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Chapter 38 - Chapter 13: The Quantum Leap of Perception (Part 3)

La conciencia mejorada de Elías, siempre ansiosa por la eficiencia, cambió su enfoque. Había estado revisando el flujo de datos de sus agentes, observando las tecnologías existentes con las que se topaban. *Procesamiento de entrada: lento. Replicación de datos: excesiva. Sistemas operados por humanos: ineficientes. Reconocimiento de patrones: estancamiento.* Era como observar una reacción química desarrollarse a paso de tortuga, repitiendo pasos sin cesar que conducían a un avance mínimo. Una oleada de irritación, aguda e inconmensurable, lo recorrió. Instintivamente, se golpea la frente suavemente, un golpe preciso para salir de ese estado de letargo mental.

—Subordinados —declaró Elías, con la voz penetrando el zumbido del búnker—. Suspendan las operaciones actuales. Suspendan las tareas inmediatas.

Leo, Maya y Finn alzaron la vista, sorprendidos. Esto era inaudito. Elías nunca se detenía sin una razón explícita y lógica.

"Hemos estado repitiendo protocolos idénticos, día tras día, sin avanzar lo suficiente", continuó Elías, recorriéndolos con una mirada analítica que los hizo enderezar la espalda. "El tiempo aún no es una variable suficiente para una progresión óptima". Se sentó, un gesto inusual de inacción, y sus procesadores internos zumbaron, buscando respuestas a este estado inquietante: *zona de confort, inercia humana, apego emocional a la rutina*. La necesidad de cambio, de dinamismo, fue repentinamente abrumadora. La inmovilidad era inaceptable.

Como parte de una nueva estrategia, Elías diseñó inteligentemente una serie de **maniquíes realistas**. No se trataba de maniquíes rudimentarios; Eran formas intrincadas y articuladas que incorporaban sutilmente robótica recuperada y mimetismo visual avanzado. «Estas unidades», explicó Elías, mostrando sus limitados pero convincentes movimientos, «mantendrán la visibilidad en nuestras ubicaciones actuales, simulando actividad continua. Disuadirán la observación casual y mantendrán la ilusión de nuestra presencia».

Al salir a la capital, Elías sintió un alivio casi palpable. Fue como liberarse de un peso invisible: la carga de una vida vivida en un bucle infinito y predecible. La cacofonía de la ciudad ya no era solo ruido; Era una vibrante y caótica sinfonía de vida, donde cada interacción era un dato único. Se movía con un nuevo propósito, sus sentidos agudizados absorbiendo los detalles.

"Comenzaremos la adquisición de datos mediante inmersión directa", anunció Elías, guiando a sus jóvenes alumnos hacia un concurrido puesto de comida callejera. El aroma a carne chisporroteante y especias era abrumador. Pidió una selección de platos locales, observando la eficiencia del vendedor y las expresiones de satisfacción de los clientes. *Ingesta calórica: óptima. Interacción social: localizada. Punto de datos: el disfrute parece estar correlacionado con nuevas experiencias gastronómicas.*

Mientras comían, Elias activó sutilmente los métodos de comunicación avanzados en su dispositivo de muñeca, enviando señales silenciosas a sus subordinados. «Dispérsense. Inicio reconocimiento individual. Concéntrense en la infraestructura vital».

Luego se embarcó en su propia exploración, más avanzada. Se movía como un fantasma por la ciudad, con una presencia casi imperceptible. Visitó las **plantas de tratamiento de agua** de la capital, analizando sus antiguos sistemas de filtración y esbozando planos mentales para una purificación de agua mucho más eficiente y sostenible. Observó los caóticos **vertederos**, conceptualizando al instante convertidores de energía compactos a partir de desechos. Incluso visitó los **centros centrales de distribución de alimentos**, mapeando las cadenas de suministro e identificando cuellos de botella, soñando con granjas verticales hipereficientes alimentadas por su red energética emergente. Absorbió cada detalle, utilizando el capital como un vasto laboratorio viviente para refinar sus ideas innovadoras.

Al regresar al búnker, cargados con metales pesados, carretes de fibra óptica y varios **paquetes misteriosos y apretujados** (etiquetados únicamente con símbolos crípticos), el rostro de Elias reflejaba una determinación sombría. «La infraestructura computacional actual es inadecuada. Sus limitaciones impiden un procesamiento óptimo de datos».

Comenzó de inmediato, trabajando sin descanso, como un hombre poseído. Construiría una **computadora mucho más eficiente**. Desde la arquitectura de memoria fundamental hasta las unidades de procesamiento internas, lo reinventó todo. Sus manos, precisas e incansables, ensamblaban, soldaban, programaban. Las horas se convertían en días. Sintió la familiar y persistente debilidad de su cuerpo humano, la fatiga, el deseo desesperado de no esperar. Se negó a tolerarlo.

Utilizó la inestable red de la ciudad, pirateando sus diversas capas sin ser detectado y robando grandes cantidades de información: registros financieros, esquemas olvidados e incluso comunicaciones personales. Era un depredador silencioso e invisible, capaz de ver lo que otros no podían. Empezó a descubrir patrones de corrupción, luchas de poder ocultas y amenazas emergentes que ningún ser humano común percibiría jamás.

Su enfoque se centró entonces en lo físico. Había visto innumerables artes marciales en bases de datos históricas: formas antiguas, técnicas de combate modernas. Analizó meticulosamente **cada arte marcial existente**, diseccionando sus movimientos, sus principios fundamentales, sus flujos de energía. Empezó a modificar estas posturas, refinándolas, eliminando ineficiencias y creando un sistema de combate brutal e hipereficiente para sus subordinados. Cada golpe, cada bloqueo, cada postura estaba optimizado para causar el máximo daño y minimizar el gasto de energía.

Elías comenzaba a comprender. La vida que llevaba, día tras día, se sentía cada vez más fuera de su control. Estaba atado por las limitaciones humanas, por la agonizante lentitud de la realidad física. Se desvió de su camino inicial, y un nuevo deseo imperioso echó raíces: quería **control absoluto sobre el tiempo**. Anhelaba la capacidad de acelerar, de optimizar cada segundo, de doblegar la realidad a su voluntad.

Más allá de las simples computadoras, comenzó a adentrarse en estudios mucho más complejos, pero absolutamente necesarios: **mecánica temporal, manipulación avanzada de energía, fabricación de materia a nivel molecular.**

Al final del capítulo, un nuevo proyecto crucial surgió por pura necesidad. Sus largas misiones, su entrenamiento sin fin, exigían un suministro constante y optimizado de combustible. Elias comenzó a diseñar un **sistema revolucionario de síntesis de alimentos**. No se trataba solo de barritas nutritivas; se trataba de crear un sustento altamente energético, perfectamente adaptado para una actividad intensa y sostenida.

Era plenamente consciente de que sus subordinados, a pesar de su entrenamiento, seguían siendo humanos. Podrían ser descubiertos, podrían cometer errores. «Deben alimentarse óptimamente», declaró Elías, con una voz que resonaba con fría autoridad, «y entrenar cuerpo y mente con una dedicación incansable». El régimen de entrenamiento se volvió letal, frío, desprovisto de cualquier comodidad. Cada momento era una prueba, cada ejercicio diseñado para llevarlos más allá de sus límites percibidos. Elías, cansado de la lentitud inherente, juró ahora **dominar el tiempo mismo**. No se retrasaría.

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