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Chapter 4 - Capitulo 4: Quirk naciente [2]

"¡Papá! ¡¿Puedo jugar con los demás niños?!" Gritó un niño de cabello castaño claro y ojos brillantes, repletos de energía, mientras tironeaba de la manga de su padre.

El hombre bajó la vista desde detrás de sus gafas, mirando a su hijo que irradiaba una gran energía a su alrededor.

"Claro. Solo ten cuidado, Ethan."

Con una sonrisa radiante, se lanzó hacia los juegos con el ímpetu de un cohete despegando. Sus pasos eran torpes, pero llenos de vida. Cada vez que su pequeño cuerpo se movía, parecía que el mundo le respondía con alegría.

El padre lo siguió con la mirada, quieto, con las manos entrelazadas tras la espalda. 

"¡Ve con cuidado, hijo!" Gritó, preocupado de que algo pudiera sucederle, si es que seguía corriendo de forma tan imprudente.

"Energía pura... ¿No cree?" Comentó una mujer que también miraba a su propio hijo desde otro banco, cruzando los brazos con una sonrisa resignada.

El hombre apenas asintió.

"Son criaturas imparables" Siguió el comentario de la mujer, mirando como Ethan corría con gran emoción y empezaba a hablar con el resto de chicos en el lugar.

"A veces pienso que sin mi esposo, seria imposible criarlos" Dijo casualmente la mujer, el hombre sonrió con cierta amargura.

"Gasta bastante energía criar a uno, y mi esposa quería tres" Un pequeño bufido de risa se le escapo de los labios al terminar su frase.

"Eso es una tortura total, apena tendrían tiempo para ser ustedes mismo" Aconsejo la mujer, casi como si tuviera una gran experiencia en el tema, a pesar de que pareciera que eran de la misma edad.

"Al menos, se quedo solo en la idea..." Dijo, tratando de cambiar el tema ligeramente.

La mujer se rio ligeramente, no notando la risa amarga que se le escapo al hombre parado a unos pocos metros de ella. El padre de Ethan volvía a concentrarse en su hijo, que subía tambaleante a la plataforma del tobogán.

Uno de los niños que corría detrás de Ethan tropezó torpemente, empujándolo sin querer. El pequeño cayó con todo el peso de su cuerpo, rodilla contra el borde de cemento que separaba la zona de juegos del césped. 

El cuerpo del hombre se movió al instante, corriendo para alcanzar a Ethan que se estaba levantando entre sollozos, con lágrimas empañando su rostro. Su rodilla izquierda mostraba un feo raspón, que cabria gran parte de la zona. Pequeños hilos de sangre empezaron a bajar, manchando sus piernas.

"¿Estas bien...?" Dijo al instante el padre de la criatura, cuando se acerco a su lado. Pero sus ojos se abrieron sorprendió por lo que estaba viendo.

Mientras Ethan se sobaba la pierna y gemía, la herida empezó a... cerrarse.

Primero fue el sangrado, que disminuyó de inmediato. Luego la piel, regenerándose con una rapidez antinatural. El enrojecimiento desapareció. Y en menos de un minuto, la rodilla del niño estaba limpia, lisa, cubierta solo por una fina capa de piel nueva.

El padre se agachó lentamente.

"Ethan... ¿te duele?" Preguntó, su voz entremezclada entre preocupación y asombro.

El niño negó con la cabeza, aún con lágrimas en los ojos.

"Ya pasó..." 

El padre miro durante unos segundos la herida que se encontraba cerrada, su mente divagando, hasta que una idea se le cruzo por la mente.

"Vamos a casa" 

Ethan miro a su padre y asintió, tomando su mano para empezar a alejarse del parque. Su emoción por el juego había decaído totalmente, solo queriendo llegar a su casa y descansar, se sentía bastante fatigado.

***

Reiji despertó totalmente agitado a mitad de la noche, su mente repasando constantemente las imágenes tan lucidas del sueño que acababa de tener. Con el pecho subiendo y bajando como si hubiera corrido una maratón.

La habitación estaba en silencio, apenas iluminada por la pálida luz de la luna que se colaba por entre las cortinas. Un zumbido débil del refrigerador en la cocina era lo único que rompía el silencio. Todo estaba en calma… excepto su mente.

Sus manos temblaban levemente, ocultas bajo la manta, mientras sus ojos recorrían el cuarto sin enfocarse en nada. El corazón le retumbaba en los oídos.

El calor tibio de la noche apenas servía para combatir la sensación gélida que le recorría la espalda.

No entendía por qué, pero la escena seguía tan vívida como si hubiera ocurrido hace solo unos segundos. Podía sentir aún el ardor de la herida en su rodilla, la textura del cemento, la mirada de ese hombre… su padre. No el actual. El otro.

