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Chapter 19 - Episodio 3: ‘Un viaje interrumpido’ Parte 6

Fue un breve momento. Un poderoso destello que se desvaneció enseguida. Destrozó todo a su paso y no dejó nada. Las nubes se partieron, la lluvia se detuvo de repente y las aguas se calmaron luego de que el cañón de luz hiciera su trabajo.

El causante de eso, Midas, se había quedado mirando a la nada, con las manos manchadas de oro hasta los codos. El oro en sus manos se había extendido hasta esa parte de su cuerpo, como una serpiente devorando a su presa. Sus pies tocaron el suelo nuevamente y una oleada de dolor invadió su sistema. A pesar del dolor, la expresión en su rostro, una cara que no mostraba nada más que a alguien vacío, no cambió en absoluto. Su cabello, antes atado en una coleta, estaba desatado y cubriendo una parte de su cara. Su piel perdió su color, volviéndolo tan pálido como un fantasma.

Midas ahora solo estaba de pie allí, sin hacer nada en especial. Los demás lo miraron, confundidos, asustados, impresionados, pero sobre todo, aliviados. Se habían salvado de una muerte segura. Este hombre los había salvado. Todo el caos que antes los había arrinconado se calmó, dejando solo el suave sonido de las olas y la luz tenue de la luna que ilumina la noche…

—Asombroso…—susurró Briar, maravillada por el inmenso y brillante rayo de luz que barrió a todos los enemigos. 

Ella estaba de rodillas en el suelo, derrotada como los demás, el único de pie era Midas. Nadie tenía nada que decir al respecto. Las acciones de Midas fueron suficientes para dejarlos sin palabras.

El viento sopló suavemente, como si algo externo quisiera calmar la situación. El capitán se levantó del suelo y le tendió la mano a Tiana. En consecuencia a eso, los demás se levantaron malheridos, cansados, pero al final del día, felices por estar vivos, de una forma extraña.

—Todo está rojo…—susurró Midas, dando un paso tembloroso hacia delante, con el cabello cubriendo su rostro y una extraña sensación de debilidad. —Dolor… Hay mucho dolor…—dijo con otro susurró débil, alertando a los presentes.

Tiana vio a Midas y notó algo extraño en él. El hombre les estaba dando la espalda a todos, pues hace un momento tuvo que pararse al frente para protegerlos, por lo que nadie pudo notar lo que le pasaba. En el siguiente paso que Midas dio, un par de gotas de sangre cayeron al suelo.

—¿Muchacho…?

Incluso el capitán lo notó. Algo no estaba bien con Midas.

Midas dio otro pasó, susurrando dolorosamente—Todo es rojo…—y cayó de cara al suelo.

Briar, que hace un rato miraba a Midas con ganas de preguntarle sobre la magia, se sintió confundida al verlo caer. 

—¿Midas?

Fue extraño en ese momento. Briar no entendió muy bien lo que pasó. Más o menos, su cerebro se negó a procesar lo que estaba pasando. En el momento que Midas cayó al suelo, Tiana se acercó a él corriendo. Ella sujetó la cabeza de Midas y le dio la vuelta para poder verlo. Al hacerlo, todos pudieron ver como la nariz, las orejas y los ojos de Midas goteaban sangre.

Tiana comenzó a gritarle algo a uno de sus amigos y Briar vio todo eso como si las voces fueran borrosas en su mente. Como si todo fuera en cámara lenta, Briar se levantó del suelo y se acercó a Midas lentamente. Al verlo más de cerca, ella notó los ojos semicerrados de Midas—vacíos y sin vida—con las pupilas dilatadas y la esclerótica inyectada en sangre.

Huele delicioso… 

La sangre que aún caía por los costados de la cabeza de Midas; esa sangre brillante que se deslizaba por ese rostro deprimido. Esa hermosa sangre roja encendió su hambre, hizo que su estómago rugiera ferozmente, que su boca se sintiera impaciente por hincarle el diente a ese cuello pálido, pero…

—¡Él se está muriendo, Rober! ¡Dame el maldito cuchillo!

