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Chapter 187 - Capítulo 31: Llega el Héroe Número Uno

Minutos Antes

El aire dentro del búnker de mando japonés olía a café fuerte, sudor y el leve zumbido de la electrónica. Afuera, las primeras ondas de la batalla comenzaban a resonar, distantes por ahora, un murmullo sordo que prometía caos. Dentro, la tensión era palpable, contenida apenas por la figura en el centro de la sala.

Aurion no descansaba en el sentido convencional. Estaba inmóvil, sentado con una calma absoluta, los ojos fijos en un mapa holográfico que mostraba el despliegue enemigo. Su uniforme impoluto y postura serena contrastaban con la actividad febril del personal japonés. Irradiaba poder, una potencia contenida como un sol en reposo. Parecía expectante.

Un General japonés entró apresurado, el rostro tenso pero reverente. Se detuvo ante Aurion y se inclinó rápidamente.

—Aurion-sama —dijo, la voz cargada de respeto y una pizca de temor—. Tenemos confirmación. Es él.

Aurion lo miró fijamente. No alteró su calma, pero sus ojos se encendieron con una intensidad latente.

—¿Quién?

—La firma de energía... coincide. Patrón idéntico a los incidentes en Canadá. Y la incursión en Ottawa —informó el General, su voz bajando un tono—. Kisaragi Ryuusei está aquí. Con la fuerza de invasión. El análisis indica que su puesto de mando principal está... —Señaló un punto en el mapa.

Una quietud distinta envolvió a Aurion, la calma antes de la tormenta. Una sonrisa helada y decidida se dibujó en sus labios perfectos.

—Ryuusei —murmuró, como quien invoca un pasado profundo—. Otra vez.

Se levantó. No hubo movimientos superfluos. La tensión en el búnker se volvió insoportable. El General y su equipo contuvieron el aliento.

—El plan sigue en marcha —dijo Aurion, su voz una sentencia definitiva—. Mi parte... comienza ahora.

Y sin un sonido de pasos, su figura se desdibujó. No caminó. No corrió. Se convirtió en un borrón irreal de velocidad, dejando tras de sí aire distorsionado y una sensación de vacío. Salió del búnker como un relámpago. Su objetivo: el puesto de mando de Ryuusei.

El Campo de Batalla

El caos era una sinfonía brutal. Los soldados canadienses, incluso bajo la influencia de Kaira, estaban atrapados. Lo que debió ser una sorpresa se había convertido en zonas de aniquilación pre-planeadas. Fuego cruzado desde ángulos imposibles, artillería quirúrgica, trampas ocultas en terrenos que parecían seguros.

En la inserción aérea, Volkhov y Aiko combatían espalda con espalda. Su regeneración era constante, mientras recibían daño desde todos los frentes. Volkhov eliminaba blancos críticos con precisión mortal. Aiko, con su Espada Oscura, se convertía en un torbellino de muerte. Pero eran demasiados. Y los empujaban hacia un punto específico.

En tierra, Chad y Brad abrían camino con explosiones y manipulaciones de terreno. Pero la defensa japonesa era feroz. Blindados surgían de flancos inesperados. Minas en rutas "seguras". Sus cuerpos se reconstruían entre gritos: piernas explotadas que volvían a crecer, costillas que se soldaban con crujidos macabros. Pero el cansancio se acumulaba. Estaban siendo guiados hacia una fortaleza.

En la infiltración, Kaira, Amber Lee, Ezequiel y Bradley notaban el aumento de presión. Aunque controlaban un puesto, la red japonesa operaba con una precisión casi sobrenatural. Los refuerzos enemigos parecían moverse guiados por una mente central. Ezequiel sentía el tiempo como si se contrajera, distorsiones que antes dominaba comenzaban a fallar.

En el bosque, Sylvan resistía. La emboscada no lo mató, pero sus agresores no eran comunes. Armas energéticas quemaban su piel de corteza más rápido de lo que podía regenerarse. Eran fuerzas especiales, entrenadas para exterminar metahumanos. Lo contenían, lo reducían, desafiando incluso su poder de resurrección.

En el Puesto de Mando Avanzado, Ryuusei y Kaira observaban pantallas salpicadas de sangre y datos. Lo que empezó como un avance medido se había vuelto un matadero.

—Es una trampa —dijo Kaira, con frialdad quirúrgica—. Nos esperaban. Cada fase... planificada. Nos están dirigiendo como ganado.

Ryuusei comprendía. Habían sido superados. Estaba a punto de ordenar la retirada cuando sucedió.

No fue una alerta. Ni una transmisión. Fue una ruptura en la realidad.

Un rugido sónico sobrepasó el estruendo de la guerra. Una línea incandescente cruzó el horizonte, una razón blanca de velocidad abrumadora. No iba a las tropas. Iba al centro.

Las defensas se abrieron con miedo reverencial. Todo en su camino desaparecía en explosiones de luz y polvo. No peleaba. No se detenía. Era una fuerza imparable rumbo a un solo destino.

El Puesto de Mando tembló cuando Aurion aterrizó. No fue un aterrizaje: fue un impacto controlado que lanzó ondas de choque. Surgió de entre el polvo, impecable, como si no acabara de atravesar un infierno.

Entró. Todo se detuvo. El personal congelado, ya fuera por miedo o por la influencia de Kaira. Kaira, Bradley, Arkadi... todos lo miraron con una mezcla de asombro y terror.

Aurion buscó a Ryuusei. Sus ojos brillaban con una luz imposible.

—Kisaragi Ryuusei —dijo. No necesitaba elevar la voz; su sola presencia la amplificaba.

Avanzó hacia él. Ignoró todo lo demás.

—Esta vez... te mataré. —Sus palabras eran sentencia. —No habrá interferencias.

Se detuvo frente a Ryuusei. La diferencia de poder era tangible. Aurion, encarnación solar. Ryuusei, un prodigio contenido por su propio cuerpo roto.

—Terminaremos lo que empezamos.

Extendió su mano. No para atacar, sino para tomar.

Bradley reaccionó. Demasiado tarde. Aurion ya había sujetado a Ryuusei.

Y entonces, con un estallido que hizo sangrar tímpanos, desaparecieron.

Arrancados del mundo.

Kaira, Bradley, Arkadi... el resto del equipo quedó atrás. Sin su líder. Atrapados en la trampa.

Y el Héroe Número Uno... se había llevado a su presa para saldar cuentas pendientes.

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