La adquisición del Diamond Casino & Resort fue la culminación de la estrategia de Michael. El edificio, una vez un símbolo de la corrupción de Los Santos, ahora era el pináculo de su imperio legítimo. Michael, como presidente no ejecutivo de la nueva empresa holding, era el poder en la sombra detrás del trono.
La primera orden del día fue una renovación masiva. Michael invirtió fuertemente en la modernización del casino, utilizando los fondos de sus operaciones "limpias" y, discretamente, una parte de las ganancias de Trevor Philips Industries. Contrató a los mejores arquitectos, diseñadores y gestores de casinos, personas con una reputación impecable. La visión de Michael era clara: transformar el Diamond en un destino de lujo, con un enfoque en la experiencia del cliente y la transparencia, erradicando las prácticas dudosas de los Duggan.
"Quiero que cada centavo que entre y salga de este lugar sea rastreable, Lester", le dijo Michael a su estratega. "Quiero que cada transacción sea legal, cada ganancia documentada. Quiero un casino que pueda soportar cualquier auditoría del FIB sin que se le mueva un pelo."
Lester, fascinado por la magnitud del proyecto, se dedicó a diseñar sistemas de contabilidad y seguridad digital de última generación para el casino. La tecnología de ByteWare Solutions se integró en la infraestructura del Diamond, creando un ecosistema digital seguro y eficiente.
La familia, ajena a la verdadera historia detrás de la adquisición, estaba emocionada con la noticia. Amanda, encantada con la idea de tener acceso ilimitado a los tratamientos de spa y los restaurantes de lujo, vio esto como la prueba definitiva de que Michael había "cambiado" para bien. Tracey, fascinada por el glamour de la industria del entretenimiento, veía el casino como una posible plataforma para sus aspiraciones. Jimmy, siempre pragmático, estaba más interesado en las oportunidades de negocio en el mundo del juego y las apuestas que el casino podría ofrecer.
Michael aprovechó esta emoción familiar. Los llevó de gira por el casino renovado, destacando la magnitud y la legalidad del proyecto. Era su manera de cimentar la idea de que esta era su nueva vida, una vida legítima.
La gestión del casino requería una presencia constante y un ojo vigilante. Michael delegó gran parte de las operaciones diarias a profesionales, pero se reservó el control estratégico. Las reuniones de la junta directiva, antes un nido de víboras, ahora eran foros de discusión productiva. Michael se deleitaba en la dinámica de poder del mundo corporativo, utilizando su astucia y experiencia en la manipulación para obtener lo que quería sin recurrir a la violencia.
Sin embargo, el éxito trajo nuevos desafíos. La prominencia del Diamond y la nueva reputación de Michael como un magnate de los negocios atrajeron la atención de nuevos jugadores en Los Santos.
Un nuevo grupo, una célula terrorista nacionalista con profundas raíces en el sur de San Andreas y vínculos con elementos ultranacionalistas, comenzó a operar en la sombra. Habían estado rastreando el prototipo de arma que Michael había recuperado, creyendo que su poder les pertenecía. La caída de los O'Neil y la exposición de Steve Haines había dejado un vacío, y este grupo estaba ansioso por llenarlo, con una ideología peligrosa y una sed de caos mucho mayor que cualquier banda callejera.
La primera señal de su presencia fue sutil: un aumento en el tráfico de armas de alto calibre en el mercado negro, y luego, una serie de ataques a propiedades gubernamentales menores, ejecutados con una precisión alarmante que no cuadraba con las bandas locales.
Michael recibió una llamada de Dave Norton. Su voz era más tensa que nunca. "Michael, tenemos un problema. Un nuevo grupo. Extremistas. Están buscando algo. Algo que tú y yo sabemos que existe. Y están dejando un rastro de destrucción a su paso. Necesito tu ayuda. De nuevo. Esto es diferente. Esto es una amenaza directa."
Michael sintió un escalofrío. La tregua con el FIB se mantenía, pero el mundo de Los Santos se había vuelto más complejo y peligroso. El arma. Los nacionalistas. Su vida de empresario legítimo estaba a punto de chocar con una amenaza de una escala completamente nueva. La pregunta ya no era si podría controlar el caos, sino si podría sobrevivir a una tormenta que no había creado.