La corta pero brutal dominación de Ryuusei sobre John Valmorth se extinguió tan abruptamente como había encendido. John, un amasijo de carne masacrada por los Martillos de Guerra, encontró en la agonía la forma de activar una faceta distinta de su poder de linaje primigenio que detuvo el asalto. No fue la regeneración lo que lo salvó en ese instante final, sino una manifestación de su autoridad inherente como sangre pura; una barrera invisible de energía cruda que repelió el torrente de furia de Ryuusei.
Y, en un instante, las tornas cambiaron por completo.
John Valmorth, a pesar de estar literalmente en carne viva por la masacre sufrida, se puso de pie. Sus ojos carmesí ardían ahora con una fría determinación que había reemplazado el pánico inicial. Su respuesta no llegó con la katana, sino con un despliegue controlado de poder puro, intrínseco a su estirpe. El aire a su alrededor se distorsionó visiblemente, se cargó con una energía palpable, aterradora, que cantaba con una potencia ancestral.
John empezó a dominar. La segunda fase de la batalla fue la inversión brutal de la primera; ya no era la fuerza bruta del impacto, sino una combinación de habilidad refinada, velocidad superior y los poderes energéticos innatos de su linaje lo que abrumaba a Ryuusei.
Su ofensiva no era caótica como la de Ryuusei, era metódica, cruel, ejecutada "Poco a poco". John no buscaba simplemente destrozar para aniquilar; buscaba infligir dolor sostenido, humillación a través del daño calibrado. Utilizaba ráfagas controladas de energía que quemaban la piel de Ryuusei hasta el músculo expuesto; proyectiles de fuerza pura que rompían huesos con precisión quirúrgica; manipulaciones sutiles del terreno que lo atrapaban, inmovilizándolo, mientras John le asestaba golpes calculados en puntos vitales que maximizaban el sufrimiento.
Ryuusei luchaba, su Regeneración Dolorosa activada a toda máquina, su cuerpo se reconstruía con agonía insoportable tras cada ataque de John, pero este seguía golpeando sin descanso, superando su defensa, masacrándolo lenta, dolorosamente. La escena se repetía: Ryuusei, intentando levantarse del suelo, siendo derribado una y otra vez por la fría eficiencia del poder de John. La brutalidad metódica de John demostraba que el potencial en bruto, sin control ni habilidad refinada, era insuficiente frente a un oponente que sabía cómo aplicar su poder con precisión cruel.
Varios minutos de esta brutal "lección" forzada se extendieron. El valle se llenó con los sonidos guturales del dolor de Ryuusei y la implacable aplicación de poder de John Valmorth.
Y entonces, una vez más, la realidad se reconfiguró. Llegó Aurion. Su llegada no fue con la intensidad focalizada de la primera vez que apareció. Fue con un aire de cansancio palpable, una frustración abrumadora que envolvía el espacio. Se materializó en el valle, su paciencia, claramente, agotada. Estaba harto de todo: del plan, de la trampa, de la interferencia de Valmorth, de que estos dos siguieran peleando cuando se les ordenó lo contrario.
—¡Ya basta de esta mierda! —La voz de Aurion resonó, potente, cargada con la frustración de un ser que solo quería que sus órdenes se cumplieran y que los peones dejaran de moverse por iniciativa propia.
No hubo advertencia adicional. Aurion no se detuvo a evaluar la situación; actuó. Con una ráfaga rápida, abrumadora de su poder, no un ataque mortal, sino una demostración de fuerza bruta cósmica diseñada para incapacitar instantáneamente a contendientes de este nivel.
Una onda expansiva de energía pura, un pulso de poder absoluto, golpeó tanto a Ryuusei como a John Valmorth. No los pulverizó, pero los inmovilizó, los arrojó lejos el uno del otro como muñecos rotos, los dejó postrados en el suelo, sin aliento, sus cuerpos protestando con dolor sordo por el impacto monumental, sus habilidades neutralizadas temporalmente por una fuerza que estaba en una liga completamente diferente a la suya. La "golpiza" de Aurion fue un recordatorio brutal de que él permanecía en una estratosfera de poder, muy por encima de las rencillas, las lecciones y las masacres personales de ambos.
Con Ryuusei y John incapacitados, jadeando en el suelo, Aurion se acercó a John. Su rostro seguía serio, su tono, autoritario y definitivo, puso fin a la confrontación.
—Ya basta, Valmorth —dijo Aurion, plantándose sobre John, que luchaba por recuperar el aliento, por forzar su regeneración tras el impacto de Aurion—. Tu "lección" ha terminado.
Aurion miró a Ryuusei en el suelo: herido por dos, regenerándose con agonía visible, pero consciente, escuchando cada palabra. Su mirada en Ryuusei fue de evaluación fría, un reconocimiento de algo que antes no había valorado del todo, o quizás no había presenciado en acción. —Este chico… Kisaragi —nombró a Ryuusei, su tono ahora reflejaba una aceptación fría, brutal, del potencial que John había descrito con mofa—. Tiene un potencial… —Hizo una pausa, la seriedad de Aurion era absoluta, el peso de sus próximas palabras, inmenso—. …que eventualmente… sí. Podría ser capaz de matarte. —Declaró esta verdad asombrosa, una sentencia sobre el futuro, pronunciada por el ser que representaba la cima actual del poder mundial.
