Cherreads

"No soy el villano del libro… pero lo seré" ( Reencarne en un NPC)

AndresVEVO
7
chs / week
The average realized release rate over the past 30 days is 7 chs / week.
--
NOT RATINGS
482
Views
Synopsis
Cuando Renjiro despierta misteriosamente dentro del mundo de su novela favorita, Crónicas de Leon, ya no es un lector, sino un sirviente de tercer nivel en el palacio imperial. Armado solo con su memoria de la trama y su ingenio, Renjiro se embarca en un juego peligroso de manipulación y estrategias ocultas. En un imperio gobernado por jerarquías férreas, héroes destinados y tragedias inevitables, él no es más que una sombra... o eso aparenta. Desde las cocinas hasta los jardines reales, su presencia comienza a alterar el curso de los eventos, sembrando dudas en los corazones de los personajes principales: el carismático príncipe Leonhardt, la enigmática princesa Elaine y el impulsivo Toru. Pero no todo es como lo recordaba. Las líneas entre villanos y héroes se difuminan, y cada paso que da Renjiro lo acerca más al corazón oscuro de una historia que ya no obedece al guion original.
VIEW MORE

Chapter 1 - Capítulo 1: "De escombros y estrellas

El libro se cerró con un golpe seco. 

Ren dejó caer *Crónicas de Leon* sobre su pecho, sintiendo el peso del volumen de quinientas páginas como un ladrillo sobre el corazón. El apartamento en Tokio olía a café frío y polvo, iluminado solo por la lámpara de su mesita de noche. Fuera, la lluvia acariciaba los cristales con dedos invisibles. 

—Qué final más estúpido —murmuró, pasando un dedo por el lomo desgastado—. Toru tenía todo para ganar. 

Su mirada se detuvo en la ilustración de la contraportada: Leonhardt, el héroe de cabello dorado, alzando su espada contra el villano derrotado. Toru, de ojos escarlata, sangraba entre las ruinas de su propio castillo. *Un desperdicio*, pensó Ren. Si Toru hubiera usado mejor sus recursos, si no se hubiera dejado dominar por la emociones... 

El suelo tembló. 

Fue apenas un escalofrío al principio, como el gruñido lejano de una bestia. Luego, el mundo explotó. 

Los estantes se desplomaron en una cacofonía de madera quebrada. El techo se abrió en garras de concreto y varillas retorcidas. Ren apenas tuvo tiempo de levantar los brazos antes de que una viga lo aplastara contra el suelo. El dolor fue un relámpago blanco que le atravesó la columna. 

—¡Mierda...! 

Sangre caliente le llenó la boca. Entre el polvo y los escombros, vio su libro abierto a sus pies, las páginas manchándose de rojo. Una frase final brilló ante sus ojos nublados: 

*"El poder no se hereda. Se toma."* 

La oscuridad lo envolvió. 

--- 

**Palacio Real de Argelyan — Alba del quinto día** 

El dolor llegó primero. 

Un martilleo sordo en las sienes, como si alguien hubiera clavado agujas en su cerebro. Luego llegaron los sonidos: el chirrido de una puerta oxidada, el traqueteo de ruedas de carreta, voces juveniles riendo a lo lejos. 

Renjiro abrió los ojos. 

—¡Ja! Sabía que estabas fingiendo —una mano áspera le golpeó el hombro—. Tres días durmiendo como tronco y ahora abres los ojos tan fresco. 

El rostro que lo miraba era moreno, anguloso, con una cicatriz que le cruzaba la mejilla izquierda como un hilo blanco. Ojos castaños brillaban entre burlones y preocupados. *Liam. Diecisiete años. Su "hermano mayor".* Los recuerdos ajenos fluyeron en su mente como agua turbia: huérfanos, sirvientes del palacio, menos que nadie. 

—El mayordomo dijo que si no te levantabas hoy, te echaba a los perros —continuó Liam, tirándole una camisa de lino áspero—. Así que muévete, escoria. 

Renjiro se incorporó demasiado rápido. El mundo giró. Sus manos —*¿tan pequeñas?*— se aferraron al borde del jergón de paja. Un espejo roto en el rincón le devolvió un reflejo demacrado: cabello negro como alquitrán, ojos grises apagados, piel cetrina de niño mal alimentado. *¿Nueve años? ¿Diez?* 

—Gracias —mintió, fingiendo una voz débil. 

Liam resopló. 

—No me des las gracias. Dame tu ración de pan si quieres pagarme. 

El aire olía a humedad y estiércol. Fuera, el sol apenas comenzaba a teñir de dorado las torres del palacio. 

--- 

**El peso de las cadenas invisibles** 

El palacio despertaba. 

Renjiro siguió a Liam como un espectro, memorizando cada detalle. Los vitrales del Gran Salón arrojaban manchas de color sobre el mármol: azules, rojos, dorados. Los guardias con armaduras plateadas bostezaban en sus puestos. En la cocina, una mujer con delantal golpeaba una olla mientras gritaba órdenes. 

Todo le resultaba obscenamente familiar. 

—¡Limpia esto, mocoso! —un cocinero le arrojó un trapo sucio—. Y no dejes ni una mancha o te azoto. 

Renjiro agachó la cabeza. *En el libro, este hombre muere envenenado por su amante en el capítulo quince.* 

Mientras frotaba el suelo de piedra, sintió que algo se movía en su pecho. Como un pez golpeando el vidrio de una pecera. *¿Qué...?* 

—¡Aparta, viejo inútil! —una voz estalló cerca. 

Un caballero con capa verde había pateado el balde de un sirviente anciano. El agua se derramó sobre las botas del noble. 

—¡Perdón, milord! —el anciano se postró—. ¡Fue sin querer! 

—Si no tienes magia, al menos sé útil —escupió el noble, levantando su vara—. 

Renjiro apretó los puños. *Ese caballero... En el libro, los lobos del Bosque de los Sueños lo devoran vivo.* 

El mareo lo golpeó como un puño. 

El candelabro de hierro junto al noble *se inclinó* con un crujido siniestro. 

El impacto resonó en el pasillo. El noble cayó por las escaleras con un grito ahogado. 

—¿Qué diablos...? —murmuró Renjiro, mirando sus manos temblorosas. 

Algo tibio le recorrió el labio superior. Sangre nasal. 

--- 

**Los ojos en las sombras** 

Naira ajustó su velo blanco. 

Desde su escondite entre las columnas, la sacerdotisa elfa había visto todo. Sus dedos largos se cerraron alrededor del medallón que colgaba de su cuello: el símbolo del Dios del Juicio, prohibido hace siglos. 

—Gravionis... —susurró, observando al niño sirviente que se limpiaba la sangre con el dorso de la mano—. Has elegido un vaso tan frágil como peligroso. 

--- 

**Bajo un cielo de mentiras** 

Esa noche, mientras los demás sirvientes roncaban en el granero, Renjiro se sentó junto a la ventana rota. La luna llena era un ojo pálido observándolo. 

En su mente, las páginas de *Crónicas de Leon* se abrían como un abanico de posibilidades. Leonhardt, el príncipe sol. Elaine, la princesa que podía ver el alma. Toru, el villano que falló por amar demasiado... 

—No soy un personaje secundario —susurró, sintiendo ese hormigueo extraño en las venas otra vez. 

El aire alrededor de sus dedos *se onduló*, como calor sobre el asfalto en verano. 

En el silencio, una sonrisa lenta se dibujó en su rostro. 

—Primero aprenderé las reglas... —prometió a la luna, mientras el brillo púrpura en sus ojos se intensificaba—. Luego, cambiaré el juego.