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Chapter 234 - Capítulo 78: El Olfato de los Depps

El sol de la mañana se filtraba por las ventanas del tren, pintando de oro el paisaje cambiante de las Montañas Rocosas canadienses. Hitomi, a pesar de las noches intermitentes de sueño en el incómodo asiento, se sentía extrañamente en paz. El ronroneo constante de Sombra en su regazo, y el paisaje majestuoso que desfilaba, eran una extraña especie de terapia. Los momentos divertidos no habían cesado.

En la estación de conexión en Jasper, mientras esperaba el autobús a Edson, había intentado comprar un café, pero la máquina expendedora, con su caprichosa lógica, se había tragado sus monedas y no había dispensado nada.

La furia Valmorth se había asomado por un segundo, haciendo que la Lanza de la Aurora vibrara con impaciencia, antes de que Hitomi se diera cuenta de lo absurdo de la situación y simplemente comprara otro café a regañadientes en el mostrador.

Ahora, de nuevo en un tren más pequeño que la llevaría directamente a Edson, la calma parecía reinar. La belleza de los bosques de Alberta que se avecinaban era palpable. Pero, como era costumbre en su vida, la paz nunca duraba mucho.

El vagón, relativamente tranquilo, de repente fue invadido por la exuberancia de dos jóvenes, que parecían tener la misma edad que los acosadores de la cafetería de Vancouver. Uno, con el pelo teñido de un azul eléctrico y una gorra de lado, el otro, con un chaleco de mezclilla lleno de parches de bandas. Vieron a Hitomi sentada sola, con su libro en la mano y Sombra asomando discretamente de su mochila.

—¡Hey, qué tal, belleza! —exclamó el chico del pelo azul, su voz demasiado alta para el compartimento—. ¿Viajas sola? Porque te ves como una aventura esperando a pasar.

Hitomi los miró por encima del libro, sus ojos negros, inexpresibles.

—No. Y no —respondió Hitomi, su tono completamente plano—. Estoy ocupada.

El chico del chaleco de mezclilla se rió. —Vaya, tiene carácter. Me gusta. ¿Qué lees? ¿Guías para ser una chica difícil?

Hitomi cerró el libro lentamente, con una mirada gélida que habría hecho temblar a la mayoría de los hombres adultos.

—Un manual de anatomía. Estoy estudiando los puntos débiles del cuerpo humano. Es fascinante lo fácil que es deshabilitar ciertas funciones con la presión adecuada —dijo, su voz tan tranquila que sonaba aún más amenazante.

Los dos chicos se miraron, el color abandonando sus rostros. No habían esperado esa respuesta. Sus sonrisas se torcieron en algo parecido al nerviosismo.

—Uhm... ya veo. Interesante. Bueno, nosotros... tenemos que ir a... uhm, al baño —balbuceó el chico de pelo azul, arrastrando a su amigo. Se alejaron a toda prisa, dejándola en paz. Hitomi suspiró. Un pequeño triunfo de la normalidad, a su peculiar manera.

Sin embargo, el breve respiro se rompió abruptamente. El tren, sin previo aviso, comenzó a frenar bruscamente, chirriando en las vías hasta detenerse por completo en medio de un denso bosque. Los pasajeros se miraron, confusos.

En ese instante, las puertas del vagón se abrieron con un golpe seco. Tres figuras altas y ominosas subieron. Eran los "Depps".

El líder era un hombre de unos treinta años, vestido con un elegante traje de cuero negro y un corte de pelo rapado a los lados con una cresta peinada hacia atrás. Su rostro, afilado y cruel, tenía una sonrisa sardónica.

Lo verdaderamente perturbador, sin embargo, eran sus dos "acompañantes". Eran hombres robustos, vestidos con ropas raídas, y lo más impactante, cada uno llevaba un grueso collar de acero alrededor del cuello, atado a una cadena que el líder sostenía firmemente en su mano.

Se movían como perros, no como humanos, sus narices se movían frenéticamente, olfateando el aire con una intensidad animal. Eran sus "perros", los que usaba para la caza, y tenían el poder de olfatear a las personas con una precisión sobrenatural.

El líder se detuvo en el pasillo, su voz resonando con una arrogancia que helaba la sangre.

—¡Atención a todos los pasajeros! —gritó, su voz cargada de poder—. ¡Buscamos a una persona en particular! ¡Una mujer joven, con cabello blanco y ojos rojos! ¡Ella es Hitomi, de la casa Valmorth! ¡Si alguien la ve, no intente nada! ¡Entréguenla y no habrá problemas! ¡Si no, mis "perros" la encontrarán! ¡Y no tendremos piedad con quien la oculte!

Un murmullo de terror se extendió por el vagón. Los pasajeros se encogieron en sus asientos, los niños se aferraron a sus padres. Hitomi se tensó, el corazón latiéndole con un ritmo atronador contra sus costillas.

