Las tardes en casa de los tíos May y Ben eran tranquilas. Pero para alguien como yo, que ya había visto lo mejor y lo peor del mundo en esta vida, la tranquilidad era… insoportable.
Así que empezó a construir.
La idea había rondado mi cabeza desde hace meses: ¿y si pudiera crear una cápsula compacta que almacenara un fluido altamente viscoso y resistente? ¿Y si ese fluido pudiera dispararse a presión desde un mecanismo oculto en la muñeca, como un lanzador de telarañas?
—Atenea, registra: nuevo proyecto. Nombre clave: "Arachnowweaver".
—Registrado. ¿Es otro intento del disparador de telaraña?
-Si. Versión número dieciocho.
Mi habitación era un desastre organizado: tubos de ensayo, pequeños frascos con sustancias químicas aprobadas por mi tío Ben, piezas electrónicas, engranajes, resortes, boquillas, hasta una pequeña impresora 3D de bajo presupuesto. Todo orientado a un solo objetivo: comprimir la telaraña artificial en cápsulas eficientes.
Pero siempre fallaba.
La telaraña era demasiado densa. O no se comprimía. O el sistema colapsaba por presión. O, peor, explotaba en la muñeca.
—Falló otra vez —susurré, limpiando los restos pegajosos del último intento.
Fue entonces cuando escuché una voz suave desde la ventana.
— ¿Otra vez intentas hacer una telaraña compacta? —preguntó Gwen, apoyando el mentón sobre sus manos desde el marco.
Me quedé sorprendido.
—¿Qué haces aquí?
—Vivo a dos calles. May me invita a pasar la tarde. Y ya que estabas encerrado aquí... —sonrió con picardía— decidió investigar qué tramabas.
—Curiosa como siempre.
—Mejor que me quede viendo la televisión. ¿Puedo ayudarte?
Le conté el problema. Gwen se sentó a mi lado sin miedo al desorden y empezó a revisar los bocetos.
—Tu idea es brillante, pero no estás usando una estructura de contención estable. La cápsula no puede soportar la presión interna sin disipadores de energía.
—¿Disipadores?
—Sí, como pequeñas válvulas que liberan presión de forma gradual. Mira esto —dijo, sacando un bolígrafo de su bolsillo y dibujando una estructura en mi cuaderno—. Si haces que el cartucho tenga capas internas como panel de abeja, la presión se reparte.
La observé con asombro.
—Tú… sabes de ingeniería de materiales.
—Lo aprendí viendo documentales con mi papá. Y leyendo mucho, claro.
—Y ¿por qué te interesa esto? Quiero decir… esto no es un proyecto escolar.
Gwen giró su mirada hacia mí y dijo con una pequeña sonrisa.
—Porque tú eres un fanático de las arañas, ¿no? —me lanzó una mirada pícara.
—¿Quién dice eso?
—Tú hablas de redes, estructuras, glándulas, adhesión a superficies. Y ahora estás tratando de lanzar telarañas por la muñeca… Peter, eres el presidente del club de fans de las arañas, lo aceptas o no.
Reí. Una risa sincera, cálida, que brotó desde dentro.
—Está bien. Me declaro culpable.
—Entonces deja que tu vicepresidenta te ayude —añadió extendiendo su mano.
Durante las siguientes horas trabajamos en un nuevo prototipo. Athena monitoreaba los datos mientras Gwen y yo debatíamos sobre el mejor polímero, la densidad ideal, el mecanismo de activación.
Durante las siguientes horas, el cuarto parecía una mezcla de taller y jungla de telarañas fallidas. Había restos de pegamento en la pared, en el escritorio… y uno en mi cabello, cortesía del intento número diecinueve.
—Atenea, diez centavos que al menos este no explotó.
—No explotó. Pero tampoco funcionó. El fluido sigue siendo demasiado denso.
—Genial —dije, soltando el destornillador y dejándome caer en la silla.
Gwen estaba sentada en el suelo, rodeada de piezas, con un resorte en la boca y el ceño fruncido.
—¿Sabes? —dijo quitándose el recurso— Me sorprende que no hayas terminado pegado al techo todavía.
—Eso fue en el intento número once.
Ella río, y yo no pude evitar sonreír también. A pesar del caos, se sintió… bien. Trabajábamos sin tanta presión, como dos niños armando algo solo porque les parecía divertido.
—Oye, ¿y si en lugar de complicarte tanto solo haces que dispare como una pistola de agua? —preguntó de pronto, examinando una de las cápsulas.
—¿Una pistola de agua?
-Si. O mar, apuntas y ¡shhh! Telaraña. Sin tanta vuelta. Olvídate de compresores raros y cosas de ciencia ficción.
Me quedé pensando. No era mala idea.
—Pero no, no es tan sencillo. Quiero que pueda disparar grandes cantidades rápido, no solo chorritos cortos. Para eso necesito cartuchos compactos, que guarden la telaraña comprimida en estado sólido… pero que al salir se vuelva líquida y pegajosa, como si se activará en el aire.
— ¿Sólido que se vuelve líquido? —Gwen arqueó una ceja— Suena complicada.
—Puede ser, pero si lo hago como pistola de agua, voy a quedarme sin telaraña en segundos. Necesito algo que almacene mucho y se dispare rápido, para poder columpiarme y atrapar a los malos sin quedarme seco.
Ella me miró con incertidumbre. Pero respondió.
—Entonces, vamos a hacer que esos cartuchos sean como pequeñas bombas de telaraña. Sólidos y fáciles de guardar, pero listas para disparar y expandirse en segundos.
—Exacto. Así puedo llevar varios y no preocuparme por quedarme sin telaraña en medio de una pelea.
Nos pusimos a trabajar con la idea clara: cartuchos comprimidos que eran prácticos, fáciles de disparar y que liberaban una buena cantidad de telaraña sin que yo tuviera que andar recargando todo el tiempo.
Mientras trabajábamos, Gwen me pregunto.
—Oye, Peter, ¿por qué siempre hablas como si fueras a usar esto para pelear con villanos o atrapar criminales? —dijo—. ¿No se supone que es solo un experimento o un proyecto?
Me encogí de hombros, intentando explicarle sin entrar en detalles complicados.
—Pues… porque, ya sabes, a veces la vida no es solo ciencia y juegos. Hay cosas malas ahí afuera, gente que hace daño. Y si quiero que esto sirva para algo, tiene que funcionar en esas situaciones.
Negando con la cabeza, preguntó con curiosidad.
—Eso suena una película de superhéroes. Pero tú no eres un superhéroe, ¿verdad?
—Todavía no —respondí con una sonrisa—, pero quiero estar preparado por si acaso.
Gwen soltó una risita y me dio un codazo en el brazo.
—Vale, "niño araña", sigue con tu misión secreta de salvar al mundo. Solo no te olvides de hacer que esta cosa funcione primero.
—Eso intento —dije—. Y por eso necesito que la telaraña sea fuerte, que pueda disparar mucho de una vez, y que se disuelva rápido para no lastimar a nadie.
—Ah, eso sí lo entiendo —dijo ella—. Pero igual, no me acostumbro a que hables como si estuvieras en una película de acción.
—Es parte de mi esencia.
Ya verás, Gwen. Todo se conecta.