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Chapter 52 - Capitulo 48

Rápidamente, Gorgon, sin perder tiempo, cargó energía en sus colas con cabezas de serpientes y lanzó varios ataques hacia Ana, provocando pequeñas explosiones al impactar contra el suelo.

Ana esquivaba con agilidad los proyectiles, moviéndose hacia el flanco derecho de Gorgon.

—¡Muere, muere, muere! —gritaba Gorgon, fuera de sí, mientras intensificaba su ofensiva.

—¡Debes derretirte! —añadió antes de disparar un potente rayo con sus ojos místicos.

Ana reaccionó al instante, creando una barrera que logró bloquear el ataque.

Cuando la ráfaga cesó, Ana la observó directamente con sus propios ojos místicos.

—¡No me mires con esos ojos! —exclamó Gorgon, tomándose la cabeza con desesperación mientras lanzaba energía en todas direcciones, sus cabezas de serpiente atacando de forma frenética.

Ana se impulsó con rapidez, cortando una de las cabezas con su guadaña. Esquivó otro ataque y, con otro salto veloz, cortó una segunda cabeza.

Mientras tanto, una de las cabezas se dirigía hacia Fujimaru, cargando un ataque de energía. Merlin intervino a tiempo y lo bloqueó.

Mash se apresuró a asistir a Ana, pero tuvo que detener otro ataque de energía que se dirigía hacia ella.

Desde detrás de Mash, Ana emergió a toda velocidad, avanzando directamente hacia Gorgon.

—¡Oye, espera! —dijo Ishtar al intentar seguirla, aunque tuvo que desviarse para esquivar un nuevo ataque.

—¡Gorgon! —gritó Ana mientras se acercaba rápidamente.

—¡No me llames por ese nombre! —respondió Gorgon, lanzando otra descarga de energía.

Ana dio un gran salto, esquivando los disparos. En el aire, hizo girar su guadaña con velocidad y, soltando la cuerda, la lanzó contra las tres cabezas de serpiente que la atacaban, cortándolas limpiamente. Al aterrizar, atrapó la guadaña que descendía tras ella.

Gorgon aprovechó ese instante para lanzar un nuevo ataque con sus ojos místicos.

Pero Mash apareció delante de Ana y bloqueó el rayo con su escudo.

—Continúa, Ana —dijo con voz temblorosa, resistiendo el impacto.

Ana asintió y avanzó a toda velocidad hacia Gorgon. Justo cuando esta intentaba contraatacar, Ishtar lanzó un ataque sorpresa que la hizo perder el equilibrio.

Ana aprovechó la apertura y saltó, aterrizando sobre el pecho de Gorgon, comenzando a correr por él hasta alcanzar su centro.

—¡Hazlo, Ana! —gritó Fujimaru, viendo cómo ella cargaba su ataque final.

Sin embargo, en un giro inesperado, Gorgon logró acertar un golpe a Ana, derribándola. Una de sus cabezas de serpiente la atrapó rápidamente.

—¡No puedes vencerme con esa forma! ¡Yo soy Tiamat, la Diosa Primordial! —vociferó Gorgon, furiosa.

—Te equivocas —respondió Ana, con firmeza—. Eres la Bestia de la Isla sin Forma… la devoradora de héroes.

Con fuerza, clavó su guadaña en la boca de la serpiente que la sujetaba, obligándola a abrirse.

En un movimiento veloz, saltó hacia el cuello de Gorgon, lo rompió de un golpe y luego hundió su guadaña en el pecho, asestando un golpe fatal. El cuerpo de Gorgon comenzó a agrietarse mientras retrocedía tambaleante.

—¡Esa maldita guadaña! —gruñó Gorgon, cayendo hacia atrás mientras el suelo bajo ella se abría, formando una grieta profunda en la que su cuerpo comenzaba a hundirse lentamente.

—Gorgon… Yo llegué a este lugar para acabar con nuestra venganza. Al principio quería morir contigo… pero ahora he encontrado personas por las que vale la pena vivir —dijo Ana mientras saltaba del cuerpo de Gorgon, justo antes de que desapareciera en la oscuridad.

