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Chapter 81 - Hermanos de una tragedia

En una residencia de la familia Grunde, un hombre grande y fornido, de unos 45 años, fruncía el ceño mientras ojeaba unos papeles. Frente a él, separado por un escritorio, había otro hombre de la misma edad. Eran tan parecidos que cualquiera diría que eran hermanos.

—Zatche, ¿no has reconsiderado dejar volver al pequeño Marlo a la familia? Ya ha pasado un año desde que lo echaste —dijo el hombre frente a él.

Zatche dejó los papeles y levantó la vista. Soltó un largo suspiro antes de responder:

—Hermano, siempre me vienes con lo mismo, y mi respuesta no cambiará. Lo que hizo Marlo merece un castigo. Ya fue muy amable de mi parte no haberlo asesinado en ese momento.

—Te entiendo, Zatche, pero también debes entender que es un niño, y ahora mismo está solo en este mundo cruel. Sé que lo que hizo Marlo estuvo mal, pero tú también tienes parte de culpa —replicó el hombre.

—¿Que fue mi culpa, dices? ¿Crees que yo quería que todo esto sucediera? ¿Que deseaba exiliar a mi hijo y abandonarlo a su suerte? ¿Eres mi hermano y no me conoces, Moris?

—Solo digo que, si hubieras prestado más atención a tus relaciones y esposas, quizás habrías visto las señales antes. Y Rumia aún estaría con nosotros.

Zatche, exaltado y con los ojos enrojecidos, se levantó bruscamente y miró a Moris con una mezcla de ira, pena y comprensión. Sabía que su hermano hablaba desde el corazón, y en el fondo él mismo compartía ese dolor. El ambiente se tornó lúgubre dentro de la oficina.

Las lágrimas parecían estancarse en sus ojos, pero no brotaron. Finalmente, se volvió a sentar y dijo, un poco más sereno:

—El pasado es algo que no se puede cambiar.

Moris lo miró con tristeza y respondió:

—Pero el presente sí podemos cambiarlo, hermano. Antes de que sea tarde, no esperes a que Marlo y Loren se maten entre sí. Una relación que debería ser armoniosa entre hermanos se ha convertido en rencor y desprecio.

—Aun cuando son de diferentes madres, siguen siendo tus hijos y hermanos de la misma sangre. Ahora que tus dos esposas ya no están, es tu deber como padre criarlos y cuidarlos.

—Entiendo lo que dices, Moris. Pero, ¿de verdad crees que Loren perdonará a Marlo por haber matado a su madre? —dijo Zatche, negando con la cabeza.

Continuó:

—Si hubiera sabido el rencor que Marín le tenía a Rumia, podría haber intervenido antes. Rumia no habría muerto, Marlo no habría descubierto la verdad, y no habría matado a Marín. Hoy esos dos serían los hermanos amorosos que siempre fueron.

—Ese es tu pecado —respondió Moris—. Pero aún puedes salvar a tus dos hijos. Ellos aún están vivos. No esperes a que solo te quede lamentarte.

Zatche miró a Moris y asintió con una sonrisa amarga.

Gracias, hermano, por siempre estar para mostrarme mis fallos y ayudarme a corregirlos. pensó mientras salían juntos de la oficina.

Mientras tanto, en la plataforma de la academia, Marlo y Loren se miraban fijamente con un odio palpable. El amor que alguna vez se tuvieron se había transformado en rencor, fruto de las rencillas familiares y de sus predecesores.

—No pensé que te encontraría aquí, hermanito —dijo Loren con una mirada y voz heladas—. Después de que padre te echó de la familia, pensé que ya serías desperdicio para las bestias o un esclavo de algún lunático. —Rió como un loco.

—Aunque me odies, hermano mayor, hice lo que debía para honrar la memoria de mi madre. Antes te veía como un pilar y un referente, pero hoy solo eres una piedra en mi camino que patearé sin dudar —respondió Marlo, con una mirada fría pero serena.

La multitud no pudo escuchar este intercambio, pero algunos, con oídos agudos, intuyeron algo, y los murmullos se intensificaron.

—Bien, hermanito, si quieres patearme, adelante. Puedes intentarlo. Pero recuerda: solo uno de nosotros saldrá con vida de esta plataforma, y ese seré yo —dijo Loren.

Después de decir eso, sacó una guadaña de unos dos metros, tenebrosa, con una luz espectral. Marlo descubrió sus manos, revelando dos guantes de acero rojo y una armadura del mismo color que recubría su cuerpo.

—Llevaré tu cadáver a padre cuando acabe contigo, para que vea a su hijo por última vez —añadió Loren.

—No te preocupes por padre. Cuando acabe contigo, iré a la familia y los mataré a todos —respondió Marlo, preparándose para el combate.

En ese momento, el juez gritó:

—¡Empiecen!

Nadie imaginó que este combate entre dos hermanos se convertiría en algo tan sangriento y lleno de rencor.

Una tragedia familiar se desplegaba sobre la plataforma, donde jóvenes orgullosos ofrecían su sangre y espíritu como sacrificio, forjados bajo la mirada indiferente y arrogante del mundo.

Hoy, la familia Grunde se convirtió en piezas de sacrificio sobre el tablero inexorable del destino.

Fin del capítulo.

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