Cherreads

Chapter 1 - ch 1

Capítulo 1

Creo que estoy perdiendo la cabeza.

Frente a mí, flotando en el aire, apareció lo que parecía ser un panel luminoso, como una interfaz holográfica. No me molesté en leerlo. Simplemente agité la mano como si espantara un insecto, y este se desvaneció sin más. Me encogí de hombros. No era la primera vez que alucinaba.

Cansado, con los pies pesados por el barro y las horas de caminata, me dirigí hacia el refugio que había improvisado hace unos días. Una estructura oxidada a medio enterrar, olvidada por el tiempo y por lo que alguna vez fue civilización.

*Crrrk. *

Me detuve en seco. Cerré los ojos, afinando el oído.

*Tap. *

Era leve, pero claro: un paso. Alguien o algo intentaba ocultar su presencia.

Escuché con más atención, tratando de determinar qué me acechaba.

Mi cuerpo se tensó al instante.

Instinto.

El mismo que me había mantenido con vida durante más de veinte años.

Contuve la respiración, aguzando el oído para identificar qué me acechaba.

Entonces lo escuché.

*Gorgoteo. *

Bueno, esa era mi señal.

Sin pensarlo, salí disparado hacia mi refugio. Si me habían rastreado hasta este lugar, significaba que tenía que moverme rápido.

Llegué a mi base y entré rápidamente antes de comenzar a empacar.

Solo tomé lo esencial: agua, herramientas, medicina. Sin mirar atrás, salí corriendo. Si esas cosas me perseguían, sabía que no tenía mucho tiempo.

Mientras huía, escuché sus pasos. Apreté los dientes y aceleré. Tenía que dejarlos atrás.

Corrí durante lo que parecieron dos horas, mis piernas ardían, mi garganta exigía descanso.

Cuando finalmente dejé de sentir su presencia, me di cuenta de que estaba bordeando la Zona Muerta. El aire cambió. Pesado, espeso, como si cada bocanada me envenenara por dentro. Así reconocí la Zona Muerta.

Como si la misma atmósfera quisiera matarte.

Sigilosamente, me moví cerca del borde.

—Necesito alejarme de aquí. —

Me deslicé entre ruinas cubiertas de enredaderas negras. A lo lejos, un lago reflejaba un cielo rojizo, como una herida abierta.

Antes de ir hasta la orilla, decidí ser cauteloso.

Lancé un pedazo de carne seca al agua.

*Chapoteo. *

Una bestia emergió brevemente, deforme, cubierta de lodo y parásitos. Tragó la carnada y volvió a sumergirse.

"Y así es como se mantiene vivo uno" susurré.

Sin pensarlo dos veces, me di la vuelta y seguí caminando.

*Zumbido. *

Mi radio, encendida por error, dejó escapar un breve zumbido.

La apagué de inmediato.

—Idiota. Podrían rastrear eso. Si había gente cerca, no significaba que fueran aliados —

Me moví en silencio mientras me alejaba de la zona muerta.

Seguí mi marcha. La noche caía.

Los colores del mundo se volvían grises, oscuros, temblorosos.

El momento del día en que hasta el aire parecía tener miedo.

—Necesito encontrar un nuevo refugio. —

El aire tenía ese olor metálico y espeso que anunciaba la cercanía de alguna criatura. Desde que todo colapsó, el mundo dejó de tener reglas. Los animales, las personas... todo mutó.

Algunos se arrastraban. Otros volaban. Unos pocos imitaban voces humanas.

Y todos querían carne.

Avancé con pasos calculados hasta encontrar una estructura parcialmente cubierta por tierra y raíces. Parecía una vieja estación eléctrica. Me acerqué con el cuchillo desenfundado. La entrada estaba marcada con un rasguño profundo.

Una garra. Grande. Pero vieja.

"Una noche. Solo una noche..." —susurré.

Entré con el cuchillo listo.

Me escabullí dentro. El aire era espeso y húmedo. El olor... ácido. Familiar.

Lo supe en cuanto di tres pasos.

No estaba solo.

Un chillido suave, apenas perceptible, llegó desde el techo.

