El amanecer se asoma por la ventana, un rayo de luz pega en la cara de Gouten y este abre los ojos con dificultad, levanta la cabeza de la almohada y hecha un fuerte bostezo.
De repente. ¡plaf! Una almohada impacta en su cara y provocando que se caiga de la cama.
― ¡Oliver!¡¿qué diablos te pasa?! ― se queja Goten poniéndose de pie y mirando a su primo con molestia.
― ¿Cuál es la necesidad de gritar para bostezar? ―le pregunta con la cara pegada al colchón.
Gouten estaba por devolverle la almohada, pero se detuvo en seco. Parpadeó un par de veces, sintiéndose confundido. Bajó la cabeza y se revisó el cuerpo.
― Oliver… ¿a ti te duele el cuerpo?
― No… pero siento los músculos tensos…
― ¡Madre mía! ―gritó sorprendido Gouten, levantando su camiseta.
Rápidamente se la quitó, quedando con el torso desnudo, y se colocó frente al espejo, viéndose con músculos ligeramente marcados.
― Pero… si ayer estabas flaco… ―comentó Oliver, mirando a Gouten con asombro.
Oliver se quitó la camiseta y se miró el abdomen, viendo el mismo resultado.
― ¿Esto será a lo que se refería Max? ¿Nuestros cuerpos se adaptan al esfuerzo físico? ―preguntó curioso Gouten.
― Seguramente… ―le respondió Oliver―. Pero mintió en una parte… no me siento como nuevo…
― Habla por ti… yo me siento como un chimpancé… ―le confesó Gouten, dando un salto que superaba el metro y medio de altura.
― De pelos… ―susurró Oliver, impresionado por el logro de su primo.
Oliver se pone de pie e intenta dar un salto, pero siente un calambre y cae con la rodilla al suelo…
―yo… apenas puedo moverme aun… ¿por qué? …―dice con dolor Oliver―se supone que dormí lo mismo que tú… no debería…
― ¡Arriba! Es hora de… ― irrumpió Max, abriendo la puerta de la caseta de Oliver y Gouten.
Max miró sorprendido el físico de los muchachos.
― ¡Ja, ja! ¡Qué rápido! ― gritó con entusiasmo. ―Olviden el desayuno… pongamos a prueba sus nuevas fuerzas…
― ¿Puedo hacerlo en otro momento? ― preguntó Oliver, logrando enderezar la espalda. ―Apenas me puedo mover, Max…
―No me mientas, Oliver… ya vieron el cambio de sus cuerpos ― dijo Max, viéndolo con seriedad. ―Eso significa que sus cuerpos se renovaron y se adaptaron al esfuerzo físico anterior. No quieras darme excusas para no entrenar…
―No… Max, te estoy diciendo la…
―No quiero oír ni una palabra más… ― lo interrumpió Max.
―Yo no haré otra cosa en este momento que no sea desayunar… ― interrumpió Gouten. ― Ya me ruge el estómago…
Max lo miró por un momento y le dio la razón.
―Está bien, desayunen… es un poco extremista ponerlos a trabajar sin haber renovado energías… ― mencionó Max mientras se alejaba de la caseta.
Oliver se quedó de pie, sorprendido, viendo cómo Max se iba.
―Max… nunca me había hablado así…
―Yo te recomiendo que relajes el cuerpo lo más posible en el desayuno… porque luego no habrá quien nos salve… ― le dijo Gouten a su primo mientras se ponía la camiseta.
― ¿Desde cuándo Max se volvió tan mandón? ―
―Siempre lo fue… pero ayer se notó más… extraño… ―
Los muchachos fueron a desayunar. Cada uno tomó una taza de leche con algunas galletas. Oliver trató de seguir el consejo de su primo: relajar el cuerpo. Sin embargo, la mañana fue complicada para el niño. Su cuerpo seguía tenso, y relajarlo solo le hacía sentir más incómodo, como si permitirlo significara darle voz a los músculos para que gritaran su agonía.
—Siento que me estoy rompiendo… no aguanto más… ¿esto fue un día de entrenamiento? ¿qué me espera para hoy? ¿y mañana? ¿y en la semana? —pensaba Oliver, aterrorizado.
—¿Sucede algo, Oliver? —preguntó Baldur, quien había notado la mirada de terror del joven mientras los acompañaba durante el desayuno.
—¿Eh? —respondió Oliver, volteando hacia Baldur—. No, no señor… estoy bien… —le contestó con timidez.
—Hm… está bien… —dijo Baldur, aunque no pudo evitar mirarle con preocupación.
La hora del desayuno llegó a su fin, y los muchachos salieron al patio con paso lento, rumbo al lugar donde les esperaba Max.
—¿Por qué no le dijiste nada? —preguntó curioso Gouten.
—Ayer en la cena, Max y el señor Baldur parecían enemistados… hablar o quejarme sobre Max podría complicar las cosas entre ellos dos…
Gouten solo guardo silencio, sin saber que decirle a su primo.
Ambos llegan junto a Max y este voltea a verlos, ya no sonría como ayer, solo estaba esa mirada seria y fría que generaba terror.
―muy bien… ya que están aquí…―pronuncia Max, señalando dos árboles. ―golpeen un árbol cada uno. con todas sus fuerzas…
—¿¡Qué?! ¡¿Perdió la cabeza?! —pensó Oliver, mirando los árboles con los ojos bien abiertos—. Bueno… nos hizo entrenar durante casi doce horas… ¿qué rayos hacía Max en el planeta Terra?