Ana aterrizó delante de Fujimaru, escupiendo un poco de sangre. Merlin se apresuró a curarla con su magia.

—Me sorprende que no quisieras morir con ella… como cuando llegaste a este mundo —comentó Merlin, sonriéndole.

—He encontrado gente por la que vale la pena vivir —respondió Ana con una leve sonrisa.

—Sentí que la energía de Gorgon desaparecía... ¿Estáis todos bien? —pregunté, apareciendo en un destello blanco cerca de Fujimaru.

—Sí, la única que resultó herida fue Ana, pero Merlin ya la ha curado —respondió Fujimaru con una sonrisa.

—Me alegro de que todos estén bien. Buen trabajo, Ana —dije, levantando el pulgar con una sonrisa.

—Pero hay algo que no me cuadra... —intervino Fujimaru—. Si Gorgon ha muerto, ¿por qué la Singularidad no ha desaparecido?

—Espera... Si Gorgon no utilizó el poder del Grial esta vez, es porque en realidad no lo tenía —dije, pensativo—. La única vez que la vimos usarlo fue contra Leónidas, pero esa vez Kingu estaba con ella... ¡Espera! No me digas que... ¿el Grial lo tiene Kingu? —añadí, dirigiendo mi mirada hacia Merlin.

—Es lo más probable —respondió con seriedad.

En ese momento, el techo sobre nosotros se rompió en mil pedazos. De entre los escombros emergió Kingu, gritando el nombre de Gorgon.

—Sin mí cerca, no podía usar el poder del Grial —dijo Kingu, confirmando nuestras sospechas.

—Entonces... os mataré como sacrificio por su alma —añadió, creando una cuchilla de energía mágica.

Rápidamente se lanzó hacia nosotros, pero logré agarrarlo por la muñeca y redirigirlo con fuerza contra una pared, donde terminó estrellándose.

De repente, algo inesperado ocurrió: Merlin cayó de rodillas, y un hilo de sangre brotó de la comisura de su boca.

—Parece que, por fin, está despertando —murmuró Kingu, saliendo ileso de entre los escombros.

—¡Fujimaru! Por fin conseguimos comunicarnos contigo —intervino una voz por el comunicador—. ¡Ha aparecido una energía mágica gigantesca y caótica en el mar, cerca del faro!

—Madre… por fin ha despertado. Eso es lo que ha sucedido —dijo Kingu entre risas—. Gorgon solo era un recipiente para que Madre despertara, pero no pudo lograrlo... porque estaba atrapada en un sueño ilusorio.

—Pero si no puede vivir… entonces vivirá muerta —continuó con una sonrisa malévola—. Ahora presenciaréis el surgimiento de los nuevos humanos. Los antiguos serán erradicados por Madre, uno de los grandes pecados de la humanidad.

Y sin decir más, Kingu salió volando por la abertura en el techo.

—No puede ser… —susurró Merlin, soltando su cetro mientras su cuerpo comenzaba a desvanecerse.

—¡Merlin! ¿Qué sucede? —preguntó Fujimaru, corriendo hacia él.

—Fujimaru, escucha con atención lo que voy a decirte... y repíteselo al rey —dijo con dificultad—. Una bestia de la Contrafuerza... una que devora a la humanidad... una que solo puede ser derrotada con la ayuda de los siete Grandes Servants... ha despertado de su letargo.

—El mar de vida... la madre primordial...

—Uno de los siete males de la humanidad. Una de las Bestias del Pecado Original... una Beast... ha despertado —fueron sus últimas palabras antes de desvanecerse por completo.

—¡Ishtar! Ve rápidamente a Uruk y ayuda. Siento que mucha gente está muriendo en todo Mesopotamia —ordené con urgencia.

—Fujimaru, Mash, Ana... acérquense. Los teletransportaré hacia Quetzalcóatl para que los lleve directamente a Uruk. Yo iré a los distintos pueblos para salvar a la mayor cantidad de personas posible.

—¡Entendido! —respondieron los tres al unísono, acercándose mientras les colocaba las manos sobre los hombros para la tele transportación.

