo al bosque y salir con vida? Sobrestimas tu suerte. En otros tiempos, ya te habría arrancado la cabeza de un mordisco.
—Si puedo salir o no del bosque es asunto mío. Lo que pasa es que no tienes la habilidad suficiente para hacerme una buena arma. Debe ser eso. Solo creando chatarra y estafando a la gente con armas de 100 platas.
Krank gruñó, su ceño arrugado de furia.
—¡Maldito mocoso Mis armas son reconocidas incluso en la ciudad de Month. No te atrevas a insultar la herrería de mi maestro.
Se acercó a Arthur, su enorme sombra cubriéndolo.
—Si tanto lo quieres, está bien. Justo necesitaba unos materiales. Si mueres, beberé una cerveza en tu nombre… Solo serás otro tonto que subestimó el bosque.
Pero si logras volver, te crearé la mejor arma que mis habilidades y los materiales me permitan.
Arthur lo miró desafiante, sin retroceder.
—Está bien. Volveré con los mejores materiales del Bosque Púrpura.
Krank gruñó.
Tomó un trozo de piel de algún animal y con un carbón escribió los nombres de algunas bestias y materiales. Se lo arrojó al joven y con una sonrisa siniestra dijo: "Espero que las bestias al menos dejen un cadáver para saber que no volverás".
Arthur lo miró desafiante por última vez y salió de la herrería, decidido a adentrarse en el peligroso bosque.
Se quedó en el pueblo por tres días más y descansó todo lo posible, pues sabía que enfrentaría su mayor desafío desde que había llegado a Lost.
Por la mañana, se dirigió al gremio. Con lo poco que le quedaba de dinero, compró un equipo de caza barato, una vieja daga usada, unos libros y algunos suministros para el viaje.
Revisó las misiones disponibles, tomó algunas que se completaban en el Bosque Púrpura y se encaminó hacia la salida del pueblo, preparado para una nueva aventura.
Sin darse cuenta, desde las sombras, una joven encapuchada lo observaba con unos hermosos ojos dorados.
—Adiós, Arthur. Espero que vuelvas… y que vayas a Month —susurró Fista.
La joven se desvaneció en la oscuridad.
Y así, comenzó a escribirse una nueva página en la historia de Arthur.
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Fin del capítulo.