Yun Yun lo sabía.
No porque la Puerta lo anunciara, ni porque su alma lo marcara.Sino porque su cuerpo lo sentía.
Cada momento a su lado se había vuelto más intenso.Cada roce, más silencioso.Cada mirada, más difícil de sostener.
Esa noche… la niebla estaba quieta.Las bestias dormían.Incluso el aire… parecía observar.
Zhu Xian había encendido el fuego con ramas sagradas.El resplandor era dorado.Distinto.
Y ella sabía… lo que eso significaba.
—
No hablaron.Solo se sentaron cerca.
Y por primera vez, Yun Yun fue la que se inclinó hacia él.
Apoyó su cabeza sobre su hombro.
El latido de él… estaba firme.Pero había un temblor detrás de su respiración.
Ella levantó la mirada.
Zhu Xian la miró.No con deseo.No con hambre.
Con algo más profundo: pertenencia.
Y entonces, ella lo besó.
—
No hubo prisa.No hubo técnica.
Solo labios que habían callado demasiadas palabras.Solo manos que ya se conocían por instinto.
Cuando sus cuerpos se unieron, no fue como una explosión…sino como una plegaria larga, inquebrantable, pronunciada en silencio.
Su ropa cayó sin estridencia.El suelo de piedra nunca había parecido tan tibio.
Zhu Xian la sostuvo como si la hubiera sostenido en todas sus vidas anteriores.Yun Yun se arqueó con cada caricia, cada beso depositado con reverencia en su cuello, sus hombros, su pecho.
Cuando se unieron…fue como si el mundo entero se detuviera a escuchar ese suspiro contenido durante siglos.
Él fue cuidadoso.Luego firme.Luego… necesario.
Y ella no pidió clemencia.Solo… se entregó.
Durante siete noches compartidas en silencio, sus cuerpos se buscaron.No como un vicio, sino como un rito sagrado.
Las posiciones cambiaban.El ritmo se alteraba.
Pero el núcleo… siempre era el mismo:
"Estoy contigo hasta el final."
Yun Yun despertaba cada mañana con la piel marcada por la noche anterior.Dolorosa.Temblorosa.Pero completa.
Porque cada noche, Zhu Xian la tomaba como si fuera la última vez.
Y quizás… lo era.
La mañana de la partida, Yun Yun caminó sola hacia el borde de una grieta sagrada.
Zhu Xian aún dormía.
O eso creyó.
Ella llevó una mano a su vientre.Muy suavemente.
Sonrió.
No con tristeza.No con euforia.
Sino con algo más profundo:
esperanza.
Una pequeña energía palpitaba dentro de ella.
Una chispa.Una raíz.
Una hija.
Pero no se lo diría.
No todavía.
Ese vínculo… era solo de ellos dos.
Y cuando el momento llegara…lo sabría.
Porque incluso si las puertas del mundo los separaban…
Ella llevaba dentro su promesa.