Murciélagos.

No los comunes, claro. Esos ya no existen.

Estos eran de los grandes. Alas como lonas raídas, piel cuarteada, y chillidos tan agudos que podían reventar un tímpano si te agarraban desprevenido.

Una vez, uno de esos chillidos me costó una oreja. Desde entonces, aprendí a no subestimarlos. No volvería a cometer el mismo error.

Alcancé el cinturón y saqué un petardo casero. Lo lancé con precisión hacia el rincón más oscuro del techo y me cubrí los oídos.

*¡Pum! *

El estallido fue lo justo: no para derribar la estructura, pero sí para sacar a volar a los parásitos.

*¡CHIIIIIIIIIIIK! *

El chillido rasgó el aire. Unos diez salieron disparados como sombras rotas, ciegos y chillando como si el infierno los escupiera..

Esperé agachado, cuchillo en mano, por si alguno se le ocurría darme un último adiós.

Nada.

Silencio.

"Limpio" murmuré.

Sabía que no durarían mucho con ese olor adentro, pero esta noche era todo lo que necesitaba. Mañana seguiría el viaje.

Recorrí el lugar. Polvo. Restos de huesos. Un esqueleto pequeño cubierto de telarañas. Humano, por el tamaño. No reciente. Nada útil.

Mientras revisaba, escuché un ruido. Algo se movía.

Me acerqué con cuidado, pero con poco tiempo para reaccionar, algo pasó volando a gran velocidad justo donde estuvo mi cabeza.

Un corte superficial apareció en mi cuello.

Dándome la vuelta rápidamente, lo vi salir volando por la entrada.

*Suspiro. *

Miré alrededor en caso de otra sorpresa.

Me acerqué a una chapa metálica oxidada. La limpié con la manga. Mi reflejo era apenas una sombra, pero suficiente para notar que la herida no estaba sanando.

—Maldita sea... —

Algo lo impedía.

Saqué la linterna y la encendí, colocando el cuchillo sobre la luz hasta que la hoja comenzó a cambiar de color. No era la mejor forma de esterilizar, pero no tenía opciones.

Cuando la hoja estuvo al rojo vivo, Inspiré hondo.

"Vamos, que no es la primera vez."

*¡Tssshhh! *

Presioné el cuchillo al rojo vivo sobre la herida.

El silbido fue inmediato.

El dolor... también.

Como si la piel gritara por mí.

No me moví. No podía dudar.

Vi cómo la carne se quemaba y burbujeaba. Pero lo peor fue ver la pequeña nube verdosa que brotó al contacto.

—Sabía que algo estaba jodido... —

"Murciélago de pantano" murmuré.

No eran muchos los que usaban toxinas. Pero los que lo hacían, lo hacían bien.

Saqué un pequeño frasco de la mochila. Gel de carbón activado. Lo apliqué sobre la herida.

Me lo apliqué con los dedos, mientras sentía el pulso del cuello desacelerarse un poco.

Me recosté contra la pared.

No había acabado la noche, pero por ahora, no me iba a morir.

—Casi me ganas, bastardo alado… pero no hoy. —

El veneno no era potente, pero tenía su truco: detenía la regeneración justo el tiempo suficiente para hacerme vulnerable.

Los murciélagos mutados rara vez atacaban a presas grandes como yo; eran cobardes por naturaleza.

Solo se lanzaban contra alguien que pareciera débil o distraído.

Hoy, vieron una grieta.

—Pequeños bastardos — pensé con desprecio.

Pero la noche era otro asunto.

Bestias que solo se movían bajo la oscuridad, criaturas más rápidas y letales, acechaban en cada sombra.

Moverse a oscuras era invitar a la muerte.

Sabía que necesitaba un refugio seguro para esperar el amanecer, cuando esas pesadillas se ocultaran.

Guardé el carbón activado y recogí mi cuchillo.

Con paso firme, me adentré en el refugio.

Me acurruqué junto a la pared más fría. El cuchillo en mano, la herida punzando. Solo quedaba esperar…

Y rezar que el amanecer me encontrara más vivo que muerto

More Chapters