Cherreads

Chapter 233 - Capítulo 77: Rieles de la Risa

El traqueteo rítmico del tren, el "Viajero Canadiense", se convirtió en la banda sonora de la nueva odisea de Hitomi, ahora Janet. Había conseguido sus boletos hasta Jasper, el primer tramo de su compleja ruta hacia Edson. Sentada junto a una ventana empañada por la diferencia de temperatura, observaba cómo el paisaje urbano de Vancouver se transformaba en extensiones interminables de bosques de coníferas y lagos cristalinos, un espectáculo de naturaleza virgen que jamás había presenciado desde los lujosos salones de la mansión Valmorth. A sus pies, en una pequeña jaula transportadora que había comprado en el último minuto, el gatito maullaba de vez en cuando, ya rebautizado mentalmente como "Sombra" por su predilección por los rincones oscuros y su sigilo.

La experiencia del tren, sin embargo, era una comedia en sí misma. Hitomi, acostumbrada a la privacidad de vehículos blindados o la teletransportación instantánea, se encontró en un vagón lleno de extraños ruidosos. Un grupo de adolescentes reía a carcajadas en los asientos de enfrente, un bebé lloraba sin cesar unas filas más atrás, y el olor a comida rápida flotaba en el aire, una cacofonía de sensaciones que sobrecargaba sus sentidos Valmorth.

Se había preparado para esto, o al menos eso creía. Había empacado sándwiches de la cafetería, intentando evitar el caro vagón restaurante que le había advertido la amable anciana de la estación. Pero sus habilidades culinarias eran, por decirlo suavemente, inexistentes. El primer sándwich, que ella misma había preparado con una torpeza admirable, era una masa desigual de pan seco, lechuga mustia y un trozo de queso demasiado grande. Al darle un mordisco, la textura era tan extraña que casi lo escupe.

Un hombre robusto, sentado al otro lado del pasillo, con una barba canosa y una gorra de camionero, la observó con una risita.

—¿Problemas con el almuerzo, jovencita? —preguntó, con una voz ronca pero amigable.

Hitomi lo miró fijamente, con un trozo de lechuga colgando de la comisura de sus labios.

—Esto... es inusual —murmuró, retirando la lechuga con la punta de los dedos.

—¡Ja! No es el cordon bleu, ¿eh? —el hombre soltó una carcajada ruidosa—. Aquí los sándwiches caseros son un arte. Si quieres un consejo, los de la cafetería del tren, aunque caros, están decentes. O puedes ir al vagón bistró, si quieres algo más elaborado.

Hitomi consideró la sugerencia. El jefe la había regañado por gastar. Pero ¿qué era un poco de dinero para una Valmorth con millones?

—Gracias —dijo, de forma concisa. Guardó el sándwich fallido.

Horas más tarde, el tren se detuvo en una pequeña estación. La gente se estiraba, algunos bajaban. Hitomi decidió que era una oportunidad para estirar las piernas y darle algo de aire a Sombra. Llevaba al gatito en su jaula, escondido, por supuesto. Mientras paseaba por el andén, Sombra maulló insistentemente. Hitomi se dio cuenta de que no había pensado en la "logística del baño" para un felino.

—¿Qué quieres ahora? —susurró, con un deje de exasperación. El gatito solo maulló más fuerte.

Una mujer joven, con una mochila de senderismo y un par de binoculares al cuello, se detuvo a su lado, sonriendo.

—¡Oh, tienes un gatito! ¡Qué mono! —exclamó la mujer, con una voz alegre—. ¿Lo llevas de viaje? Son un poco demandantes con el baño, ¿verdad? Siempre quieren ir justo cuando no hay un lugar adecuado.

Hitomi la miró, un poco sorprendida por la intrusión, pero agradecida por la pista.

—Sí. Es... nuevo para mí —admitió Hitomi, sus ojos buscando desesperadamente un lugar discreto.