Pero en ese instante, un ataque sorpresa impactó en Ana empalándola y bloqueo su tele trasportación.

—¡Ana! —gritamos los tres, Mash, Fujimaru y yo, justo antes de desaparecer en un destello blanco.

Pasado un tiempo, una voz familiar que no escuchaba desde hacía mucho resonó a mis espaldas:

—Vaya, el simple mortal... o debería decir, el elegido de esa lagartija sobre desarrollada —dijo con desprecio.

Me giré de inmediato, solo para ver una sombra negra con forma humana. Su brazo derecho, transformado en un pico con ojos y boca completamente blancos, atravesaba el cuerpo de Ana.

—Krux... —susurré entrecerrando los ojos y apretando los dientes con rabia.

—Parece que, al final, no pude evitar que ese imbécil que no merecía ser un dios encontrara un sucesor —rió con burla.

—¡Bastardo! No hables así de Sidirus. Él fue un dios bondadoso, alguien digno de gobernar el omniverso. ¡No como tú!

—Tranquilo. Tú tendrás el mismo final que él. Y su omniverso... lo destruiré y crearé uno nuevo a mi imagen: oscuro, frío, desolado —dijo con una sonrisa aún más siniestra.

—¡No lo permitiré! —rugí lleno de furia.

—Ja, ja, ja... Pequeña sabandija, ¿aún no te das cuenta? Llegaste demasiado tarde. Ya destruí casi todo. Solo quedan dos multiversos. He enviado a ocho de mis diez heraldos para acabar con los universos restantes —rió más fuerte.

—¡Maldito! ¡Mataré a cada uno de tus heraldos y luego a ti! ¡Y lo haré de la forma más lenta y dolorosa posible!

—¿Oh, en serio? Pero... ¿nunca te han dicho que no es buena idea amenazar a tu enemigo mientras sostiene a un rehén? —dijo con una sonrisa macabra mientras apuñalaba a Ana nuevamente, esta vez con la mano izquierda.

—¡Suéltala, maldito! —grité al oír los gritos de dolor de Ana.

—Como desees —respondió con frialdad, lanzando el cuerpo de Ana contra una pared con brutal fuerza. El impacto la hizo gritar de nuevo mientras caía al suelo.

—¡Te juro que te haré pagar! —gruñí, ciego de rabia.

—Si logras derrotar a mis heraldos... te estaré esperando en el Castillo del Ocaso —dijo mientras se alejaba hacia una enorme puerta decorada con rostros atormentados y grandes cadenas que la sellaban—. Poco a poco recuperaré el poder que ese bastardo me arrebató.

En cuanto se fue, corrí hacia Ana, desesperado.

—¡No te preocupes, te curaré! —exclamé, alarmado al ver los dos enormes agujeros en su pequeño cuerpo.

Usé de inmediato mi elemento de restauración... pero las heridas no sanaban.

—¡No, no puede ser! —grité, aumentando mi energía curativa sin éxito.

—¡No, no, no! —las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas—. ¿Para qué sirve todo este poder si no puedo salvar a alguien que me importa?

Golpeé la pared con fuerza, creando un enorme cráter. Las lágrimas caían sin control.

Entonces, una mano fría y húmeda acarició mi mejilla.

—Luciano... gracias por preocuparte por mí todo este tiempo. Fuiste como el hermano que siempre quise. La familia que nunca logré tener —dijo Ana con una débil sonrisa mientras las lágrimas corrían por su rostro.

—No digas tonterías. Te curaré. Volveremos con los demás. Podrás seguir burlándote de Merlín cuando lo traiga de Avalon —respondí, desesperado, aumentando aún más la energía curativa.

—Luciano... es imposible —dijo mientras escupía sangre—. Siento que no solo fue una herida física... algo más profundo me afecta. Puedo notar cómo se desvanece mi vínculo con el Trono...

Como si confirmara sus palabras, su mano comenzó a agrietarse, deshaciéndose en fragmentos de cristal que se desvanecían.

—¡No, no, no! —supliqué, al ver cómo más grietas se formaban en todo su cuerpo.

