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Chapter 6 - La Sangre de los Héroes

Alguien corría desesperado. Sus jadeos se mezclaban con los ecos de su armadura golpeando contra su cuerpo. A lo lejos, los gritos se apagaban tras él.—¡Abran las puertas! —gritó al llegar a los muros del castillo.

La puerta se abrió lentamente.Desde el umbral, se divisaba el trono de mármol negro. Allí, sentado con porte firme y mirada impasible, el gran Rey Kami esperaba.

—Mi rey… el frente occidental arde —informó el soldado, arrodillado con la voz entrecortada—. Pero Ragnar y Morgana siguen en pie.—¿Y el niño? —preguntó el rey sin cambiar de expresión.—Ezra… avanzó solo por el frente oriental. Ya ha cruzado la tercera línea. No queda nadie.

La escena se tornó oscura.Las manchas de sangre salpicaban la tierra, mientras los gritos de guerra y el estruendo del acero llenaban el aire.

Cientos de soldados luchaban sin descanso. Ragnar, al frente, bloqueaba a los más fuertes del reino rival, mientras Morgana arrasaba con los más débiles para abrir paso.

—Es impresionante... A pesar del filo de mi espada y la fuerza con la que ataco, no logro más que rasguños —gruñó un enemigo con rabia—. Los rumores sobre ti eran ciertos, Ragnar.

—Ustedes dos deberían estar al mando de estas tropas —respondió Ragnar con una sonrisa forzada—. Son los más fuertes que tienen.

—¡Sí! Y desde antes de venir, nuestra prioridad fue acabar contigo… ¡y con esa maldita bruja! —bramó el enemigo, lanzándose con furia.

Mientras tanto, su aliado pronunciaba un ritual. Parecía de curación, pero no… Ragnar entrecerró los ojos.

—¿Qué…? —susurró.

En un parpadeo, el enemigo se desvaneció... y apareció a su espalda como una sombra viva."¿No estaba conjurando...? ¿Es un mago de batalla?", pensó Ragnar, demasiado tarde.

El impacto fue brutal. Ragnar salió volando.

—¡No puedo perder ante ustedes! ¡Es imposible! —rugió el enemigo, liberando una aura feroz.

En medio del campo, Ragnar y Morgana cruzaron una mirada. Sin palabras, sabían que era momento de terminarlo.

El ambiente se volvió helado. Vientos gélidos azotaban a los enemigos. Morgana, con los ojos cerrados y las palmas juntas, comenzó a murmurar.

Un enemigo intentó atacarla por la espalda. Pero desde el suelo, cientos de púas de hielo emergieron... y lo atravesaron.

Morgana abrió los ojos.—Hielos del Rencor.

Un gigantesco árbol de hielo brotó a sus espaldas, congelando el terreno y atrapando a los enemigos incluso más allá de su alcance.

Las tropas gritaban. El choque de espadas, los rugidos de ira y el crujido del hielo llenaban el aire.Ragnar cortaba sin detenerse, Morgana seguía invocando nuevas capas de escarcha.El frente occidental ardía… pero resistía.

Pero en el este…

no hubo batalla. Solo los fuertes sonidos de las llamas, las aldeas cayendo.

Las pisadas del Heroe Ezra, iban a su ritmo, arrastrando su espada.

El ambiente estaba tornado de rojo, como si hubiera una luna llena sangrienta.

Las tropas enemigas que tuvieron la valencia de querer enfrentarse a Ezra, no sobrevivieron para contarlo.

Al llegar mas soldados sin saber respuesta de nadie, vieron el horror en carne propia.

—¿Q-qué es eso…? —susurró uno de los vigías, forzando la vista desde las colinas.

Una silueta avanzaba sola, dejando un rastro tras de sí.

No eran huellas. Eran cuerpos.

—¿Un niño...? —preguntó otro.

—¿Acaso es… uno de los nuestros?

Nadie respondió.

Algunos soldados dieron un paso atrás.

La luz rojiza de la luna iluminó

El filo arrastrado en su mano…el rostro inexpresivo,el uniforme apenas manchado… de sangre que no era suya.

Ezra Grimoire.

El niño alzó la mirada.Y por un segundo, el mundo se detuvo.

Luego… volvió a teñirse de rojo.

—Cuando todo acabe... ¿podré irme a casa? —le dijo a su espada.Nadie respondió.Solo el silencio… como si el mundo mismo hubiese decidido no contestarle.

Los ecos de la guerra aún no se disipaban del todo.Pero en la sala del trono… no se hablaba de muerte.Se hablaba de gloria.

La victoria fue cantada con vino y risas.Las heridas cubiertas con medallas.Los cadáveres enterrados bajo promesas de futuro.

Ragnar y Morgana, aún manchados por la guerra, se arrodillaron ante el trono.

—Nuestro deber ha terminado, mi rey.—Deseamos retirarnos… y comenzar una nueva vida.

El reino entero se vistió de gala.La paz se celebró.Las banderas ondearon.

Y nadie, ni el rey ni los generales, entendieron lo que realmente acababa de suceder.

Porque aquella victoria…

No fue el fin de la guerra.

Fue el primer movimiento en un juego mucho más antiguo.

Uno que se tejía en las sombras.Uno que ni siquiera los reyes… podían ver venir.

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