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Chapter 8 - Encuentro bajo el atardecer

Frente a la fuente ubicada al sur del pueblo, una figura encapuchada observaba el atardecer. Su postura era relajada, pero sus ojos dorados, fríos y brillantes como la luna, delataban una mezcla de hastío y resignación. No parecía esperar mucho del destino, aunque sí aguardaba a alguien.

 

Fista, hija menor de la poderosa familia Tarbel, una de las casas más influyentes de la ciudad de Month y propietaria de extensos comercios en Lost. Desde su nacimiento había sido la niña mimada, la joya de su generación, nacida con una marca de rango alto, prometedora y querida por todos. Hasta aquella fatídica ceremonia familiar.

 

Aquel día, cuando se le intentó otorgar una habilidad de calidad superior, su marca simplemente… no reaccionó. No absorbió el sello. Los murmullos crecieron, las sonrisas se tornaron miradas de desprecio, y la que antes había sido el orgullo de la casa se convirtió en un adorno desechado.

 

Se decía que algunas marcas eran únicas, y que solo podían absorber sellos de naturaleza especial, sellos perdidos o prohibidos. Otros decían que no era más que una marca inútil sobre la piel de una niña rota. Pero Fista no se rindió.

 

La sonrisa luminosa de su niñez murió, sus ojos se helaron como la luna en una noche sin estrellas, pero jamás dejó de buscar su oportunidad.

 

Vestida con una túnica negra, de pie en un rincón olvidado de Lacos, seguía esperando ese golpe de suerte.

 

Arthur llegó jadeando, apretando la misión entre sus dedos.

 

—Hola… —dijo, tratando de recuperar el aliento. ¿Eres tú quien publicó la misión?

 

La figura levantó el rostro. Sus ojos dorados se encontraron con los suyos. Por un segundo, Arthur sintió que su alma había sido desnudada.

 

—Sí, yo la publiqué —respondió ella con una voz hermosa y apagada. Aunque no esperaba que alguien la aceptara. Ya estaba a punto de darme por vencida.

 

Arthur se rascó la cabeza torpemente.

 

—Lo siento… me perdí por el pueblo buscando este lugar.

 

—¿Eres una aventurera? —preguntó él, curioso.

 

—¿Te molesta que lo sea? —replicó Fista, con un destello desafiante en la mirada.

 

—¡No, no! Para nada —dijo Arthur, agitando las manos—. Es solo que… fuera de la recepcionista del gremio, no he hablado con muchas mujeres. Supongo que será por… bueno, como iba vestido.

 

Fista no respondió.

 

Arthur carraspeó.

 

—Me alegra que mi primer trabajo en equipo sea contigo… digo, con una aventurera. Mucho gusto… soy Arthur. Arthur Schopenhauer.

 

Fista alzó una ceja bajo la capucha, pero no dijo nada sobre el extraño apellido.

 

—Fista —respondió con sequedad. Mañana nos reunimos aquí a primera hora; la misión consiste en traer 5 colas de rata piel de acero. Recuerda, somos compañeros, no amigos; si haces algo imprudente y te mueres, no es mi responsabilidad.

 

Se dio media vuelta y, sin mirar atrás, se alejó por las calles que comenzaban a oscurecerse.

 

Y en ese momento, quizá por capricho del destino, o por alguna conciencia distante que observaba desde las sombras de Lost… se marcó un punto de inflexión en la historia de nuestro filósofo perdido.

 

 

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Fin del capítulo.

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