Lo había sentido. Había vuelto a ser Ethan. 

Su respiración se mantuvo agitada por largos segundos. Algo le dolía en lo más profundo del pecho. No era físico. Era esa punzada sorda que aparece cuando uno recuerda algo que desearía haber olvidado para siempre.

Se llevó una mano a la frente y notó que estaba sudando. A su lado, Himiko dormía profundamente, enroscada como un pequeño gato, su respiración tranquila. Esa imagen le devolvió algo de estabilidad. Cerró los ojos por un instante y trató de calmar su mente.

'No fue real… o sí…'

No quería ser un experimento otra vez.

No quería que lo miraran con ojos vacíos, esperando resultados.

Su respiración finalmente se estabilizó, aunque el temblor en sus dedos aún no desaparecía. Giró apenas el rostro, y al ver que Himiko seguía durmiendo, bajó los pies de la cama y se quedó sentado, en silencio.

'Aquí... soy Reiji. No soy Ethan. No soy él.'

Repitió esa frase en su mente, como un mantra desesperado.

Lo que lo descolocaba no era solo la claridad de las imágenes. Era la certeza absoluta de que eso le había pasado. En otra vida. En otro cuerpo. Con la misma habilidad.

Su regeneración.

En ese entonces, nadie la llamó así. Ni Quirk, ni don, ni talento. Solo una anomalía. Un error que debía estudiarse. Analizarse. Explotarse.

Su mandíbula se tensó.

'No volveré a ser eso.'

Volvió la vista a Himiko, su pequeña figura protegida por la oscuridad, con el cabello revuelto sobre la almohada. Ella también tenía algo especial. Algo que nadie entendía. Algo que podía llevarla a ser amada o temida.

No iba a dejar que nadie la tocara con las mismas manos frías con las que él fue marcado.

Reiji se recostó lentamente de nuevo, con el cuerpo aún algo rígido. Pero esta vez, en vez de cerrar los ojos, los mantuvo abiertos, fijos en el techo. Escuchando el silencio. Sintiendo cada latido.

No tenía más que año y medio en esta nueva vida, pero hay herida que no se sanan, incluso en toda una vida. Su mente divago, volviendo hace unas horas atrás, cuando Himiko se quedo absorta mirando a la sangre de su compañero y su mirada totalmente arrepentida de algo que ni siquiera hizo.

'No sufrirás eso... No puedo permitir que lo hagas...'

***

Era mediodía, y Reiji seguía durmiendo tranquilamente en su habitación. Las pesadillas y los pensamientos constante sobre el futuro, apenas le permitieron cerrar el ojo y solo con la salida del sol se sintió más tranquilo, como si fuera la señal de que sus demonios ya no podían afectarlo.

La pequeña Himiko, que había dormido toda la noche, se encontraba jugando en solitario en el patio de la casa. Era un día Sábado, por lo que sus dos padres se encontraban en casa, algo raro pero que ambos pequeños disfrutaban.

Mientras la madre preparaba algo de comida en la cocina, mirando por la ventana a su hija de manera ocasional, el padre hojeaba una revista en el sofá totalmente absorbido en la lectura. La casa respiraba tranquilidad.

"¡Oh, un gato!" Exclamo Himiko al ver al animal asomarse por la cerca de su patio, sus ojos brillaron de fascinación ante la pequeña mascota, viendo su hermoso pelaje naranjo.

El gato tenía sus pupilas afiladas clavadas en un objetivo mucho más interesante: un pequeño gorrión que revoloteaba desprevenido cerca de un arbusto. El ave picoteaba el suelo, ajena al depredador que acechaba.

Himiko no comprendía del todo qué ocurría. Quería tocar al gato, acariciar su lomo brillante y ronroneante, pero antes de que pudiera dar un paso más, el animal se tensó como un resorte…

Fue un movimiento preciso, rápido, brutal.

El gorrión apenas tuvo tiempo de aletear una vez antes de que el peso del felino lo aplastara contra el suelo con un chillido ahogado. Las garras del animal se clavaron fuertemente en la piel del abe, evitando que este se escape y con los colmillos listo para devorar a su presa.

Himiko se quedó paralizada, su mente todavía procesando lo que estaba sucediendo. Cuando finalmente vio como el pequeño animal dejaba de chirriar, su mente conecto lo que estaba sucediendo.

"¡Chu, gato malo"! Exclamo ella corriendo hacia los dos animales, ahuyentando al gato que se fue exactamente por donde vino anteriormente, dejando el cuerpo del pobre animal que acababa de cazar.

La sangre del pequeño animal se escurría por sus heridas, chorreando en el suelo del pequeño césped del patio de juego.

"¿Estas bien, pajarito?" Murmuró acercándose al animal, tomándolo en sus pequeñas manos. Poniéndolo al frente de sus ojos, mirando fijamente a la pequeña criatura que ya había fallecido totalmente.