La voz de Tiana volvió a ser clara en su mente, lo que devolvió a Briar a la realidad. Sus ojos parecían haber estado encendidos con ese brillo demoníaco, pero eso se apagó hace unos segundos. Ahora solo le quedaba ver lo que estaba pasando, escuchando en silencio lo que Tiana le gritaba a sus amigos.

Luego de que Rober, uno de los tipos que manejan los cañones, le entregase el cuchillo a Tiana, ella rápidamente volteo a Midas y le rompió la camiseta. Mientras lo hacía, ella escupía maldiciones de todo tipo.

—¡¿Qué clase de mago imbécil usa su propia energía vital para hacer magia?! No tiene sentido. ¡Te vas a matar si haces eso! ¡¿Acaso querías morirte, maldito idiota?! ¡¿Quién fue el bastardo que te enseñó a usar magia?! ¡Déjame golpear a ese hijo de perra!

Mientras insultaba a todos, Tiana removió la camiseta de Midas, pero se detuvo en seco al verle la espalda al hombre. Sus ojos mostraron…

—Qué horror… Papá…—ella miró al capitán con la misma expresión horrorizada y el hombre cerró los ojos negando con la cabeza.

—Hm… Sí este muchacho se escapó de algún lugar de Noxus, ahora tiene sentido que se haya escapado.

El capitán llegó a esa inmediata conclusión al verlo, juntando eso con la reacción que tuvo Midas antes de usar magia. En la espalda de Midas había siete pequeñas runas incrustadas en orden específico, formando un heptagrama. Cada runa del heptagrama brillaba en un color diferente, representando diferentes elementos y manipulaciones de la naturaleza de la magia. Cada runa tiene venas doradas que se extendieron por la espalda de Midas, como tatuajes que subían por sus brazos y terminaban en la punta de sus dedos. A parte de eso, la cicatriz en el pecho de Midas se había hecho aún más pequeña y el color gris ya se había extendido cubriendo la totalidad de su pecho.

—Sea lo que sea, salva a Midas, Tiana.

La chica dudó, pero al ver a Midas en ese estado, pensó en la madre que perdió hace mucho tiempo por una razón similar. —Eso haré, papá.

El capitán sonrió levemente. No había duda de que esta chica era igual que su madre, ayudando a un hombre herido en altamar.

Tiana puso las manos sobre la espalda de Midas y estas brillaron con una luz verde tenue. El cuerpo de Midas no estaba tan deteriorado como ella esperaba. Al parecer, Midas es demasiado resistente, más de lo que un humano o mago podría ser. Eso era extraño, pero no era momento para sacar conclusiones apresuradas.

Ella le compartió un poco de su energía a Midas para que así este pueda sanar. El proceso fue rápido y terminó en unos pocos segundos cuando Midas volvió a respirar, aun estando inconsciente.

***

Se está hundiendo en algún lugar profundo. Aunque sintió que se estaba ahogando, luego de unos segundos volvió a respirar. Todo estaba rojo, todo su cuerpo y su mente le dolían; sufrimiento profundo e insoportable que palpita sin parar.

—Duele…

Parecía que su mente se iba a desvanecer en cualquier momento.

—Todo está rojo…

Y había algo que más que Midas podía sentir, pero él no sabía explicar qué era eso.

—Mai…

Esa sensación no importa ahora.

—Ayúdame…

***

Briar se sintió decepcionada. A pesar de que Midas es un amigo, ella sintió ganas de devorar su sangre, de matarlo y despedazarlo, justo como suele hacer con todo lo que se le pasa por delante. Pero Midas es un amigo. Él es su primer amigo.

Si soy capaz de pensar así… ¿Entonces qué es lo que soy? 