—Luciano... ¿puedo pedirte un último favor?

—Claro... pero podrás pedírmelo muchas más veces, porque saldrás de esta —le aseguré, vertiendo toda mi energía en el intento de curarla.

—Por favor... dame un último abrazo —dijo, levantando con dificultad el único brazo que aún le quedaba.

Sin dudarlo, la abracé con fuerza, sin dejar de canalizar mi poder, aunque las grietas seguían expandiéndose.

—Gracias por ser mi hermano... —fue lo último que dijo antes de que su cuerpo terminara de romperse por completo y desapareciera. Caí al suelo, con las manos apoyadas, en completo silencio.

—¿Por qué...? ¿Por qué soy tan inútil? ¿De qué sirve este poder si no puedo salvar a nadie? —grité, mientras una poderosa aura de Ki comenzaba a rodearme.

—¿Por qué...? ¿¡Por quéeeee!? —seguí gritando, golpeando el suelo una y otra vez con tanta fuerza que un cráter colosal comenzó a formarse bajo mí. El aura se volvía cada vez más violenta.

—¡Todo esto es culpa de ese maldito Krux! —exclamé, dejando de golpear el suelo y cerrando los puños con rabia.

—¡Lo juro! —dije mientras me incorporaba lentamente. Mi cabello oscilaba entre el negro y el dorado.

—¡Aunque sea lo último que haga...! —una explosión brutal de Ki estalló a mi alrededor, haciendo temblar la tierra entera.

—¡Te mataréeeeeeeeeeeee! —rugí con furia mientras completaba mi transformación. Mi aura se disparó al cielo, creando un rayo de energía que atravesó las nubes, mientras el mundo entero temblaba como si estuviera al borde del colapso.

—Hace unos 30 minutos—

—¡Fujimaru, Mash! ¿Qué le sucedió a Ana? —preguntó una preocupada Quetzalcóatl al verlos aparecer gritando su nombre.

—Fue atacada mientras Luciano nos enviaba aquí —respondió Mash, con angustia en la voz.

—Pero no os preocupéis, si Luciano está con ella, no le pasará nada —dijo Quetzalcóatl, intentando animarlos.

—Tienes razón —asintió Mash, con una pizca de esperanza.

—Quetzalcóatl, tenemos que ir rápido a Uruk. La verdadera Tiamat ha despertado.

—No os preocupéis. Vuestra gran hermana mayor os llevará muy rápido a Uruk —dijo Quetzalcóatl con confianza antes de dar un gran silbido, provocando la aparición de dos enormes aves en las que subieron rápidamente.

Las aves alzaron el vuelo en dirección a Uruk, surcando el cielo a toda velocidad.

—20 minutos después—

—No puede ser… la ciudad está en llamas —dijo Mash, horrorizada al ver el estado de Uruk.

—¡Rápido, tenemos que ayudar! —gritó Fujimaru, saltando junto con Mash desde el ave, cayendo sobre una de las criaturas oscuras. Mash amortiguó la caída usando su escudo.

A su alrededor, el panorama era infernal. Cuerpos desmembrados cubrían las calles, y algunos aún seguían vivos, gritando de dolor.

Sin perder tiempo, comenzaron a luchar contra las criaturas oscuras, pero parecían infinitas. Cada vez que derrotaban una, otra surgía del cadáver de un humano asesinado.

—¿Estos son los nuevos humanos? —preguntó Mash, asqueada.

Una de las bestias se preparaba para atacar a Fujimaru por la espalda, pero fue salvado por un disparo de energía que vino de Ishtar.

De repente, todo a su alrededor comenzó a temblar de forma monstruosa, provocando grietas en las casas.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó Fujimaru, preocupado por la posibilidad de una nueva y más poderosa amenaza.

Pero incluso las criaturas oscuras, con patas de araña y bocas donde deberían tener rostro, se habían detenido.

Entonces, a lo lejos, una gigantesca explosión de energía amarilla iluminó el cielo. Fue tan colosal que el viento provocado por ella llegó hasta ellos, y el suelo tembló aún con más fuerza, haciendo que varias casas colapsaran.