Volvió a mirar a John, su tono se tornó grave, una advertencia que resonaba más allá de la pelea personal; tocaba las fibras más profundas del linaje Valmorth. —Y si eso llega a suceder… si él alcanza ese nivel y logra lo que tú crees que podría hacer… —Su voz fue baja, firme, cargada con la amenaza de consecuencias que se sentían de alcance cósmico—. …se meterán en grandes, grandes problemas. —Enfatizó la magnitud de la amenaza, no solo para él, Aurion, sino para aquellos que el statu quo mantenía en su lugar. —Todos ustedes. El Linaje Valmorth. —Confirmó que el peligro inminente no era solo para la cúspide heroica, sino para la estructura misma de poder que representaba la antigua familia de John.
La advertencia se hizo visceral, personal para John, tocando el nervio expuesto de la pureza de su estirpe. —Y te lo digo yo, Valmorth. No querrás ver lo que sucede. —Su mirada era intensa, penetrante, escrutando a través del dolor de John. —Se enojarán. Todos se enojarán. Tus hermanos. —Hizo una pausa significativa, el aire se cargó aún más—. Pero especialmente… tu madre. —Nombró a la figura matriarcal; la verdadera fuerza a temer, el pilar inquebrantable del linaje. —Ella los quiere. —Su tono era irónico, reconociendo la ferocidad protectora de esa madre—. A ustedes. A los sangre pura. Los quiere más que nada en este puto mundo. —Subrayó la devoción protectora de la madre con una crudeza sorprendente. —Y no querrás… créeme, no querrás ver a tu madre cabreada. Menos aún… cabreada por tu culpa. O por la suya. —(Mirando a Ryuusei con una implicación gélida). La furia desatada de la Madre Valmorth, provocada por el daño a sus hijos puros, era la mayor amenaza que Aurion podía evocar; una fuerza temible incluso para él.
Aurion dio su veredicto final sobre el conflicto en el valle. —Así que… ya terminó. —Su tono era definitivo, poniendo fin a la pelea y a la interacción forzada.
Luego, Aurion dirigió su atención completamente a Ryuusei, que yacía en el suelo, herido por ambos, pero consciente, absorbiendo cada palabra. Su tono hacia Ryuusei fue diferente al que usó con John; quizás menos severo, más cansado, o simplemente la fría autoridad de quien controlaba la situación sin esfuerzo.
—La batalla principal también ha terminado —dijo Aurion, conectando esta escena aislada con el fin del conflicto mayor en Rusia—. Le indicaré a las fuerzas japonesas… que se retiren. —Reveló su influencia sobre el ejército japonés, confirmando que sus movimientos estaban bajo el paraguas del Héroe Número Uno—. Han cumplido su objetivo estratégico al contener la ofensiva. Y están sufriendo demasiadas bajas innecesarias que no valen la pena prolongar esta farsa. —Explicó la razón de la retirada: habían frenado a Ryuusei y a su ejército, y el costo era alto, insostenible.
Miró a Ryuusei en el suelo. —Esta vez te salvaste, Ryuusei. —Dijo, reconociendo que su supervivencia se debía a la intervención de Aurion, no a su propia capacidad para ganar las peleas críticas.
Su tono se endureció, una promesa sombría para el futuro inmediato, estableciendo el escenario para el próximo arco narrativo. —Pero la próxima vez que vayas a Japón… —Sentenció la ubicación futura del conflicto con frialdad—. …no tendré piedad. Y te mataré. Frente a todos. —La amenaza era clara, pública, letal; un desafío directo para Ryuusei, un anuncio para el mundo meta-humano.
A pesar de estar derrotado dos veces, adolorido hasta la médula de sus huesos, y bajo la sombra opresiva del ser más poderoso del mundo, la voluntad de Ryuusei no estaba rota. Encontró la fuerza para hablar, para responder al desafío con pura e irracional obstinación. Levantó la cabeza, sus ojos dorados (si se veían tras la máscara destrozada) brillaban con una determinación feroz que ni Aurion ni John Valmorth podían extinguir.
—No —su voz era ronca, un susurro rasposo pidiendo aire, pero inquebrantable—. La próxima vez que te vea… —La promesa fue un eco directo, una inversión audaz del destino predicho por Aurion—. …yo te mataré.
Aurion observó a Ryuusei en el suelo; la pura, terca voluntad ardiendo en sus ojos a pesar de la derrota absoluta, la humillación, el dolor. Por un instante fugaz, una expresión efímera, algo no del todo definido —sorpresa, reconocimiento, exasperación, quizás incluso un atisbo de respeto frío por esa resistencia— pudo haber cruzado el rostro usualmente impasible del Héroe Número Uno. O quizás solo mantuvo su gélida compostura inalterada.
Sin una palabra más, Aurion se dio la vuelta. Y con la velocidad cegadora que había usado para llegar, para golpear, se fue, desapareciendo del valle; presumiblemente para dar la orden de retirada o volver a sus propios asuntos de gran escala. John Valmorth quedó en el suelo, herido, furioso por la intervención de Aurion, la humillación del apaleamiento por Ryuusei, la revelación sobre su madre resonando en su mente, para recuperarse a su manera, lamiendo sus heridas y planeando la retribución.
Y Ryuusei… Ryuusei quedó de nuevo solo en el valle desolado, magullado, dolorido, pero vivo. Con las palabras de John sobre las generaciones, su propio potencial inmenso, sus fallos garrafales resonando en su mente; con la amenaza de muerte de Aurion en Japón y su propia promesa de matarlo como el faro oscuro que guiaría su camino hacia el próximo enfrentamiento.