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Chapter 193 - Capítulo 37: El Martillo del Potencial Desatado

El aire en el desolado paraje estalló. El tenso impase se desmoronó en una explosión de movimiento y energía cuando John Valmorth, con una velocidad cegadora, se lanzó sobre Ryuusei. Su katana apareció en su mano, un destello de acero ávido de infligir una "lección" rápida y brutal a quien se atrevía a faltar al respeto a su linaje primigenio. Esperaba un duelo unilateral, un castigo veloz y definitivo.

Pero Ryuusei no era la misma masa destrozada que Aurion había dejado en el suelo. El dolor de la regeneración seguía siendo un fuego abrasador bajo su piel; la humillación de la derrota y la crueldad del análisis de John ("idiota") eran heridas frescas que su alma sangraba. Toda esa agonía, toda esa frustración acumulada, toda esa rabia sorda… se canalizaron en una respuesta feroz, una explosión de violencia pura e instintiva.

Su aura fluyó, no solo para defenderse, sino con una furia cruda y destructiva que hizo vibrar el aire. Con un gruñido que la máscara silenció pero cuya potencia era palpable en su energía, Ryuusei invocó sus dos Martillos de Guerra. El metal oscuro y pesado se materializó en sus manos con un clank metálico. Y no se acobardó, no esperó. Contraatacó.

La batalla comenzó no con un duelo de espadas elegante, sino con la fuerza bruta y abrumadora de Ryuusei. Se lanzó sobre John Valmorth con una ferocidad que este no esperaba en absoluto. Sus movimientos, alimentados por la rabia y la desesperación más primarias, eran sorprendentemente rápidos, directos y carentes de toda sutileza, pura embestida.

De inmediato, Ryuusei comenzó a dominar. El giro fue repentino y brutal. El primer impacto de uno de los Martillos no fue bloqueado limpiamente. John intentó desviar el golpe con su katana, pero la fuerza descargada era simplemente demasiada. El Martillo se estrelló contra el brazo de John con un sonido espantoso, un crujido sordo y húmedo que no solo rompió el hueso, sino que lo pulverizó, enviando fragmentos óseos astillados a través de la carne desgarrada y pulverizando el tejido muscular circundante. John gritó, un sonido gutural de pura sorpresa y dolor agonizante. Su regeneración se activó de inmediato, el hueso intentando soldarse con una agonía insoportable, pero el daño era masivo y había sido infligido en un instante devastador.

Ryuusei no le concedió un segundo de respiro. Aquello no era una pelea; era una masacre unilateral, una demolición en carne viva. Usando el impulso y la potencia bruta de sus dos Martillos, golpeó una y otra vez con una brutalidad implacable, sin dar tiempo a que la curación hiciera su trabajo.

Un Martillo se estrelló contra el pecho de John con un golpe húmedo y seco que resonó en el valle. Las costillas se partieron, cediendo con un sonido asqueroso, y se hundieron, perforando los órganos internos con saña. Ryuusei sintió la resistencia cediendo bajo el metal. Sangre y líquido brotaron a borbotones de la boca de John mientras su cavidad torácica se deformaba grotescamente bajo el impacto. Su regeneración luchaba frenéticamente por cerrar las heridas, por reconstruir el esqueleto destrozado, pero el daño se acumulaba demasiado rápido. Vio cómo la piel de John se retorcía, el tejido interno intentando tejerse de nuevo sobre el desastre, los fragmentos de hueso moliéndose y soldándose con crujidos nauseabundos y dolorosos, pero Ryuusei seguía golpeando en el mismo lugar o en otros puntos vitales antes de que la curación pudiera completarse siquiera parcialmente.

Otro golpe de Martillo, dirigido ahora a una pierna para derribarlo del todo. El hueso se pulverizó instantáneamente con un crack húmedo, la pierna se dobló en un ángulo espantosamente antinatural, la carne se desgarró con un sonido de desgarro. John cayó, un amasijo retorcido que se convulsionaba por la agonía –el dolor del daño masivo sumado al dolor igualmente terrible de la regeneración forzada y superada– y la sorpresa más absoluta.

