Cherreads

Chapter 8 - CAP 7

Capítulo 7 – Los Elyari

Luego de comprender en qué clase de mundo me encontraba, me fijé en unos seres que reconocí como elfos primitivos. En la historia original, no se menciona su existencia.

¿Acaso se habrán extinguido? Tal vez no lograron adaptarse a los cambios del mundo. Sea como sea, esta raza está frente a mí, respirando, temblando… vivos.

Su apariencia era rudimentaria, con ropas hechas de pieles mal cosidas y cuerpos delgados por la falta de alimento. Pero sus ojos... aquellos ojos reflejaban inteligencia. Aunque su lengua era primitiva, había un brillo de conciencia en su mirada que me hizo ver más allá de su apariencia salvaje.

Al volver la vista al frente, noté el miedo en sus ojos. Eran ocho en total: tres hombres jóvenes, tres mujeres, un niño y un anciano. Me observaban como si estuvieran ante una tormenta viva, como si un solo movimiento mío pudiera destruirlos. Cuando giré mi cabeza hacia ellos, se sobresaltaron. Entonces, para mi sorpresa, tomaron al anciano y lo empujaron hacia mí.

Sorprendido por el acto, comprendí que intentaban sacrificarlo. Recordé que ahora era un dragón de dos metros de altura, imponente incluso estando quieto. Era natural que me tuvieran miedo. Sus instintos, primitivos pero lógicos, los llevaban a ofrecer al más débil para protegerse.

Me recordó a la naturaleza humana… En tiempos de crisis, muchos también empujan al más vulnerable para sobrevivir. La historia de la humanidad está plagada de decisiones cobardes tomadas por miedo.

Pero no los miré más. Me acerqué al fuego que habían encendido, lo suficientemente grande como para calentar al grupo. Me recosté frente a él, como si ellos no importaran.

Los elfos, al ver que no hacía nada, me observaron durante un rato. Susurros cargados de nerviosismo se intercambiaban entre ellos mientras discutían en su lengua inentendible. Finalmente, repitieron su intento y volvieron a empujar al anciano hacia mí. Esta vez no me moví. Lo observé con indiferencia. Cuando estuvo a un metro de distancia, simplemente giré la cabeza y seguí contemplando el fuego.

Era extraño. Me sentía tranquilo. En otro tiempo, tal vez los habría ignorado por completo, pero había algo en su presencia, una chispa primigenia que me resultaba… familiar.

Los Elyari, al ver que no reaccionaba, se acercaron poco a poco. Yo los ignoré.

De pronto, el niño salió corriendo hacia mí. Sus padres intentaron detenerlo, pero no lo lograron. El pequeño se lanzó sobre mi lomo y, con algo de esfuerzo, logró subirse a mi espalda. Para él, mi cuerpo era como una colina de escamas negras y plateadas. Sujetó mis cuernos con ambas manos y comenzó a reír, divertido y sin miedo.

Sentí el calor de su cuerpo sobre mi lomo, una calidez nueva y diferente. No era maná, no era energía… era confianza. Un ser completamente inferior a mí estaba jugando conmigo como si fuera su amigo. No su enemigo.

Y eso... me conmovió más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Los demás elfos, al ver que no le hacía daño al niño, se relajaron. Sus hombros bajaron. Las miradas dejaron de temblar. La madre se adelantó con pasos inseguros, cogió al niño y lo bajó de mi espalda. Él protestó con un pequeño gruñido infantil, pero ella lo acunó con fuerza, como si temiera perderlo de nuevo. Regresaron con los suyos.

Entonces, todos se inclinaron hasta el suelo, presionando sus frentes contra la tierra, y gritaron algo que no pude entender. Una palabra repetida, una oración. Una súplica. Un juramento.

Mientras intentaba descifrar qué decían, el sistema habló:

Ding— Se han detectado seres que han jurado lealtad al anfitrión.

¿Desea el anfitrión acogerlos como seguidores?

Sí / No

Me quedé en silencio, procesando el mensaje. Así que eso era lo que gritaban… lealtad. Una entrega completa. Pero… ¿seguidores?