Hay un monstruo sin cerebro que grita en el pasado. Está rodeada de cadáveres y sangre, y se está riendo como si todo eso fuera divertido. Para ella definitivamente lo es, pero cuando esa diversión se acababa, solo quedaba un campo de batalla vacío, silencioso y solitario.

No hay nada allí para ella. Ese monstruo, por supuesto, es Briar. Ella es el hambre contenida de una bestia que fue creada con el único propósito de arrebatarle la vida a los demás. Al comienzo, todo era rojo, todo era doloroso, pero también satisfactorio. Solo era un monstruo sin conciencia, pero en algún momento, ella…

—Midas…

Ella pensó y el monstruo se calmó.

—Ahora este tipo estará bien. Solo le hace falta descansar—dijo Tiana, con un tono de voz cansado. Sonrió levemente al ver al capitán.

El capitán asintió. Luego de eso dos hombres tomaron a Midas de las piernas y los brazos y lo llevaron a una de las habitaciones del barco. Por alguna razón, ninguna de las personas que tocaron a Midas se convirtieron en oro.

—Oye, cap—acercándose al hombre, Kalika se puso el sombrero, el cual tenía un agujero de bala—¿Qué vamos a hacer con este oro que apareció de la nada?

Ciertamente, algunos de los tripulantes aún seguían con pequeñas manchas de oro en el cuerpo. Eso hizo que el capitán sonriera.

—Bueno. Nos va a hacer falta un poco de dinero para las reparaciones de la nave. Usemos eso a nuestro favor.

—Es justo, pero con lo ambicioso que eres, pensé que ibas a preguntar sobre ese extraño poder que tiene Midas. Parece que él puede convertir cosas en oro. Nosotros estuvimos a punto de convertirnos en oro, ¿sabes?

—¡Jajaja!—se rió el capitán vigorosamente—¿Te olvidaste de ese aterrador rayo de la muerte, mujer? No me interesa saber nada sobre eso—levantó el martillo del suelo—Aprecio más la vida de mi hija y mi vida antes que el dinero. Mujer, el dinero va y viene todo el tiempo, somos gente del océano, después de todo, pero me es más factible conservar la seguridad de mi gente antes que el sucio oro.

Kalika, sorprendida, levantó las cejas. Ella ha escuchado algo muy impresionante en diez años.

—No pensé que esas palabras fueran a salir de tu boca—ella le dio la espalda para irse, pero antes—, pero igual le vas a cobrar más monedas a Midas por las molestias.

—¡Yo no soy ningún estafador, mujer!

Cerca de allí, cansada y débil después de proteger el barco y salvar de la muerte a Midas, Tiana caminó cojeando en dirección a su habitación, pero vio a Briar en el camino.

Esa chica estaba mirando al vacío sobre las olas oscuras que se cernían frente a ella, con una expresión perdida en la cara. Briar se veía pensativa; una faceta de ella muy diferente a lo que Tiana había visto antes.

—Oye, chica. ¿Qué pasa? ¿También estás cansada?

Briar reaccionó al instante y esa expresión alegre e inocente regresó a su rostro.

—Oh. Amiga. Solo estaba esperando a que Midas despierte. El rayo brillante destructor era genial, muy genial, pero no sabía que Midas se podía morir si usaba esa magia. Es… bizarro, bastante…

—Huh. Ya somos dos. Yo tampoco lo sabía—ella se apoyó en una caja y luego miró al océano—Es bastante curioso.

—Tienes razón—asintió animadamente—¿Y qué hay de ti? No te ves nada bien. Parece que también vas a morir en cualquier momento. Si eso pasa regálame tu sangre.

—Jajaja. Si. Eso haré. Cuando me muera mi sangre será tuya.

—¿En serio? ¡Es la primera vez que una persona me regala su sangre!—dijo Briar, saltando de alegría—¡Tengo que decírselo a Midas!

