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Chapter 205 - Capítulo 49: Pureza Profanada

La decisión no fue fácil. Cada paso hacia la parte del complejo donde residía John se sentía como un desafío al instinto de supervivencia. Había miedo, sí, anidando frío en su estómago, una resaca de los golpes de su madre y el conocimiento de lo que sus hermanos eran capaces. Pero la urgencia de saber más sobre Kisaragi Ryuusei, el chico que representaba una grieta potencial en su jaula, superaba la parálisis del terror. Necesitaba información, y John, a pesar de ser un peligro, había sido quien habló de él primero.

Llegó a la puerta de la suite de John. No había el silencio gélido de la Matriarca aquí. En su lugar, un murmullo apagado, risas ahogadas, el indicio de la decadencia que sus hermanos adoptaban como derecho de nacimiento. Tragó saliva, sintiendo la vergüenza subir por su cuello antes incluso de abrir. La pureza de la que hablaba su madre, la que exigía con violencia, era una farsa. Sus hermanos nadaban en la inmundicia de otra clase.

Abrió la puerta suavemente, solo lo suficiente para echar un vistazo. La escena que se desplegó ante sus ojos fue exactamente lo que temía, y aun así, la golpeó con una oleada de asco y vergüenza. John estaba en la cama, o en lo que quedaba visible de ella, con dos chicas. El desorden de la noche o la tarde colgaba en el aire: botellas vacías, ropa tirada, el olor a alcohol caro y algo más... rancio.

John se dio cuenta de su presencia. Sus ojos carmesí, ligeramente desenfocados por la bebida, la encontraron. Una mueca cruzó su rostro, una mezcla de sorpresa, molestia y esa arrogancia Valmorth que nunca desaparecía del todo, ni siquiera borracho.

—Vaya, vaya. La hermana pequeña. ¿Qué cojones quieres, Hitomi? —Su voz era pastosa, con un matiz cruel.

Las chicas se movieron, cubriéndose con las sábanas, mirándola con una mezcla de curiosidad y vergüenza propia. Hitomi sintió que las mejillas le ardían. El miedo inicial se mezcló con una incomodidad insoportable.

—John… yo… necesito hablar contigo. —Su voz era apenas un susurro, intentando mantener la compostura. Miró a las chicas, luego a John, que no hacía ademán de moverse ni de vestirse. —¿Puedes… puedes vestirte, por favor?

Una risa cruda y desagradable salió de la garganta de John. —¿Vestirme? ¿Para ti? No seas estúpida, Hitomi. Ya me has visto antes. Todos nos hemos visto antes, ¿no? Somos familia, después de todo. —La implicación incestuosa flotó en el aire como un veneno, un recordatorio de la retorcida "intimidad" de su linaje.

Las chicas se removieron incómodas. Entendieron la dinámica pervertida que acababa de inyectar en la situación. Era su señal.

—Nosotras… nosotras nos vamos. —dijo una, levantándose rápidamente para recoger su ropa tirada.

—Sí… luego te llamamos, John. —añadió la otra, sin mirarlo, apresurándose a vestirse.

John las despidió con un gesto vago, su atención, o lo que quedaba de ella, centrada en Hitomi. Las chicas salieron de la habitación con una rapidez silenciosa, dejando atrás el hedor a decadencia y la tensión creciente.

Hitomi cerró la puerta tras ellas, el click sonando ominoso en el silencio relativo. El miedo volvió con más fuerza ahora que estaba a solas con él en esa habitación desordenada. Se mantuvo cerca de la puerta, lista para huir si era necesario.

John la observó desde la cama, una sonrisa lenta y perturbadora extendiéndose por su rostro. Sus ojos, aunque aún ebrios, tenían una intensidad que Hitomi reconoció: la misma crueldad que había visto en el valle, amplificada por el alcohol y la rabia latente.

—¿Y bien, hermanita? ¿Qué es tan importante que no podías esperar? ¿Vienes a sermonearme por la fiesta? —Su tono era burlón, peligroso.