—Si no tienes una caja de arena portátil, busca un lugar con algo de tierra o grava lejos de la gente —aconsejó la mujer amablemente—. Suelen preferir eso. ¡Y no olvides el agua!

Hitomi asintió, sintiendo una punzada de vergüenza. ¡La gran Hitomi Valmorth, desconcertada por las necesidades básicas de un felino! Era ridículo.

A medida que el viaje continuaba, la noche cayó. El vagón se volvió más tranquilo, la mayoría de los pasajeros dormitaban o leían. Hitomi intentó dormir, pero el asiento no era tan cómodo como su cama de la mansión, y el constante traqueteo le impedía relajarse por completo. A su lado, Sombra, ahora fuera de su jaula y acurrucado en su regazo, ronroneaba en un profundo sueño.

Una voz suave la sacó de sus pensamientos. Era una anciana sentada diagonalmente frente a ella, con el cabello recogido en un moño pulcro y una mirada amable.

—No puedes dormir, ¿verdad, cielo? —dijo la anciana, su voz dulce y comprensiva.

Hitomi se sobresaltó ligeramente. Sus sentidos Valmorth eran excelentes, pero no estaba acostumbrada a que la gente la observara tan sutilmente.

—No mucho —respondió Hitomi, decidiendo ser honesta por una vez. La anciana no parecía una amenaza, ni una admiradora.

—El Viajero Canadiense tiene su propio ritmo. Uno se acostumbra —la anciana sonrió—. Es un viaje precioso. ¿Primera vez en un tren tan largo?

—Sí —dijo Hitomi, un poco más abierta ahora.

—¿Y a dónde te diriges con tanta prisa, si no es indiscreción? —preguntó la anciana, sus ojos arrugados por la edad, pero llenos de curiosidad.

Hitomi dudó. ¿Decir la verdad? ¿Mentir? La mentira era más fácil.

—Voy a visitar a unos parientes —inventó Hitomi sobre la marcha—. En un pueblo cerca de Jasper.

—¡Ah, Jasper! Es hermoso. ¿Quizás... Edson? Es un pueblo encantador, si te gusta la tranquilidad. Muchos jóvenes van allí ahora, por los bosques —dijo la anciana, sus ojos brillando con una perspicacia inesperada—. Buscando algo, me imagino. O a alguien.

Hitomi se tensó. ¿Sabía la anciana algo de Ryuusei? ¿Era solo una coincidencia?

—¿Por qué "buscando algo"? —preguntó Hitomi, con un tono más cauteloso.

La anciana se encogió de hombros con calma.

—Se dice que la naturaleza en esa zona es... especial. Que hay una energía única. Y que algunas personas poderosas han elegido esos bosques como su hogar. Los jóvenes, con sus sueños y sus habilidades, a menudo se sienten atraídos por esos lugares. Es normal. ¿Y tú, jovencita? ¿Qué buscas en Edson? ¿Una vida más tranquila? ¿O algo más... emocionante?

Hitomi sintió el familiar cosquilleo de la Lanza de la Aurora en su interior. La energía de la anciana era extrañamente calmada, sin malicia, pero sus palabras eran extrañas. Decidió desviar la conversación.

—Solo... un cambio de aires —respondió Hitomi, con una sonrisa forzada.

La anciana asintió, pareciendo aceptar la respuesta. —El cambio es bueno. A veces es necesario dejar todo atrás para encontrar lo que realmente importa. Que tengas un buen viaje, cielo. Y cuida bien de tu gatito. Se ve que te tiene mucho cariño.

Hitomi miró a Sombra, que ahora dormía profundamente, ajeno a la conversación. El cariño. Otra cosa que estaba aprendiendo en este viaje. La normalidad era incómoda, confusa, a veces divertida, pero también le estaba enseñando cosas que la vida Valmorth jamás le habría permitido experimentar. El tren siguió traqueteando, llevando a la joven Valmorth hacia su destino, hacia un encuentro que podría cambiar todo.

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