La voz de Dave Norton, tensa y urgente, resonó en los oídos de Michael. El prototipo de arma, una vez una palanca de negociación, ahora era un imán para un tipo de amenaza completamente nuevo: una célula terrorista nacionalista. Este no era un asunto de dinero o territorio; era ideología, fanatismo, y la destrucción a gran escala. Michael, el flamante magnate del Diamond, se vio arrastrado de nuevo al fango, pero esta vez, las apuestas eran mucho más altas.
Se reunió con Dave Norton en un búnker de seguridad ultrasecreto del FIB, un lugar que olía a metal frío y paranoia. El ambiente era sombrío. Dave proyectó imágenes de los ataques recientes: pequeñas explosiones en oficinas de reclutamiento militar, sabotajes en infraestructuras críticas, y una retórica antigubernamental cada vez más violenta en las redes oscuras.
"Estos no son los O'Neil, Michael", dijo Dave, su voz grave. "Estos tipos son el 'Frente Patriótico del Sur'. Ex-militares desilusionados, supremacistas, teóricos de la conspiración... creen que el gobierno les ha traicionado y que la nación está bajo ataque. Quieren desatar el caos para 'limpiar' el país. Y tienen recursos. Y un líder carismático. Y lo más peligroso: quieren esa arma que recuperaste."
Michael frunció el ceño. "La entregué. Está bajo custodia del FIB."
"Estaba", corrigió Dave, con una expresión de impotencia. "La robaron hace dos días. La infiltración fue impecable. Y la única otra persona que sabía de su existencia eras tú. Por eso te necesito, Michael. Eres el único que puede entender cómo operan estos tipos, cómo piensan. Y eres el único que puede infiltrarse sin levantar sospechas a gran escala. Eres nuestro fantasma."
La ironía no pasó desapercibida para Michael. Había trabajado duro para convertirse en un fantasma para el FIB, y ahora, el FIB quería usarlo como su fantasma personal para cazar a otros fantasmas.
"¿Y cuál es la jugada, Dave?", preguntó Michael. "¿Qué quieres de mí?"
"Quiero que te infiltres en su red. Averigües dónde tienen el arma, cuáles son sus planes. Y que me des la información para que podamos desmantelarlos", dijo Dave, con los ojos fijos en Michael. "Si puedes hacer eso, tu expediente con el FIB estará más limpio que un cristal. Y el Diamond Casino... será tu santuario. Pero si esta gente usa esa arma, las consecuencias serán catastróficas. Y si te niegas... bueno, entonces serás parte del problema."
Michael guardó silencio. No era una opción. La amenaza era real, y si el Frente Patriótico del Sur usaba el arma en Los Santos, su familia, su casino, todo lo que había construido, estaría en peligro. Tenía que hacerlo.
"Necesito libertad de acción, Dave", dijo Michael. "Sin ataduras. Y Lester es mi único contacto. Cualquier información, cualquier requerimiento, pasa por él. Y ni una palabra a Haines. Él ya ha caído bastante."
Dave asintió. "Trato. Te daré un canal seguro para Lester. Pero date prisa, Michael. El tiempo se agota."
Michael salió del búnker, el peso del mundo sobre sus hombros. Esta misión no era por dinero; era por supervivencia. El juego del poder había escalado a una nueva dimensión.
Regresó a la mansión, la normalidad de su hogar parecía frágil. Reunió a Lester, Franklin y, a regañadientes, a Trevor. La gravedad de la situación se reflejó en su voz al explicar la amenaza.
"Esto es diferente a todo lo que hemos hecho", dijo Michael, proyectando las pocas fotos y los informes que Dave le había dado. "Este grupo, el Frente Patriótico del Sur, no busca dinero. Buscan el caos. Y tienen el prototipo del arma. Nuestro objetivo es encontrarlos, recuperar el arma, y dársela al FIB sin que sepan que fuimos nosotros. Y lo más importante, sin que sus actividades afecten al Diamond o a mi familia."
Lester escuchaba con seriedad. "Nacionalistas... son peligrosos. Sus redes son muy cerradas. Pero podemos encontrar vulnerabilidades. Buscaremos sus puntos débiles en la logística, sus comunicaciones encriptadas. Necesito a Franklin para eso."
Franklin, escuchando los detalles, estaba tenso. "Así que, ¿vamos a ser héroes, Michael? ¿Para el gobierno que nos jode?"
"No somos héroes, Franklin", replicó Michael. "Somos pragmáticos. Protegemos lo nuestro. Si ellos ganan, perdemos todos. Tú te encargarás de la vigilancia, de infiltrarte en sus círculos más externos, de escuchar los rumores en el desierto. Buscar cualquier rastro de sus operaciones, cualquier indicio de su base."
Finalmente, Michael se giró hacia Trevor, cuya expresión había pasado de la diversión al desprecio. "Trevor, estos tipos son peligrosos. Fanáticos. No les importará nada. Necesito tu fuerza bruta. Tu capacidad para intimidar. Pero con un propósito. Necesitamos que crees un caos controlado en sus líneas de suministro. Pequeños sabotajes. Desorientación. Pero no quiero que te expongas. Esto no es una guerra abierta. Es una escaramuza de desgaste."
Trevor gruñó, pero la idea de desestabilizar a un grupo tan odioso le atraía. "Así que, seré el lobo que muerde sus tobillos mientras tú buscas la carne, ¿eh, Michael? Me gusta. Pero si veo a alguno de esos paletos cerca de mi territorio, no me haré responsable."
Michael asintió. "Mientras no afecte al plan general, Trevor. Mantente en contacto con Lester."
Los días siguientes fueron una frenética carrera contra el tiempo. Lester se sumergió en la red oscura, rastreando manifiestos y comunicaciones cifradas. Franklin utilizaba sus contactos en el sur de Los Santos para escuchar rumores sobre nuevos grupos paramilitares o movimientos inusuales de armas. Trevor, con una brutalidad casi artística, comenzó a sabotear discretamente las rutas de suministro de los nacionalistas, volviendo sus envíos defectuosos o creando accidentes que les costaban tiempo y recursos.
Michael, mientras tanto, continuó con su fachada de magnate del Diamond. Asistía a reuniones, supervisaba la renovación, y daba entrevistas que lo presentaban como un pilar de la comunidad. Nadie sospecharía que este hombre, el epítome del éxito legítimo, estaba en el centro de una caza de terroristas. La presión era inmensa, pero Michael había aprendido a prosperar en el ojo de la tormenta.