—No… no es eso. —Hitomi se obligó a hablar, a ir al grano antes de que el miedo la paralizara por completo. —Quería preguntarte… sobre Kisaragi Ryuusei.

La mención del nombre tuvo un efecto instantáneo en John. La burla se borró, reemplazada por la rabia que siempre bullía bajo su superficie desde que el enmascarado lo había humillado. Se sentó en la cama, la sábana cayendo levemente, revelando su torso magullado por la paliza, aunque mayormente regenerado.

—¿Ese puto esperpento? ¿Qué quieres saber de él? —Su voz se endureció, peligrosa.

—Aurion dijo… que tiene potencial. Que podría… matarte. —Hitomi lo soltó, observando su reacción, intentando calibrar la verdad detrás de la arrogancia herida. —Y la gente… afuera… dice que es un héroe. Que tiene diecisiete años. ¿Es… es tan fuerte? ¿Qué sentiste?

La pregunta sobre su fuerza, sobre lo que sintió al ser superado temporalmente, fue la chispa final. La rabia en los ojos de John estalló. Se puso de pie de un salto, con pasos inestables por la bebida, pero su aura de poder se activó, cargando el aire con una amenaza cruda.

—¡¿Qué sentí?! ¡Sentí que un puto idiota sin control me pilló desprevenido! ¡Que Aurion se metió donde no le llamaban! ¡Y sentí la puta humillación por culpa de ese cabrón! —Gritó, el alcohol liberando su furia reprimida. Se acercó a ella, su expresión torcida por la ira y el deseo retorcido que de repente cruzó sus ojos. —¿Quieres saber si es fuerte? ¡No es nada comparado conmigo! ¡Comparado con nosotros! ¡Con nuestro linaje! ¡Él es suciedad!

Se detuvo justo frente a ella, su aliento a alcohol y perfume barato golpeando su cara. Hitomi se echó hacia atrás instintivamente, el miedo paralizándola. Su cuerpo adolorido recordó los golpes de su madre, y ahora se enfrentaba a la furia de su hermano.

—Pero sabes qué, hermanita… —Su voz bajó a un murmullo peligroso, perverso, una sonrisa cruel y ebria estirando sus labios. Sus ojos recorrieron su cuerpo con una mirada que la hizo sentir sucia, violada antes de que la tocara—. Tal vez necesitas que te recuerde lo que es la verdadera fuerza. Lo que significa pertenecer a este linaje. Lo que debes entender de 'pureza'.

Extendió una mano temblorosa por la bebida, poderosa y brutal, y la agarró del brazo con fuerza dolorosa. —Mamá dice que eres pura. Que eres hermosa. Sexy. Perfecta para… continuar el puto linaje con uno de nosotros, ¿verdad? —Apretó más, sus uñas casi perforando su piel—. Tal vez deberíamos empezar tu 'entrenamiento' para eso. Ahora mismo. Ver qué tan 'pura' eres. Qué tan 'sexy' eres cuando te enseño... lo que hacemos los Valmorth de verdad.

La intención en sus ojos era inequívoca, horrible. El aliento de Hitomi se cortó en un jadeo de terror. Su hermano. Ebrio. Furioso. Intentando...

—¡Suéltame, John! —Consiguió gritar, la voz temblorosa. Intentó zafarse, el pánico activando una chispa de su propia energía sutil, una onda repulsora a su alrededor.

Pero John, aunque ebrio, era un Valmorth. Su fuerza no cedió fácilmente. Se rio, una carcajada cruda y ebria. —¡Vaya! ¡La pequeña Hitomi tiene garras! Me gusta. ¡Lo hará más divertido!

La arrastró hacia la cama, su agarre firme como una trampa. Hitomi forcejeó con desesperación silenciosa, el terror vaciándola. Los golpes de su madre eran una cosa, un castigo. Esto era otra. Esto era profanación. Violación. Por su propio hermano. El "linaje puro" del que tanto se enorgullecían, reducido a esto. La jaula de cristal se hizo añicos, revelando el nido de víboras que era en realidad. La pureza era una mentira sangrienta. El sufrimiento de Hitomi estaba a punto de volverse mucho, mucho peor.

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