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Chapter 192 - Capítulo 36: La Lección

El viento helado de Rusia lamía las cicatrices invisibles sobre la piel de Ryuusei. El dolor residual de su Regeneración Dolorosa era un eco constante bajo sus tejidos, una memoria quemante de la brutalidad con la que su carne se había unido de nuevo. Estaba de pie, sí, pero sus músculos protestaban por el esfuerzo de la reconstrucción, y el agotamiento lo drenaba hasta la médula. En el desolado paraje, el silencio dejado por la partida de Aurion y John Valmorth era abrumador, roto solo por el aullido del viento y sus propias respiraciones irregulares, que resonaban con dificultad.

Su mente era un campo de batalla tan devastado como el que había presenciado. La humillación de ser derrotado en diez segundos por Aurion, la crudeza cortante del análisis de John Valmorth ("idiota", "potencial desperdiciado"), el peso de una nueva y abrumadora realidad lo aplastaban. Se sentía inmenso en potencial ("Quinta o Sexta Generación", según John), pero, de forma patética, pequeño e inmaduro en la práctica.

Pero más allá de la humillación personal, una parte de su mente se aferraba al aspecto más oscuro del "lore" Valmorth que John había dejado caer. La brutalidad hacia los "sangres sucias". La idea de la ejecución de niños por el simple color de sus ojos. El horror casual con el que John había hablado de ello, y cómo él mismo se identificaba con esa absurda "pureza". La injusticia inherente resonaba con la propia lucha interna de Ryuusei por los marginados, los que nunca encajan en los putos moldes de este mundo.

Inmerso en estos pensamientos sombríos, quizás creyéndose totalmente solo en aquel valle deshabitado, Ryuusei dejó escapar sus reflexiones en voz alta. Su voz, ronca y baja por el agotamiento y el dolor persistente, rasgó el silencio con una amargura creciente.

—Sangres sucias… —murmuró, una mezcla de incredulidad y náusea—. Ejecutar a tu propia puta familia… niños… solo por no tener… el color de ojos correcto… qué carajo.

Procesaba el horror casualmente aceptado por un ser tan increíblemente poderoso como John Valmorth. La arbitrariedad sin sentido de la crueldad de ese linaje. Luego, la pregunta surgió, dirigida al valle mismo, a la vasta e indiferente extensión de Rusia.

—¿En el puto linaje Valmorth… —su voz se alzó un poco, cargada de una indignación hirviente, una chispa de su fuego interno contra la injusticia percibida—…de verdad hay… sangres sucias…?

La pregunta, formulada en voz alta, tocó una fibra cruda y expuesta en el tejido de la realidad de aquel lugar.

Una figura apareció en el borde del valle con una velocidad que sugería que nunca se había ido realmente, solo se había detenido para observar y escuchar. Era John Valmorth.

Su calma casual se había hecho añicos por completo. Su cara, antes solo marcada por la altivez, estaba ahora contraída en una máscara de fría furia. Sus ojos carmesí, letales como rubíes sangrientos, brillaban con una luz que Ryuusei no había presenciado antes, una intensidad que helaba la sangre. Había oído cada jodida palabra.

Se acercó a Ryuusei con pasos deliberados, cada uno resonando con una potencia contenida, una amenaza silenciosa.

—Vaya, vaya —la voz de John era baja y cortante, llena de una ira helada que no gritaba, sino que prometía un dolor terrible y prolongado—. Parece que tu inmadurez… y tu estupidez supina… te impiden saber cuándo cerrar la puta boca. Y saber qué temas… están absolutamente fuera de tu jodido alcance.

Se detuvo a pocos pasos de Ryuusei, su mirada era un juicio implacable sobre el marginado. —El hecho de que haya sido… un poco condescendiente contigo —su tono destilaba un desprecio absoluto por la idea misma de haber mostrado cualquier tipo de amabilidad—. al explicarte algo que tu diminuta mente no comprendía… eso no te da… —El aire a su alrededor se tensó visiblemente con la presión de su poder latente, un campo de fuerza invisible—…ningún puto derecho… a mencionar mi apellido.— Las palabras sobre su apellido se sintieron cargadas de peso, de historia antigua, de un tabú sagrado que Ryuusei acababa de profanar.

