—Atención pasajeros, favor de permanecer en sus asientos. Nuestro destino; Engelweave, está a tan solo diez minutos de distancia.
Una voz permeo la cabina del tren, era la auxiliar, avisando que la siguiente parada estaba cerca.
Un hombre joven abrió sus ojos abruptamente despues de un largo sueño. La primera cosa que recibió, fue la voz de la auxiliar por el megáfono de su cabina Vip.
—Jefe, ¿Se encuentra Bien? — Dijo el hombre de mediana edad con un tono de preocupación, sentado justo enfrente del Joven —. Tenga, para limpiarse el sudor. Pregunté por consejo a la auxiliar del tren hace una hora. Dijo que estas toallitas son excelentes para limpiar la suciedad y el sudor de la piel.
El hombre de mediana edad extendió el brazo, le ofreció al Joven una toallita de color blanco húmeda, suave y de excelente calidad.
—Gracias, Víctor — Replicó el joven ante la amabilidad de su guardaespaldas. Se untó la toallita por su delicado rostro con movimientos suaves. Cuando terminó de restregarse la toallita, la tiro por el compartimiento de basura. Aun con ligero malestar e hiperventilando un poco, se tocó la frente. En ella, un parche de gel de color amarillo estaba pegado firmemente. Era un parche Inhibidor de Dolor, cortesía de Madame Carmen. Agarró el parche y se lo quitó de su frente. Para hacer exactamente lo mismo que con la toallita. Volteo su mirada hacia su guardaespaldas y Dijo:
—. ¿Cuántos Parches nos quedan Víctor? — Preguntó El Joven aún un poco alterado despues del sueño.
—Me temo que ese era el último jefe— Respondió Víctor apenado—. Cuando Lleguemos a Engelweave, y Pongamos su equipaje en su nueva residencia, Hay que contactar con Madame, para que nos supla con más parches.
—Esperemos que ya tenga varios hechos— Refunfuñó —. Si no, me voy a poner enfrente de su burdel a hacer pucheros si hace falta —Concluyó El joven con una risita picara.
El joven sacudió un poco las piernas y reposiciono su espalda en el lujoso asiento rojo de la cabina del tren, apoyándose con dificultad con sus manos en las paredes negras como el hollín de la cabina.
— En fin, La azafata dijo que en diez minutos llegábamos a Engelweave, asi que… Redirigió su mirada a la ventana del tren. Arboles no paraban de pasar por la ventana a una velocidad vertiginosa.
— Okay…En cualquier momento… —Dijo el joven esperando sin éxito una vista de la hermosa capital. Pero los arboles no dejaban de aparecer en los ventanales.
— Por un demonio, cuanto Fal- ¡Aja! Fríamente calculado— Terminó el Joven orgulloso con el pecho inflado. Claramente mintiendo.
Una Ciudad Amurallada se asomaba a la lejanía. Rodeada de unos prados verdes sin fin aparente y pueblitos con huertos en su apogeo por la primavera. Gente labrando la tierra, recolectando y regando en el vasto campo, podía verse desde sus asientos. La composición de estos elementos hacía que, la impresionante ciudad, sea un gran mayor deleite para los turistas.
Sus Murallas de un color blanco nube, hechas de Piedra de Angel era lo que le daba su nombre a esta maravillosa ciudad. El acabado de las murallas era simplemente hermoso, dibujos de venados, y halcones, estaban grabados en las paredes. Su altura colosal era tal, que no importaba si un ejército de gigantes del sol osara a invadir Engelweave, puesto que, ni si quiera ellos serian capaces de dentar las paredes de estas.
El logo de un color plata oscuro con acabados morados del Imperio Cosmo, se podía encontrar justo en el medio de la muralla, era una lanza con alas blancas en cada lado, con el mapa de argos de fondo.
El interior de la ciudad no se podía apreciar bien, debido a las colosales murallas, a excepción de algunos edificios de distintos gremios, corporaciones y por supuesto… La joya de la corona de Engelweave; La Aguja Escarlata.
La Aguja escarlata estaba exactamente en el medio de la ciudad. Es Un edificio cuya altura llega hasta más allá del cielo celeste y donde las nubes no eran capaces de siquiera alcanzar su altura. Su color rojo escarlata junto con los relieves de la aguja le daban una apariencia celestial, como una espada roja capaz de perforar los mismísimos cielos. Era con diferencia la estructura hecha por el hombre más alta de todo Argos. En donde residía en lo más alto su Santidad Imperial el Emperador Abraham Cosmo. La emperatriz y Regente de Engelweave Sara Cosmo y su hijo mayor el Príncipe Ismael Cosmo. En el resto del edificio vivían nobles de diversas casas de Argos. Solamente nobles con el permiso de su Santidad Imperial podían darse la dicha de vivir en tal portento arquitectónico.
—Impresionante vista sin duda. Dijo el Joven con una sonrisa placida, ante tal espectáculo desenvolviéndose ante él.
El Joven viendo por la ventana, era un Hombre en sus veintidós años. Con una melena dorada que terminaba justamente a la altura de sus hombros. Sus ojos, que miraban con atención la ciudad, se asemejaban en color y profundidad, a la belleza del vasto cielo celeste. En aquellos ojos, se podían encontrar claras chispas de una personalidad picará y traviesa.
Los rayos del sol que asomaban de la ventana, daban directamente a su rostro, delicado como un muñeco de porcelana, con facciones finas, y delgadas sin ninguna imperfección o cicatriz aparente. Su tez era extremadamente clara, como si nunca hubiera salido al sol o si esos rayos que entraban por la ventana del tren, fuera la primera vez que su piel entraba en contacto con la luz solar. Y si uno no miraba bien, podría confundir al joven hombre sentado en la cabina con una mujer hermosa.