—Gouten… ¿vas primero? —le preguntó Max.
—Está bien… —respondió Gouten con duda, dando unos pasos al frente y fijando la mirada en la corteza del árbol.
Se quedó quieto, con cientos de dudas en la cabeza. Se tomó su tiempo para prepararse.
—¿Y bien? —comentó Max con impaciencia.
—¿Cómo le golpeo?... ¿hay algún movimiento en particular o…?
—Solo desquita toda tu fuerza contra el árbol —respondió Max con firmeza.
—Está bien… —dijo Gouten, tomando aire.
Gouten tomó posición, quedando de costado frente al árbol. Puso un pie adelante y otro atrás, mientras estiraba su brazo derecho hacia atrás. Se quedó inmóvil unos segundos, y Oliver notó cómo en su mirada brillaban las dudas. soltó un largo soplido, inclinó su cuerpo hacia adelante con fuerza y guio su puño al árbol con toda la potencia que pudo reunir.
Un golpe seco retumbó y se escuchó el crujir de la madera. Oliver vio cómo trozos de corteza salían disparados a los costados y cómo el árbol temblaba con fuerza. A su vez, Gouten se sorprendió al ver la profunda hendidura que había dejado en el tronco. Hojas secas caían con rudeza al suelo.
― ¡De pelos! ―gritó Gouten, fascinado. ― Mis nudillos me duelen como el demonio, ¡pero eso fue genial!
—Genial… —susurró Oliver, contemplando el cráter que había dejado en el tronco del árbol.
—¡Excelente, Gouten! —gritó Max, con una sonrisa orgullosa—. Es increíble… Apuesto que ya eres más fuerte que cualquier hombre adulto promedio.
—¿En serio? —preguntó Gouten, sorprendido.
—Por supuesto…
Gouten miró sus manos con los ojos bien abiertos, dejando escapar una gran sonrisa.
Max voltea a ver a Oliver, retomando su mirada fría de nuevo.
―te toca… ―le dice mirándole fijamente.
―le cambio la cara… ¿qué pasa? ―se pregunta en silencio el niño mientras ve a su hermano a los ojos.
―si…― le responde Oliver tímido, dando unos pasos al frente y ver como Gouten pasa a su lado.
―tú puedes…― le susurra Gouten mientras retrocede.
―si Gouten pudo… seguramente yo también…―piensa el niño, poniéndose de pie frente al árbol, sintiendo el dolor de sus piernas… ―me duele el cuerpo, pero sé que puedo… solo debo golpearlo…―
Oliver se pone de pie, tomando la misma posición que Gouten había hecho. Esto capta la intención de Max, quien mira con atención las acciones de su hermano. Estaba parado exactamente igual a su primo, incluso la forma de estirar el puño hacia atrás era igual.
―un golpe… con todas mis fuerzas… tu puedes…―se dice Oliver a si mismo, sintiendo el intenso dolor muscular al estirar su brazo hacia atrás.
Una rápida inclinación hacia adelante, que le provoca aún más dolor en el cuerpo, pero lo aguanta y lleva su puño con todas sus fuerzas hacia el tronco del árbol.
Un impacto en seco suena y se ve la corteza del árbol reventar con el golpe.
― ¿lo logró? ― se pregunta Gouten sorprendido.
Una gota de sangre cae al suelo y Oliver grita con dolor separando su puño del árbol. Al ver bien. Oliver solo había logrado romper la corteza, pero bajo el costo de desgarrarse la piel de los nudillos.
Max se acerca al árbol y lo inspecciona de cerca, el daño era mucho menor que del árbol golpeado por Gouten. Solo logro romper la corteza y dejar un rastro de sangre sobre la madera desnuda del tronco.
―que lastima… resultaste ser un debilucho…―menciona Max en voz alta.
― ¿debilucho? ― repitió confundido Oliver, mientras se agarraba el puño con Dolor.
—Sí… eres débil… —respondió Max con frialdad, mirando a su propio hermano—. Hay mucho que trabajar en ti.
Se giró y empezó a alejarse con las manos en los bolsillos. —Eso es todo por hoy… vayan a hacer lo que quieran. Mañana seguiremos con más fuerza.
Gouten se acercó a Oliver, fijándose en sus nudillos ensangrentados.
—Me llamó débil… —murmuró Oliver con voz entrecortada, mientras la herida palpitaba.
—No dejes que te afecte… te dolía el cuerpo, no podías hacer nada más —le dijo su primo, con voz serena—. Mira el lado bueno: rompiste el árbol, no como yo, pero es un avance… no eres débil.
Oliver suspiró, asintiendo con un atisbo de esperanza.
—Creo… que tienes razón…
—Vamos, seguro llegamos a ver nuestra serie favorita. Creo que empieza justo ahora —lo animó Gouten con una sonrisa—. Distraigámonos con eso...
—Sí… —respondió Oliver, tratando de esbozar una sonrisa mientras agarraba su mano herida con cuidado.
Juntos caminaron de regreso a la casa principal, con el sol de la mañana proyectando sombras largas sobre la tierra, iluminando sus figuras mientras la tensión de la prueba se desvanecía, aunque la herida seguía ardiendo en la mano de Oliver.