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Chapter 8 - Se le ruega al anfitrión esforzarse

Al ver la expresión de su hermano, Bu Shiyi no puede evitar sonreír con suavidad. Suelta una ligera risita mientras lo observa y dice:

—¡Deja de hacerte el misterioso y dime qué pasó de una vez!

Se nota que está de buen humor. Al fin, su hermanito se ha recuperado de sus heridas.

Entonces, él le cuenta lo sucedido.

—¿Me estás diciendo que la razón por la que lograste curarte e irrumpir en el Reino de la Creación… fue una bebida llamada Coca-Cola? —alza ligeramente una ceja, con una sonrisa entre incrédula y sarcástica.

Pero Lige, completamente ajeno al cambio de tono, asiente con entusiasmo. Sus ojos brillan de emoción.

—¡Solo diez cristales espirituales! ¡Una botella cuesta solo diez! ¡Hasta me pregunto si el jefe está perdiendo dinero vendiéndola!

—¿Ah, sí? ¿Entonces por qué no compraste más?

—¡Porque las reglas de la tienda dicen que solo se puede una por día! —responde sin pensarlo—. ¡Si no fuera por eso, ya habría vaciado todo el inventario!

—Ya veo… —murmura ella.

En ese instante, su sonrisa se vuelve fría.

Sus dedos largos y delicados se estiran, y pellizca con fuerza las orejas de su hermano.

—Parece que ya creciste, ¿eh? ¿Ahora te atreves a engañar incluso a tu propia hermana? ¿Cómo puede una simple bebida de diez cristales tener más efecto que todos los elixires de nuestra casa?

Él siente un dolor punzante que lo hace alzar la voz.

—¡¿Por qué no me crees?! ¡Te estoy diciendo la verdad!

—¿Estás seguro de que no estás mintiendo? —pregunta ella, apretando un poco más.

—¡Claro que sí! ¡Te lo juro! ¡Lo juro por el cielo y la tierra! —responde casi entre lágrimas.

Finalmente, lo suelta con indiferencia.

—Está bien. Te creeré… por ahora.

Él se frota las orejas enrojecidas, claramente agraviado.

—Llévame mañana a esa tienda que mencionaste. Me interesa conocer a ese misterioso dueño —dice entrecerrando los ojos.

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Al día siguiente, temprano por la mañana.

Luo Chuan abre la tienda como siempre. Se sienta en la mecedora junto a la entrada, disfrutando del calor del sol mientras conversa mentalmente con el sistema.

—Oye, sistema. ¿No te parece un poco absurda la misión que me diste? ¿Cien botellas de Coca-Cola y cien paquetes de tiras picantes en un mes? ¿Tú crees que eso se puede lograr con la cantidad de gente que entra?

—Se le ruega al anfitrión esforzarse.

—¿No puedes al menos extender el plazo? ¿O hacerle algo de publicidad a la tienda?

—Se le ruega al anfitrión esforzarse.

—¿Y no sabes decir otra cosa?

Silencio.

Luo Chuan: …

—¡Jefe! ¡Ya volví! —se oye una voz.

Abre ligeramente los ojos y ve a Lige entrando al callejón, entusiasmado.

A su lado viene una mujer de belleza etérea: ojos como estrellas veladas, facciones exquisitas, como dibujadas con precisión celestial, y cabello oscuro que cae como un río de tinta. Parece un hada recién llegada al mundo mortal.

Se detienen junto a él, y la joven frunce el ceño al mirar el local detrás del dueño.

Un callejón tan apartado, un letrero que proclama con solemnidad «Centro Comercial Origen», y un hombre que no se ve precisamente confiable... No puede evitar preguntarse si lo que dijo su hermano es realmente cierto.

—¿Eres el dueño de esta tienda? —interroga con voz melodiosa, aunque afilada.

Luo Chuan asiente con calma.

—Así es.

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