La respiración de Himiko se volvió temblorosa. Sostuvo al ave muerta entre sus manos con una mezcla de desconcierto y… algo más. El rojo que manchaba las plumas, la tibieza que aún conservaba el cuerpo, el contraste entre la suavidad del plumaje y la aspereza de la sangre… todo le parecía extraño, atrayente, casi hipnótico.

"¿Por qué… estás dormido?" Susurró.

No entendía del todo lo que sentía. Era una mezcla de tristeza y hambre. Sin pensarlo, sus dedos temblorosos se deslizaron hacia el cuello del ave, tocando las heridas abiertas. Manchó sus dedos con la sangre tibia y luego, instintivamente, los llevó a los labios.

El sabor metálico la sobresaltó… pero no la detuvo.

Volvió a lamerse los dedos. Luego lo hizo con más decisión. Cerró los ojos. El corazón le latía fuerte.

Desde la ventana, la madre, que acababa de probar la sopa, giró la cabeza con un gesto automático para revisar a Himiko. Lo que vio le hizo fruncir el ceño.

Parpadeó. Se inclinó un poco.

Himiko… ¿estaba sosteniendo algo?

Se acercó a la ventana.

"Himiko-chan" La llamo desde el otro lado, pero su hija ni siquiera reacciono a su llamado. Desde donde estaba no podía notar lo que estaba sucediendo, pero abrió los ojos al notar como la chica se llevaba algo a la boca.

Sus instintos maternales se activaron de inmediato, dejo todo lo que estaba haciendo y salió corriendo al patio, su esposo que se encontraba en el salón, al ver la actitud de su esposa, se levantó de un salto, el corazón bombeando con fuerza sin saber aún por qué.

La puerta del patio se abrió de golpe.

"¡Himiko!"

La voz de la madre rasgó el aire cuando llego al patio, deteniendo a Himiko en su actuar.

Cuando el padre llego al patio, se paro junto a su esposa, viendo lo que su hija estaba haciendo.

Himiko estaba en cuclillas, el vestido blanco manchado de tierra y salpicado de gotas rojas, sosteniendo con delicadeza el cuerpo sin vida del gorrión. La sangre fresca del ave resbalaba entre sus dedos, y una línea carmesí le manchaba la comisura de los labios. Con total calma, como si estuviera comiendo algo dulce, pasaba la lengua por la sangre, absorbiéndola con fascinación.

El padre sintió un escalofrío recorrerle la columna. Abrió los ojos de par en par, inmóvil, como si su cerebro se negara a procesar la imagen.

La madre, incapaz de contener el horror, cayó de rodillas en la tierra con un gemido.

"Himiko… ¿Qué hiciste?" Se pregunto, incapaz de reaccionar. Su hija, la misma niña que había parido y criado, estaba al frente suyo devorando a un animal, su sonrisa era perturbadora y podía notarse el disfrute en su rostro.

Como si aquello fuera... parte de ella.

"No quería que se muriera..." Susurró, bajando de nuevo la mirada al pajarito ensangrentado. "Solo quería saber por qué no se movía..."

El padre se adelantó un paso. Su respiración era densa. Su voz, ahora mucho más alta, estalló.

"¡¿Le estabas chupando la sangre, Himiko?!"

Ese grito retumbó en las paredes de la casa. 

Reiji, que seguía dormido arriba, se revolvió de golpe entre las sábanas. El eco del grito lo arrancó de un sueño inquieto y, con los ojos aún turbios, se incorporó bruscamente.

'¿Qué está pasando...?'

"Papa... Yo..." Intento explicar la niña, su voz temblorosa, sabiendo que estaba apunto de ser regañada.

El padre dio dos zancadas, y con una fuerza que no solía mostrar, tomó a Himiko de la muñeca, obligándola a soltar al pájaro muerto. El cuerpo sin vida cayó al césped con un leve plaf, dejando una mancha rojiza sobre la tierra húmeda.

"¡Nada, no puedes hacer eso!" Rugió el hombre, fuera de sí, como si la escena ante sus ojos no pudiera ser parte de la realidad.

Los ojos de Reiji se agrandaron al instante, su mente procesando muchas cosas a la vez. Su cuerpo reacciono, empezando a correr para ir él mismo a ver la escena que estaba sucediendo en el patio.

'¿Qué hizo Himiko? ¿Qué fue ese grito...?'

Cuando atravesó la sala, lo primero que vio fue a su madre, de pie junto a la puerta del patio, con una mano sobre la boca. La segunda imagen lo golpeó más fuerte. Su padre, arrodillado frente a Himiko, aún sosteniéndole la muñeca, con fuerza contenida. Y en el suelo, el pequeño pájaro, muerto, con las plumas manchadas de rojo.