—Sistema —pregunté mentalmente—, ¿qué beneficios tendría yo y ellos si los acepto?

Respuesta:

Si los acepta como seguidores, se formará una conexión entre el anfitrión y la raza o entidad seguidora.

Beneficios para la raza:

Toda entidad aceptada podrá evolucionar con el anfitrión, asegurando seguidores poderosos.

Beneficios para el anfitrión:

Ningún seguidor podrá traicionar al anfitrión bajo ninguna circunstancia, asegurando lealtad absoluta.

Era una oferta… tentadora. Poder. Lealtad. Evolución. Todo a cambio de su confianza.

Ya no dudé y acepté.

¡Felicidades al anfitrión por conseguir su primera raza subordinada: los Elyari!

¿Desea el anfitrión ver y activar su evolución?

—¿Puedo ver su siguiente evolución? —pregunté sorprendido, aunque rápidamente dije que sí.

Elyari: Primeros ancestros de los elfos.

Siguiente evolución: Zey'ari.

Esta evolución, de forma natural, tomaría miles de años.

Apreté mis garras contra el suelo. Evolucionar una raza entera… era más que un acto de poder. Era crear historia.

Acepté sin vacilar. También quería comprobar si con eso podría comunicarme mejor con ellos.

Una luz roja y negra los envolvió durante unos minutos. Sentí la energía resonar con mi propia esencia dracónica. Cuando la luz se disipó, ocho seres más parecidos a los elfos que recordaba se alzaban frente a mí.

El sistema habló de nuevo:

**Nueva raza: Zey'ari.

Raza evolucionada por el vínculo con el anfitrión.

Han ganado rasgos dracónicos: ojos de dragón, piel más resistente y una gran reserva de maná.

Otros cambios incluyen:

Postura más erguida

Orejas más finas y largas con un leve brillo en las puntas

Piel más clara y tersa

Mayor estatura: los hombres miden 2 metros; las mujeres entre 1.80 y 1.90 metros**

Eran majestuosos. Elegantes. Una mezcla entre lo antiguo y lo nuevo. Invocando sus paneles de atributos, leí con atención:

---

Estado

Nombre: Ninguno

Raza: Zey'ari

Etapa: Joven

Nivel: 1

Atributos

Fuerza: 5

Agilidad: 15

Resistencia: 6

Inteligencia: 3

Percepción: 14

---

Los Elyari, ahora Zey'ari, poseían afinidad natural con la naturaleza y el maná. Y gracias al vínculo conmigo, habían adquirido parte de mi herencia dracónica.

Asentí con satisfacción. Este sería el primer paso hacia algo mucho más grande.

—Gran ser…

La voz era femenina, suave como la seda, y tan melodiosa que me aturdió por un segundo. Giré mi cabeza hacia la fuente. Era una de las tres elfas, y parecía la más joven. Su cabello blanco como la luna le caía en ondas sobre los hombros, y sus ojos brillaban con un resplandor renovado.

—Gran ser —repitió, con reverencia.

—¿Te refieres a mí? —pregunté.

—Sí, tú, gran ser… Tú que nos has abierto la puerta a un nuevo mundo y nos has fortalecido a todos.

Solté una carcajada, profunda y resonante.

—¡Jajajaja! Yo, Adam Drakensilver, ¿un gran ser? ¿Quién lo hubiera pensado?

Pero me recompuse y hablé con más seriedad:

—No me llames gran ser. Basta con que me llames Adam.

—No… —respondió la elfa con respeto—. ¿Cómo podríamos ser tan irrespetuosos con el gran ser?

Suspiré. Aun no me acostumbraba a esa veneración.

—Te lo ordeno. A partir de hoy, me llamarán Adam. O, si se sienten más cómodos, Maestro Adam. —Dije con un dejo de vergüenza. Jamás imaginé que algún día alguien me llamaría así.

La elfa inclinó la cabeza.

—Si es su deseo… así se hará, Maestro Adam.

More Chapters