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Chapter 13 - Fuego y sombras

Aunque Arthur era más lento que las arañas, gracias al debilitamiento de la luz logró dejar atrás a la bestia con facilidad.

 

Bien… tengo unos momentos antes de que me alcance. Espero que haya valido la pena correr hasta aquí…

 

El olor en la zona era nauseabundo. Los cuerpos casi disueltos por la corrosión del veneno parecían paletas derretidas.

 

Puaj… qué olor más repugnante. No debería estar faltando el respeto a los muertos en este momento… aunque les esté robando, es por una noble causa.

 

Todos los aventureros cargaban con herramientas. Debía de haber algo útil.

 

Rebuscando, encontró una bolsa con lo que al principio parecían piedras.

 

—¿Son… bolas de acero? —susurró, sorprendido. ¡La diosa hoy está conmigo!

 

Recordó haber leído en un libro del gremio sobre granadas alquímicas y su gran poder destructivo. Había tres en la bolsa. Esperaba que fueran como las de su mundo anterior y volaran a esas malditas arañas.

 

Rió para sus adentros como un villano de novela, cuando una de las arañas lo alcanzó.

 

Sin dudarlo, Arthur tomó una de las bolas y se la lanzó con todas sus fuerzas. La araña la esquivó, pero la explosión levantó tierra y humo, dañando a la bestia y abriéndole grietas en su dura coraza.

 

Arthur no perdió tiempo. Lanzó otra. Esta vez impactó de lleno, arrancando dos patas delanteras.

 

Se lanzó para rematarla, pero la criatura logró contraatacar, provocándole una herida poco profunda en el pecho. Su armadura de lino, que tanto le había costado, había salvado su vida una vez más… aunque ya no quedaba nada de ella.

 

El veneno seguía salpicando. Debía eliminarla rápidamente, ya que aún quedaban más.

 

En medio de su vacilación, vio por el rabillo del ojo a Fista, abrumada por los ataques de las otras dos.

 

Intuyo que si la luz debilita a las arañas, cuanto más cerca estén de la botella, peor será para ellas.

 

Sin pensarlo, corrió hacia Fista, con la última bola de acero en la mano.

 

—¡Señorita Fista! ¡Tengo una bola de acero! ¡Le voy a dar una oportunidad para asestar un buen golpe! —gritó.

 

Lanzó la granada a la araña más débil. La explosión le arrancó varias patas. Sin perder tiempo, Fista se abalanzó como un tigre sobre su presa y le hundió la daga en la cabeza.

 

Arthur, por su parte, se enfrentó a la araña que lo perseguía. Se lanzó al ataque con furia, logrando tambalear a la criatura.

 

Aun exhausto, asestó varios golpes más hasta que logró vencerla.

 

Con dos arañas fuera y solo una restante, unieron fuerzas en un último esfuerzo. Acorralaron a la criatura y lograron salir victoriosos.

 

—Señorita Fista… parece que viviremos otro día más —dijo Arthur, jadeando y con una sonrisa horrible por la sangre y la mugre.

 

Fista solo asintió, exhausta, con heridas leves pero visiblemente agotada.

 

Arthur, a duras penas, se incorporó.

 

—Bien… es hora de ver nuestro botín.

 

Mientras registraban los cuerpos, Arthur encontró algo curioso. Entre las pertenencias de un aventurero, había otro papel traslúcido, muy similar al que había encontrado al entrar en las ruinas.

 

¿Otros de estos? ¿Qué diablos son…?

 

Se lo mostró a Fista.

 

—Oye, toma esto.

 

Fista frunció el ceño.

 

—¿Un trozo de papel viejo? Quédate con esa basura.

 

Arthur insistió con una sonrisa.

 

—Puede ser algún mapa del tesoro. ¿Quién sabe? Te lo regalo.

 

Fista resopló y, de mala gana, lo guardó en su bolsa.

 

 Un papel viejo e insignificante, pero que su historia era mucho más profunda de lo que ellos podrían haber imaginado.

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Fin del capítulo.

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