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Chapter 10 - Energía elemental

El día siguiente, en el patio de siempre, comenzó la parte más importante de su preparación.

Kenji sintió un escalofrío. Sabía que lo que venía sería completamente distinto al entrenamiento físico. Había llegado hasta allí por su adaptabilidad, pero esto era otra dimensión.

—La energía elemental no es solo una extensión de tus habilidades físicas, Kenji. Es un vínculo con tu entorno y con tu propia esencia. Cada elemento tiene su propia naturaleza, y dominarlo requiere equilibrio, paciencia y control.

—Cada ser humano nace con una afinidad única hacia un elemento. En tu núcleo yace esa energía. No puedes usar más de un elemento. Es una ley fundamental. Tu elemento es parte de ti… y te definirá.

—Entiendo. ¿Cómo empiezo? —preguntó Kenji, con determinación pero también incertidumbre.

—Primero, aprende a sentir la energía a tu alrededor. Cierra los ojos —indicó Elise—. La energía siempre está en movimiento. No trates de controlarla… solo siente cómo interactúa contigo.

Kenji obedeció, cerrando los ojos y concentrándose en su respiración. Al principio, nada sucedió. El viento era tranquilo. El sol, fuerte. Pero luego, una vibración. Un susurro en el viento. Un calor que parecía surgir de la tierra… del aire mismo. Como si todo lo que lo rodeaba estuviera consciente.

—Lo estás logrando —murmuró Elise—. Ahora, conecta esa sensación contigo. Deja que la energía fluya. No la fuerces. Compréndela.

Kenji asintió. No podía verla ni tocarla… pero comenzaba a sentirla.

—¡Lo estoy haciendo!... puedo sentirla recorrer mi cuerpo.

—Muy bien —dijo Elise—. Pero no pierdas el enfoque.

Kenji respiraba con ritmo controlado. La energía fluía por sus brazos, como si fuera parte de su sangre.

—Ahora pasaremos a manifestarla. Tu afinidad es con el fuego, el más difícil de todos. Requiere una mente clara. Sin control, te consumirá.

—Recuerda todo hasta ahora. Trata de manifestarlo. Veamos qué tan lejos puedes llegar —agregó Elise, con un tono más serio.

Kenji visualizó una pequeña llama en su palma. No como una herramienta, sino como un aliado. Sintió un calor en su pecho, subiendo por su brazo.

—No lo fuerces —resonó la voz de Elise en su mente—. Invítala a manifestarse.

Kenji suavizó su enfoque. Ofreció su energía como un canal, como un refugio temporal. Entonces…

Un punto de luz anaranjada apareció en su palma, solo por un instante, y desapareció.

Contuvo la respiración.

—¡Funcionó!

Intentó de nuevo, ahora con más confianza. Una pequeña llama apareció. Inestable, vibrante. Danzaba en su palma como si luchara por existir.

Kenji sentía orgullo… y pánico. La llama era real, pero voraz. Su energía se drenaba a gran velocidad.

—¡Concéntrate! —ordenó Elise—. No entres en pánico. Respira. Siente la energía. No la empujes, guíala. Dale ritmo, como tu propio corazón.

Kenji obedeció. Inhaló, exhaló. Enfocó su respiración en su brazo. La llama, por un momento, se estabilizó. Un naranja vivo, menos errático. Una victoria minúscula… pero real.

—Es solo fuego crudo —dijo Elise, acercándose—. Sin forma, sin propósito. Si quieres controlarlo, primero entiende su naturaleza.

—Sentir su naturaleza…

Kenji cerró los ojos. El fuego quemaba… pero también daba calor, luz, vida. No era solo destrucción. Era creación.

La llama cambió. El calor seguía siendo intenso, pero ahora era estable, más conectado a su voluntad. Sin embargo, su cuerpo ya no podía más. La energía se agotaba, y la llama se extinguió con un pequeño “pop”.

Kenji jadeó, arrodillándose. Estaba más exhausto que tras cualquier entrenamiento físico.

Elise se acercó, observándolo con seriedad… y aprobación.

—Lo lograste. Manifestaste tu energía elemental. El primer paso —afirmó—. Pero como viste, te consume rápidamente. Controlarla es mantenerla, dirigirla, apagarla a voluntad.

—El fuego es volátil. Exige respeto y control mental. Un momento de duda… y puede volverse contra ti.

—Por hoy, es suficiente —decretó Elise—. Tu cuerpo y tu núcleo deben adaptarse. Descansa. Mañana, trabajaremos en mantener la llama encendida sin quemar tus reservas.

Kenji se incorporó con esfuerzo. Miró su palma, aún temblorosa. El calor se había ido, pero la chispa interna permanecía.

—Entendido, Elise. Mañana estaré listo.

—Bien —respondió ella con una leve sonrisa—. Ahora volvamos a…

—Elise… me gustaría preguntarte algo.

—¿Qué sucede?

—¿Por qué eres la única persona aquí que no le teme a este poder?

Elise guardó silencio. Luego, con voz suave pero firme, respondió:

—El miedo nace de la ignorancia. Las personas han visto el desastre que este poder puede causar. Lo temen porque lo desconocen.

—Pero yo… he estudiado su naturaleza. Comprendo que la energía elemental no es buena ni mala. Es como el viento: puede ser una brisa o un huracán. La diferencia está en cómo la usas… o si te dejas arrastrar por ella.

—Yo no le temo al poder, Kenji —afirmó—. Le temo a la falta de control. A quienes lo usan sin responsabilidad.

Se acercó un paso, sus ojos reflejando una convicción profunda.

—Y quizás… no le temo porque creo en quienes pueden controlarlo. Creo en ti.

—Por eso el entrenamiento es tan riguroso. No es solo para invocar fuego. Es para que aprendas a usarlo para proteger. Para construir. Para salvar… a quienes amas.

Kenji la miró en silencio. Asintió con respeto.

—Gracias, Elise.

—Puedes dejar el “señorita” —dijo ella con una leve sonrisa.

—¿Qué?

—Llámame solo Elise.

Kenji abrió los ojos, algo sorprendido. Pero aceptó.

—Está bien… Elise.

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Mientras caminaban de regreso, el sol comenzaba a descender, pintando el cielo de anaranjado y púrpura. Kenji miró su palma una vez más. El calor se había ido… pero el poder seguía ahí.

Y justo entonces, algo extraño ocurrió.

Una voz grave, resonante, emergió desde lo más profundo de algún lugar. No era suya. No era la de Elise.

> —Esperanza… qué dulce engaño.

> —No temas convertirte en lo que otros temen, Kenji. Teme no abrazarlo. Este poder no se controla… se desata.

> —Y tú… tú eres la jaula que anhela romperse.

> —Tú eres quien me liberará. Este sello… no podrá contenerme por mucho tiempo.

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