Sabía que esto pasaría. Pero no tan pronto. El entrenamiento de Valmorth la mantuvo en calma, sus ojos recorriendo el vagón en busca de salidas o defensas, mientras Sombra, sintiendo la tensión, se removía nerviosamente en su mochila.

El hombre de cuero, tirando de las cadenas, comenzó a pasear por el vagón. Sus dos "perros" humanos se arrastraban a cuatro patas, sus narices pegadas al suelo, olfateando cada asiento, cada persona, sus cabezas levantándose de vez en cuando, sus ojos inyectados en sangre escaneando los rostros. Eran grotescos, pero aterradoramente efectivos. El sudor frío comenzó a brotar en la nuca de Hitomi. Sus "perros" jamás fallaban. Eran la perdición de los que intentaban esconderse.

El aire se volvió pesado con la tensión. Los ojos de los "perros" se movían de forma errática, pero con una dirección. Uno de ellos, el más grande y musculoso, se detuvo de repente. Su nariz se contrajo, y sus ojos se clavaron en Hitomi.

No la miraba con inteligencia humana, sino con la voracidad de un depredador que acaba de captar un rastro. Se le quedó viendo fijamente, una mirada macabra, por varios segundos, como si sus instintos primarios estuvieran en guerra con la realidad de lo que veía.

El líder se percató de la detención de su "perro". Su sonrisa cruel se amplió.

—¿Qué pasa, Diente? —preguntó, tirando ligeramente de la cadena—. ¿Has encontrado algo?

Diente gruñó, su mirada aún fija en Hitomi. No podía verbalizarlo, pero su lenguaje corporal era claro. Había detectado algo. Su olfato, entrenado para reconocer la esencia única de cada individuo, la "huella" Valmorth, lo había alertado. Pero el olor no coincidía completamente. Había una disonancia.

El líder de los Depps se acercó a Hitomi, su sonrisa aún en su rostro, pero con una chispa de sospecha. Sus ojos recorrieron su cabello negro, sus ojos oscuros, su ropa discreta. Ella no coincidía con la descripción.

—Bien, jovencita —dijo el líder, con una voz que era una caricia de víbora—. Mis "perros" nunca fallan. Y Diente parece muy interesado en ti. Dime, ¿quién eres? ¿De dónde vienes? Tu aspecto no encaja con la descripción, pero su olfato... su olfato es... peculiar.

Hitomi mantuvo la calma, la adrenalina corriendo por sus venas, pero su mente, entrenada en la simulación y el engaño desde la infancia por pura supervivencia en la mansión Valmorth, ya estaba construyendo una historia. Se había preparado para esto, para ser "Janet".

—Mi nombre es Janet —dijo Hitomi, su voz firme, aunque un poco más fría de lo que pretendía—. Vengo de un pueblo pequeño en la costa este. No sé de qué hablan. Soy solo una estudiante que va a Edson a visitar a unos familiares. Quizás su "perro" se confundió. ¿Tienen alguna prueba para acusarme?

El líder entrecerró los ojos. Los "perros" no se confundían. Pero la apariencia... el cabello negro y los ojos no rojos la protegían. Los Valmorth eran conocidos por su pelo blanco y ojos carmesí. Esta era su ventaja.

—¿Un pueblo de la costa este, dices? —el líder dudó, mirando a Diente, que seguía gruñendo suavemente. El rastro era fuerte, pero la imagen no coincidía. No quería perder el tiempo en una falsa alarma. Pero el instinto de Diente era inquebrantable—. ¿Y por qué el "interés" de Diente en ti?

Hitomi, con una rapidez mental asombrosa, se inventó una historia que sonara plausible para un "olfateador".

—Quizás... quizás es por mi gato —dijo, señalando la mochila con una sutileza que solo ella podía manejar—. Él está un poco asustado por el viaje y... por el ruido. Y se hizo pipí un poco en mi mochila hace un rato. ¿Quizás el olor? Los gatos tienen un olor muy fuerte. Y los míos, son muy... territoriales.

El líder, y sus "perros", olfatearon el aire. El rastro de orina de gato, aunque débil, era discernible. No era un olor humano. Era una excusa perfecta, mundana y creíble. La confusión en los ojos de Diente era evidente. El rastro era fuerte, pero la fuente era equivocada.

El líder gruñó, frustrado. No era la persona. O al menos, no por completo.

—Tonterías —dijo, tirando de la cadena de Diente—. Que se prepare la que buscamos. Si la encontramos, no habrá lugar donde esconderse.

El líder de los Depps siguió su camino, arrastrando a sus "perros" por el vagón, dejando a Hitomi con el corazón latiéndole a mil por hora, pero con una victoria temporal. La Lanza de la Aurora en su interior zumbaba con una mezcla de alivio y una advertencia clara. Por suerte, su pelo era negro.

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