El frío viento ruso aullaba sobre el valle desolado, un lamento sordo que se mezclaba con los gemidos ahogados de Ryuusei. Yacía en el suelo, un amasijo de carne lacerada y huesos que se reconstruían con una agonía insoportable.
El trauma de la decapitación aún vibraba en cada fibra de su ser: no solo el corte, sino la tortura abrasadora de una regeneración forzada que luchaba por reconectar su cabeza, por sellar el horror.
Su cuello, unido de nuevo, mostraba una línea roja y humeante que se cerraba visiblemente. Pero el dolor... el dolor era peor que la herida. Una quema interna lo consumía mientras su cuerpo, exhausto, se aferraba a la vida.
Mentalmente, la humillación lo destrozaba. Derrotado de forma rápida y brutal por Aurion, su arrogancia se había hecho polvo en diez segundos. Estaba en su punto más bajo, temblando, indefenso, deseando que todo terminara.
Entonces sintió otra presencia. No era la energía abrumadora de Aurion. Era distinta: aguda, precisa, peligrosa.
Una figura apareció en el borde del valle, caminando con una calma desconcertante sobre la nieve.
Un hombre alto, con una presencia que emanaba confianza tranquila… y letal. Vestía como sacado de otro tiempo, pero lo más llamativo era el arma que empuñaba: una katana larga, de diseño simple y elegante.
John Valmorth.
John se acercó a Ryuusei. Observó su estado: cuerpo tembloroso, herida del cuello aún fresca, ojos dorados llenos de dolor y derrota.
No mostró piedad. Solo una fría curiosidad.
Sin decir palabra, sin dudar un segundo, su katana se movió como un destello de acero.
El filo cortó carne y hueso.
La pierna derecha de Ryuusei fue separada justo por encima de la rodilla. El corte fue limpio, quirúrgico. Un chasquido brutal.—¡Aaaaaargh! —El grito de Ryuusei rasgó el aire, mezcla de horror y desesperación. El nuevo dolor se sumaba a la tortura de su regeneración incesante.
La pierna cayó con un golpe sordo. Del muñón sangrante y del miembro cortado brotó tejido, buscando reconexión, retorciéndose, regenerándose… con una agonía atroz.
Era una pesadilla sin fin: destrozado, curándose, vuelto a destrozar. Todo mientras la humillación seguía ardiendo en su orgullo.
Pero antes de que John pudiera atacar de nuevo, una presencia familiar y abrumadora emergió.
Aurion.
Vio la escena: Ryuusei, mutilado, regenerándose en el suelo. John, de pie, con la katana aún cálida de sangre.
El rostro de Aurion se endureció. Sus ojos, antes fríos, brillaron con una intensidad distinta.
—John. —La voz de Aurion resonó, firme, autoritaria—. ¿Qué estás haciendo aquí?
John no se inmutó. Limpió la katana con un movimiento elegante, quizá en el aire o sobre un trozo de tela invisible. La envainó con un clic metálico.
Se volvió hacia Aurion con una sonrisa arrogante, tranquila.
—Aurion, —dijo con tono casual, casi divertido—. ¿Por qué? Simple.
Se encogió de hombros, como si fuera evidente.—Estaba aburrido de esperar.
Su mirada se desvió brevemente al campo de batalla, donde el eco de la guerra aún vibraba.
—Estuve jugando con los soldaditos canadienses. Rompiéndolos. Matándolos.
Lo dijo como quien comenta una tarde de paseo.—Pero se volvieron predecibles. Repetitivos.—Su sonrisa se amplió, mezcla de hastío y burla—. Nadie fuerte. Nadie que valga el esfuerzo.
Sus ojos volvieron a Aurion.—Y entonces… te vi.
La chispa de interés real brilló por fin.
—Te vi descender. Sentí esa energía. Ese choque… aunque breve. Te vi llevártelo a él.
Hizo un gesto con la cabeza hacia Ryuusei, aún retorciéndose en el suelo.
—Sentí su aura. Ese potencial. Incluso ahora, mientras se retuerce… es interesante. Un desafío muy distinto a los juguetes que estaba rompiendo.
Su sonrisa se volvió más afilada.
—Así que… decidí unirme.
Presentó la escena con los brazos abiertos.—Aquí es donde está la verdadera diversión, ¿no?
Ryuusei, mutilado, el cuello recién sanado, atrapado entre la mirada de Aurion y la sonrisa depredadora de John, era un daño colateral en una confrontación que lo sobrepasaba.
El valle, antes silente, ahora era escenario de una nueva tensión.Aurion, el héroe supremo.John, el acero inesperado.Y Ryuusei… el sacrificio involuntario.
La batalla en Rusia continuaba, pero aquí, el verdadero peligro apenas comenzaba.