La intensidad en los ojos rojos de John se centró en Ryuusei, y la ira se condensó en una amenaza directa que prometía retribución. —Y mucho menos aún…—Su voz se volvió una sibilancia helada, más peligrosa que cualquier rugido descontrolado—. …a decir ESA mierda.— Enfatizó "ESA mierda" con una fuerza que hizo que Ryuusei sintiera, hasta la médula de sus huesos regenerados, que acababa de cometer una blasfemia cósmica al mencionar a los "sangres sucias" en voz alta. Era una línea roja que no se cruzaba, un secreto oscuro y vergonzoso del linaje que no se verbalizaba, menos aún por un "idiota" de generación inferior que no entendía nada.

John dio otro paso, su figura, arquetipo de la pureza Valmorth, irradiaba una autoridad peligrosa e innegable. La regla sobre el uso de su nombre no era algo negociable, era un decreto. —Mi nombre… el apellido Valmorth… no se usa a la ligera. No por cualquiera que se arrastra por ahí. —Su aura de Linaje Primigenio estalló momentáneamente, una ráfaga de poder frío e inmenso que barrió el valle, pero la contuvo de inmediato, un ejemplo de la potencia que controlaba. —Solo aquellos que yo considero… dignos. Que demuestran un poder que respeto. Que son verdaderamente fuertes. Solo ellos pueden dirigirse a mí por mi nombre de pila. Y mucho menos… usar el apellido de mi puto Linaje.— La regla era clara, brutal y unilateral. Y Ryuusei la había roto de la manera más ofensiva posible, sin haber ganado jamás el privilegio de siquiera conocerla.

La ira helada de John se asentó en una decisión implacable. Ryuusei era débil, era impertinente, y acababa de insultar lo más sagrado para un Valmorth pureblood: la supuesta "pureza" de su linaje y el secreto sucio de la sangre impura dentro de él. —Pero tú… Kisaragi.— Usó el apellido de Ryuusei con un desprecio palpable, una inversión brutal del privilegio que acababa de describir. —Eres débil. Eres un idiota con potencial. Y me has faltado el respeto de la peor y más jodida manera posible.— Su tono era final, sin espacio para la discusión, la súplica o la piedad. —Ya que te empeñas tanto en aprender a base de golpes, y ya que me has hecho enojar de esta forma… —Una chispa cruel y anticipatoria brilló en sus ojos rojos—. Te daré una puta lección.— Declaró, sentenciando a Ryuusei a un nuevo y sádico tormento. —Una sobre el respeto. Una sobre el precio de usar nombres y hablar de cosas que no mereces ni siquiera entender, menos aún pronunciar.—

El silencio se rompió en una explosión instantánea de movimiento y energía letal. John Valmorth no perdió el tiempo. Con una velocidad que, aunque no alcanzaba la devastación de Aurion, era sobrehumana y letal en extremo, se lanzó sobre Ryuusei. Su katana apareció en su mano como si se hubiera condensado del aire mismo, una extensión de su voluntad.

Ryuusei, a pesar de su agotamiento, el dolor residual que lo carcomía y el shock de la repentina furia de John, reaccionó con la velocidad instintiva forjada en el entrenamiento brutal de Snow. Su aura, aunque disminuida y agotada, fluyó instintivamente para defenderse. Esta no sería otra derrota pasiva. Lo habían llamado "idiota" por no pelear bien, y ahora, incluso superado y adolorido, se negaba a simplemente caer de nuevo.

El acero de la katana de John silbó en el aire helado, buscando una vida. El aura de Ryuusei, tenue pero presente, interceptó por un instante, desviando el filo. Un choque brutal de voluntades, de poder crudo y de la desesperación contra la furia letal, resonó en el valle aislado. John Valmorth, el sangre pura enfurecido, contra Ryuusei, el potencial de alta generación, desafiante, dolorido y luchando salvajemente por su vida en la primera "lección" real sobre el precio del conocimiento, el respeto a los poderosos y las líneas que jamás se deben cruzar.

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