Cherreads

Chapter 11 - CAPITULO 10

La niebla ardía, Escarlata no supo cuándo cambió. Un momento era solo vapor tibio cubriendo el bosque, y al siguiente, cada bocanada era fuego. No un fuego físico, sino uno que le quemaba por dentro: en los ojos, en la lengua, en los huesos.

Liora dormía, envuelta en una cúpula de sombra que apenas lograba mantener unida. Su rostro estaba pálido, casi translúcido. El escudo que él había tejido con su propio poder vibraba como si el mundo lo rechazara.

Entonces, lo sintió.

La tierra no tembló.

El aire no susurró.

Las sombras no se alzaron.

El bosque se detuvo.

Y eso fue peor que cualquier aviso.

Escarlata se incorporó lentamente con el bastón en mano, los músculos al borde del colapso. El cielo —si aún podía llamarse así— se había vuelto rojo oscuro, como sangre diluida.

No había sonido.

Hasta que llegó la primera nota.

Un zumbido bajo t constante.

Como si una campana sonara desde lo profundo del planeta.

Y entonces, lo vio.

Una silueta en el horizonte.

Grande. Inmóvil.

A medida que se acercaba, las sombras no reaccionaban.

La suya… se negaba a tocar el suelo.

Escarlata frunció el ceño.

La bestia no corría.

No lo necesitaba.

El mundo se desplazaba para darle paso.

Y cuando llegó al claro, el aire mismo se rompió como cristal.

La criatura era un amalgama de dimensiones imposibles.

Tenía piernas de marfil que terminaban en dedos humanos.

Un torso cubierto por placas de obsidiana viva que se movían como pulmones.

Y en vez de cabeza, una jaula abierta, dentro de la cual flotaba una esfera que giraba al ritmo de su propio corazón.

Escarlata sintió algo en su pecho.

No era miedo, era resignación.

—¿Qué eres…?

Y una voz, desde adentro, respondió:

—Soy lo que viene cuando el Vacío se queda sin palabras.

—Soy el final de la adaptación.

—Soy el Permanece

La bestia alzó una extremidad. No para atacar. Para señalarlo.

La sombra de Escarlata huyó.

Literalmente se despego de sus pies y corrió como una criatura viva hacia la espesura, dejando al joven solo.

—¿Traición…? —susurró, con amargura—. ¿Incluso tú?

Pero no había tiempo.

El Que permanece dio un paso.

Y el mundo colapsó.

Escarlata intentó moverse, pero el peso del aire era como barro. El bastón tembló en sus manos. Arremetió y gritó, su técnica, sus reflejos, su instinto, su experiencia… nada funcionó.

La bestia lo golpeó sin tocarlo.

El impacto lo lanzó contra una roca.

Sangró.

Mucho.

Su visión se nubló.

Su oído falló.

Sus pensamientos se desordenaron como hojas al viento.

Se puso de pie.

Una vez más.

Y arremetió con un grito que hizo eco en su propia sombra ausente.

El Que Permanece lo recibió.

Y sin esfuerzo… lo partió.

Un golpe. Solo uno.

Y Escarlata murió.

Su cuerpo cayó sin peso.

Sin sonido.

Y el mundo se apagó.

---

El Plano Sin Puertas

No había suelo.

No había cielo.

Solo una llanura interminable de agua negra y cielo blanco.

Escarlata estaba de pie.

No respiraba.

No sentía su cuerpo.

Solo estaba… ahí.

Frente a él, otra figura.

Parecía él.

Pero más alto.

Más firme.

Más… verdadero.

Y tras él, una sombra.

No como antes. No pegada.

Separada. Con ojos. Con boca. Con voz.

—Por fin —dijo la sombra—Te rompiste.

Escarlata intentó hablar, pero su voz no se formó.

El reflejo de sí mismo se acercó.

—¿Quién crees que eres sin mí?

—Soy Escarlata… —murmuró al fin—El de El Matadero, el que sobrevivió, el que lucha…

—Mientes —interrumpió la sombra—Eres el niño que temió a su reflejo. El que usó la oscuridad para no ver su dolor. El que necesita pelear… porque no sabe amar.

Escarlata dio un paso atrás.

—Liora…

—No es tu ancla —gruñó la sombra—Es tu escape, como lo fue el Vacío, como lo fue tu poder ¿O crees que ella está contigo por quién eres… y no por lo que hiciste por ella?

La sombra lo observaba en silencio.

No intervenía. Solo esperaba.

—Entonces… ¿qué soy?

—Una mentira.

Pero aún puedes elegir en qué convertirte.

Escarlata cerró los ojos.

—¿Y si no quiero elegir?

—Entonces despertarás como una sombra… pero no como Escarlata.

El agua se estremeció bajo sus pies.

La sombra avanzó.

—Absórbeme, si tienes el coraje.

O déjame… y serás libre, sin dolor, sin culpa, sin memoria.

Escarlata se arrodilló.

No por miedo.

Por cansancio.

Pero entonces pensó en ella.

Liora.

Sus heridas.

Su sonrisa.

Su risa bajo la lluvia.

Y lo supo.

—No quiero paz, ni quiero olvidar.

Se puso de pie.

—Quiero la verdad, con dolor, con sombras, con cicatrices.

La sombra se detuvo y asintió.

Y juntos, caminaron hacia él.

Escarlata abrazó la sombra.

No como enemigo.

No como arma.

Como parte de el.

Y el plano… se rompió.

---

Un latido.

Uno solo.

Pero fue suficiente.

Escarlata despertó.

El cielo era negro.

La bestia había desaparecido.

Liora lo sostenía con sus brazos temblorosos.

—¡Escarlata…! ¡Escarlata…!

Él tosió sangre. Abrió los ojos.

Y lo supo:

ya no era el mismo.

Su sombra estaba a su lado.

Silenciosa. Obediente.

Pero… viva.

Y en su pecho, donde antes solo había rabia y dolor, ahora había algo más: aceptación.

El Que permanece no fue derrotado.

Solo se fue.

Pero no sin dejar algo atrás.

Una herida en el alma.

Y un recordatorio:

Escarlata podía morir.

Pero mientras tuviera una sombra…

podía renacer.

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