—Alto ahí, chica. Midas está, ya sabes, descansando después de salvarnos el trasero a todos. Deja que ese idiota descanse esta noche. Aunque es probable que tarde bastante en despertar.

—Awww… Eso no es divertido.

Tiana cerró los ojos. Suspiró al abrir los ojos nuevamente y se sintió más cómoda.

—Lo sé. No es divertido. Muchas cosas no son divertidas. Mi padre suele decir que entre más envejeces, más difícil es encontrar algo divertido. Luego ves a ese viejo estúpido riéndose como un loco de mierda mientras pelea con un monstruo del mar o con borrachos en un bar.

—Jajaja. Tu papá parece un tipo gracioso.

—Si…—ella sonrió bajó la capucha—Ese viejo es muy gracioso—, pero luego se incorporó nuevamente sobre sus propios pies para irse—En fin. No me voy a poner sentimental esta noche. Te harán falta algunos momentos emocionantes más junto a mi para tocar mi corazón.

—¿Y eso qué significa?—preguntó Briar. Ella realmente no sabe nada de las emociones humanas.

—Significa que seguiremos siendo amigas.

Terminando la conversación, Tiana se fue a su habitación, dejando a Briar en silencio.

Esta chica se quedó mirando a la nada, como si algo dentro de su cerebro hubiera hecho un corto circuito. Se quedó ahí, considerando la palabra "amigo" repetidas veces.

—Somos amigas…—ella sonrió levemente, como una pequeña mueca de labios fruncidos. 

A su alrededor los demás tripulantes tratan de reparar los destrozos, pero ella no podía verlos ni escucharlos, pues estaba más concentrada en los amigos que había hecho, en la historia que está escribiendo junto a ellos.

Esa noche hace tantos años, cuando se conoció a sí misma por primera vez, Briar nunca imaginó que llegaría tan lejos, pero tenía la esperanza de lograrlo. Sin embargo, esa hambre voraz sigue latente en su interior, esperando paciente para arruinar todo lo que Briar ha logrado. Esto no es culpa de esta chica, pues fue creada para ese propósito. Al final, ¿Quién vencerá? ¿El hambre incontrolable o la inocente chica que intenta hacer amigos?

El mundo es muy, muy grande. Voy a conocer a más gente y haré que sean mis amigos.

El deseo más inocente que una persona puede tener, pero…

Así finalmente podré encontrar mi lugar.

Esta era una búsqueda del sentido de su propia existencia. Briar no es solo una máquina de matar. Ella era más que eso. Ella podía sentirlo en su corazón. Algún día lo logrará…

***

Al día siguiente, Tiana se levantó temprano para revisar el estado de Midas. Era importante saber si el cliente no está muerto.

—Veamos si esto sale como quiero.

Al salir de su habitación, frunció el ceño de inmediato al ver que la puerta de la habitación de Midas tenía un color diferente, dorado y brillante. Una pequeña parte del marco de la puerta también tenía ese color.

Confundida, se acercó a la puerta y la tocó con cuidado. Nada extraño pasó al hacerlo, por lo que empujó la puerta un poco y, por la delgada abertura, miró la oscuridad del lugar.

Sus ojos se centraron en un solo lugar al ver a Midas en una esquina de la habitación, sentado en el suelo y abrazándose las rodillas.

—Oye… Buenos días.

Un poco de luz del sol entró en la habitación, lo que mostró que todo el interior se había convertido en oro.

—¿Te sientes mejor?—ella intentó mantener la calma al ver esto, pues Midas demostró no ser alguien que le guste lastimar a los demás. Así que es imposible que intente usar magia contra alguien en este momento.

Midas tardó en responder. Levantó un poco la cabeza, mostrando sus ojos del color del ámbar por los finos y maltratados cabellos azabache. La expresión en su rostro fue algo que Tiana no pudo ver bien, pero sintió que el lugar era más triste de lo usual.

—Vete… Aléjate de mí… Por favor….—dijo él, encogiéndose aún más en la esquina.

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