Vestía con una camisa fina y chaleco hecho a la medida, junto con unos guantes de cuero y botas. Su saco de color marrón se encontraba colgado en el gancho del perchero de la cabina, en donde su sombrero de copa del mismo color también se encontraba. En ese mismo lugar su bastón de plata yacía colocado en el anillo donde paraguas y bastones podían reposar.
—Concuerdo— Dijo Victor asintiendo en aprobación—. En Ultima, a pesar de sus avances en la tecnología con vapor, no podrían igualar la belleza y humanidad que Engelweave posee.
El hombre de mediana edad sentado en frente de su joven jefe era una persona en sus cincuenta y ocho años. Con un corte militar rapado al ras, Con entradas notables, pero no prominentes. Ojos de color Ámbar característicos de personas provenientes de Ultima, que tenían atisbos de seriedad y disciplina.
Tenía unos rasgos bastante rudos, una mandíbula prominente y marcada como diamante, unas cejas frondosas e inclinadas de tal forma que siempre lucia con una expresión seria o enojada Con una tez morena que junto con sus ojos provocaba un contraste exótico. Tenía en todo su cuerpo implantes cibernéticos, desde su tren inferior hasta el cuello, la única parte que no tenía implantes era su cara. Llevaba puesto una gabardina larga negra desabrochada, mostrando su pecho descubierto, haciendo ver sus implantes. Y unos pantalones de mercenario holgados con botas tácticas.
Pasaron algunos minutos en donde ambos hombres se quedaron vislumbrando el paisaje y, cada vez más se acercaban a su destino.
En eso, Víctor Quiso hacerle un poco de conversación a su jefe, Él no sabía qué clase de pesadillas tenía. De acuerdo con Madame Carmen, cualquier contenido referente a esa pesadilla era omitido por el receptor, como si un Proxy con habilidades mentales estuviera modificándolo. Víctor no podía imaginar qué clase de persona era la culpable de darle tales sueños, pero el solo pensar que necesitaba parches inhibidores lo suficientemente fuertes como para tranquilizar a un elefante en agonía, hacían a Víctor sentir pena y compasión por él. Asi que para tratar de animarlo o levantarle el humor, decidió sacar un tema que de seguro le distraería un poco.
—¿Qué le parece hacer un poco de ejercicio cuando terminemos de desempacar en su residencia?, ya sabe, para que genere un poco de musculo en ese cuerpo tan delgado que tiene jefe, A la señora Crown le encantaría que su Amado Kristopher tuviera unos bíceps de infarto— Dijo Víctor tratando alentar un poco a su jefe y hacer que se distraiga un poco de la pesadilla que acababa de tener.
—Vaya ~, si que te has vuelto bastante atrevido después de ser mi guardaespaldas durante tres años, Víctor— Dijo el joven Kristopher, con su voz fina y picara. Quitó su mirada del paisaje y comenzó a mirar fijamente a Víctor.
— Se lo que tratas de hacer con esa sugerencia, lo agradezco mucho. Dejando lo considerado que eres de lado, tampoco pidas imposibles. Sabes que no salgo de mi taller mucho, es una cuestión de poner todo mi ser en mis Juguetes. Y uno en la vida tiene que hacer sacrificios— se acomodó la corbata y clavo su mirada en las partes cibernéticas de Victor —
—Por ejemplo, tú tienes un cuerpo grande y fuerte como un tanque por ser un “Aumentado”. Tu cuerpo y partes cibernéticas son una necesidad al no tener poderes como un Proxy y vivir como mercenario. Yo por otro lado al ser un Proxy de clase Artesanal, y dedicarme a la manufactura de juguetes, no necesito un cuerpo ejercitado. El cuerpo que tengo es suficiente para cumplir mis funciones y me gusta como luce. — Dijo Kristopher con orgullo. Tintes de narcisismo podían verse a través de sus palabras.
—Ajá, pero unos cuantos kilos no estarían de más jefe, un poco más y desaparece de nuestro mundo —Víctor Replico al instante, sin darse cuenta lo que desató sin querer.
Kristopher al oír esto, Arqueo una ceja con molestia. Una de las pocas cosas que lo sacaba de quicio, era que la gente hablase de su peso de mala manera. Su aspecto era bastante agraciado y elegante en su opinión, pero muchos criticaban su complexión física por ser poco saludable y “Femenina”. Además, que sus hábitos alimenticios no eran los mejores, muchas veces se olvidaba de comer por estar inmerso en su taller y su querida esposa siempre lo regañaba cada vez que eso pasaba.
—Si estas tratando de molestarme, te advierto que estas siendo muy bueno en ello— Dijo Kristopher con una mirada punzante y molesta.
—¡S-solo digo jefe!, tampoco es para que se lo tome asi— Dijo Victor rápidamente al ver que Kristopher lo miraba de una manera bastante enojada.
Un chillido metálico sonó en los alrededores, el movimiento del tren poco a poco se iba deteniendo y a su vez el sonido del motor de vapor estaba expulsando dicho vapor de manera rítmica. Hasta que un “Pssshhhhhhh” sonó como resultado de la presión, viéndose drásticamente reducida. El tren había llegado a su destino
—Atención pasajeros, Hemos llegado a nuestro destino, no olviden agarrar su equipaje, y revisar bien sus asientos en caso de que alguna de sus pertenencias no este con ustedes. Con esto me despido, fue un gusto compartir este viaje con su humilde compañía, Les Habla su servidora Wendy. Y Bienvenidos a la ciudad blanca, Engelweave.