Ryuusei no se detuvo. La furia en él era un torrente ciego y sin freno. Elevó uno de sus Martillos y golpeó la cabeza de John. No buscaba un golpe limpio, sino un trauma contundente y demoledor. El sonido del impacto fue espantoso, un aplastamiento sordo y húmedo que resonó. El cráneo de John cedió bajo el golpe, el rostro se deformó grotescamente, los ojos se desorbitaron en puro terror y dolor antes de que el hueso y el tejido intentaran desesperadamente reconstruirse a la velocidad del rayo. La regeneración estaba siendo catastróficamente superada por la fuerza del impacto. Ryuusei vio cómo la carne se rompía, el cerebro sufría un trauma masivo, y la curación ultrarrápida intentaba reparar la destrucción con una velocidad horripilante, en vano.

John Valmorth, el primigenio arrogante que había masacrado soldados canadienses por puro aburrimiento y había mutilado a Ryuusei por diversión, estaba siendo masacrado a su vez por la furia desatada del "idiota" con potencial de Quinta o Sexta Generación. Su Regeneración, formidable contra la mayoría de los ataques, estaba siendo abrumada sin piedad por la velocidad implacable, la fuerza bruta y la pura rabia concentrada que Ryuusei canalizaba a través de sus Martillos de Guerra.

La diferencia con su pelea contra Aurion era abismal, noche y día. Los ataques de Ryuusei contra Aurion habían sido patéticamente inútiles, detenidos sin esfuerzo, sin causar un rasguño. Aquí, sus golpes eran devastadores, horriblemente efectivos; rompían, aplastaban, masacraban. Esto ponía de manifiesto la vasta diferencia de poder entre Aurion (prácticamente inmutable ante cualquier cosa que Ryuusei le lanzara) y John (inmensamente poderoso, sí, pero no invulnerable a este nivel concentrado de asalto físico). Y mostraba, de forma brutal, que Ryuusei, si bien no estaba listo para Aurion, sí poseía la capacidad de infligir daño catastrófico a oponentes de altísimo nivel, especialmente cuando canalizaba su furia y desataba su potencial latente de esta forma.

Los impactos brutales de los Martillos resonaban, mezclándose con los sonidos húmedos y crujientes de los huesos y la carne rompiéndose y reconstruyéndose simultáneamente en un ciclo horrible, los jadeos y gritos ahogados de John Valmorth mientras su cuerpo era hecho pedazos una y otra vez, y el gruñido implacable de Ryuusei mientras continuaba su asalto, una máquina de destrucción movida por el puro resentimiento.

Ryuusei no pensaba. Solo sentía. La rabia visceral, el dolor constante, la humillación grabada a fuego; todo se vertió en la fuerza de sus brazos, en el impulso brutal de sus Martillos, en el deseo crudo y primario de destruir a quien se había burlado de él y había profanado su sufrimiento y su existencia.

Estaba en la cima de esa brutal dominación, un torbellino de destrucción. John Valmorth, un amasijo de carne rota, hueso pulverizado y regeneración frenética, luchaba patéticamente por defenderse, su arrogancia inicial ahogada por el dolor insoportable y la sorpresa. Parecía innegable que la "lección" que John quería dar se había convertido en un castigo horrendo para él.

Pero John Valmorth era un primigenio de linaje puro. Y aunque estaba siendo masacrado en esta fase del combate, el potencial innato de su estirpe no sería superado tan fácilmente, ni por tanto tiempo. Justo cuando Ryuusei elevaba uno de sus Martillos para un golpe final que podría haber sido verdaderamente definitivo, John, a pesar de su estado grotescamente destrozado, logró realizar un movimiento clave, desesperado. Un gesto rápido con una mano que, milagrosamente, no había sido pulverizada aún. Una manifestación de su poder que iba más allá de la lucha cuerpo a cuerpo, algo distinto a la simple fuerza bruta.

La masacre con los Martillos había sido brutal y unilateral, pero John Valmorth no había caído del todo aún. La verdadera respuesta de su linaje estaba por llegar, una faceta diferente de su poder.

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