Himiko tenía los ojos empañados, confundida, respirando con dificultad, con restos de sangre fresca aún en los labios.

"¡Suéltala!" Gritó Reiji desde el fondo.

El padre levantó la mirada, viendo a su otro hijo llegar a la escena. Durante un segundo eterno, los ojos de ambos se encontraron. Los del adulto temblaban por dentro, su hijo de apenas un año y medio, le acababa de gritar como si él mismo fuera el malo.

Los de Reiji, en cambio, ardían. De rabia. De protección. De confusión.

"!No la toques así¡" Grito, bajando al jardín a paso firme, interponiéndose entre ellos.

El hombre dudó. Su mano soltó lentamente la muñeca de la niña. La marca de su agarre podía notarse en su frágil cuerpo.

Himiko apenas contenía su llanto, su cuerpo entero temblando en una mezcla de miedo y tristeza.

Reiji se agachó junto a ella sin decir una palabra. Rodeó sus hombros con un brazo y la acercó a su pecho. La pequeña no se resistió, abrazando a su hermano menor con fuerza.

"No quise hacerle daño…" Murmuró ella, como un susurro contra su pecho. "Solo... sabía dulce."

El silencio volvió a caer. Solo se oía el canto de los pájaros lejanos y la respiración agitada de todos los presentes.

***

Era de noche, en el dormitorio principal, los padres de Himiko estaban sentados en la cama, ambos aún vestidos, sin haberse atrevido a hablar durante horas. Sus hijos durmiendo y sin embargo, la escena vivida de su hija chupando la sangre del pequeño pajaro seguía viva en las mentes de los dos padres, no sabían como reaccionar después de ver eso.

Himiko estaba devorando a un animal muerto, y sin embargo, no podía entender que estaba haciendo mal. Claramente algo había fallado con ella, sus pensamientos divagaban constantemente y el silencio era absoluto en la habitación de ambos.

El padre se frotó la cara con las manos, exhausto, con los ojos abiertos como si aún estuviera viendo a su hija repetir aquella acción grotesca.

"No fue normal. Ni lo que hizo ella… ni la forma en que nos miró después. Esa cara..." Se interrumpió, bajando la mirada "No era de culpa, solo se asusto porque la regañe..."

Ella se giró lentamente hacia él, aferrando con fuerza el borde de la colcha.

"Ella... No lo hará de nuevo ¿Verdad?" Soltó los pensamientos que más de una vez habían invadido su mente, no podía parar de pensar que la mirada de su hija llena emoción y excitación total a lo que estaba haciendo.

El padre apretó la mandíbula. Un tic nervioso le cruzó la ceja.

"Tenemos que controlar ese impulso. Como sea. Tal vez… buscar ayuda. Un médico, un psicólogo, lo que sea necesario"

"¿Y si no sirve? ¿Y si es algo que ya está dentro de ella?"

"No digas eso"

Ella no respondió. Bajó la cabeza, derrotada, mientras su esposo se levantaba de la cama y comenzaba a caminar en círculos por la habitación, inquieto por los pensamiento que inundaban su mente.

"No puede salir de esta casa. Nadie puede saberlo. No quiero que la señalen. No quiero que… crean que está loca."

Y entonces, una pausa.

"Y tampoco me gustó cómo nos miró Reiji. Fue un solo segundo… pero había algo en su mirada. Como si… Lo que su hermana estaba haciendo fuera bueno, que yo era el malo por intervenir"

'¿Eh?'

Reiji, sentado en las escaleras del segundo piso, contuvo el aliento.

No era la primera vez que escuchaba conversaciones privadas sin ser invitado, pero pocas lo habían dejado tan rígido como esta. 

'No se equivocan… esto no va a detenerse con regaños, ni con un psicólogo barato que trate de disfrazar el síntoma sin mirar la raíz'

Los recuerdos del futuro de su hermana invadieron su mente, se había prometido que no dejaría que llegue a ese punto y sin embargo, se había descuidado y todo había escalado demasiado rápido.

'Si la quieren "curar" con métodos comunes, solo van a empujarla al límite. Himiko no entiende lo que hizo, la solución no es reprimirlo...'

"Estaba en shock. Eso es todo."

Él asintió, pero no dijo nada más. El silencio volvió a reinar en la habitación, pactando silenciosamente lo que haría con su 'Problemática' Hija.

Con pasos silenciosos, se retiró de la baranda y regresó a su habitación. Cerró la puerta con cuidado, como si cada movimiento formara parte de una coreografía ensayada.

Se sentó en la cama, mirando al techo, la mente ya muy lejos de ese hogar.

'No voy a dejar que la destruyan. Si nadie más entiende lo que es, entonces yo me encargaré de enseñarle cómo vivir con ello. Cómo controlarlo'

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