Sin embargo, la explosión desapareció tan rápido como había surgido, y múltiples explosiones similares empezaron a manifestarse en distintas regiones de Mesopotamia. Eran tan enormes que se veían desde Uruk. Ante esto, las bestias comenzaron a huir despavoridas de la ciudad.

—¿Qué acaba de suceder? —preguntó Fujimaru, estupefacto.

—No lo sabemos —respondieron al unísono Ishtar, Quetzalcóatl y Mash.

En ese momento, una enorme cúpula verde rodeó Uruk. Las personas heridas comenzaron a curarse, incluso los miembros amputados empezaron a regenerarse.

—¿Qué está pasando? —preguntó Mash, sorprendida pero aliviada.

—Eso lo puedo explicar yo —dijo una voz detrás de ellos, cuya presencia emitía un aura tan monstruosa que los dejó paralizados.

Con esfuerzo, se giraron para ver a la persona que estaba detrás de ellos… y se sorprendieron al ver que era Luciano, pero con el cabello rubio y ojos tan azules como el cielo.

Rápidamente me destransformé, haciendo desaparecer el aura que los mantenía tensos.

—¿Qué era esa transformación…? ¿Y dónde está Ana? —preguntaron todos con preocupación.

—Primero… no pude revisar todos los pueblos, pero en casi todos… las personas ya estaban muertas. Para vengarlos, destruí a la mayoría de esas bestias. Algunas lograron escapar… por ahora.

—¿Qué pueblos te faltaron por ver? —preguntó Fujimaru.

—Eridu —respondí con pesar.

—Segundo… esta transformación se llama Super Saiyajin. Es una forma de una de mis razas. Normalmente se alcanza al experimentar una emoción extrema, casi siempre una ira desbordante causada por dolor, pérdida… o injusticia.

—Vale, eso responde a mis dudas —dijo Fujimaru—. Pero… ¿dónde está Ana?

—Ana… está muerta —dije, con un tono triste y apagado.

—Es una pena… pero al menos ahora no tendrá que luchar. Estará más segura en el Trono de los Héroes —comentó Mash, tratando de consolarme.

—Creo que no me entendiste… Ana no regresó al Trono de los Héroes. Su alma, así como sus otras versiones… desaparecieron junto con ella.

—¿A qué te refieres? —preguntó Fujimaru, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

—El ataque que la alcanzó… no vino de una criatura. Fue de Krux —respondí con voz cargada de ira.

—¿Krux…? ¿El compañero de Shidirus… el que lo traicionó? —dijo Mash, temblando.

—¿Podéis decirnos quién es ese tal Krux? —preguntaron, confundidas, Quetzalcóatl e Ishtar.

Entonces les relaté la historia de Shidirus y Krux.

—Ese bastardo… —dijeron Ishtar y Quetzalcóatl con odio.

—Sí… lo es —asentí—. El ataque no solo fue físico. También destruyó el alma de Ana… poco a poco, hasta que dejó de existir.

Mientras hablaba, unas pequeñas lágrimas de sangre se deslizaban por mis mejillas. Mis ojos, ahora convertidos en Mangekyō, revelaban el dolor de mis emociones desbordadas.

Ishtar y Quetzalcóatl me abrazaron, sabiendo cuánto quería a Ana. Para mí… era como una hermana pequeña.

—Vamos con Gilgamesh. Tenemos que informarle de lo que nos dijo Merlín —dijo Fujimaru.

Time skip: 45 minutos después...

Gilgamesh se encontraba sentado en su trono, conversando con nosotros luego de anunciarle a su pueblo que podían marcharse. Yo también le expliqué el origen de la explosión dorada y los temblores que habían sacudido la región. Se sorprendió al saber que fue producto de una de mis transformaciones. Además, Fujimaru le compartió toda la información que Merlin nos había dado sobre Tiamat.

—Entonces, ¿Tiamat aún no está completamente despierta? —preguntó Gilgamesh.

Romani fue quien respondió, confirmando que, en efecto, aún no lo estaba. La única energía detectada en ese momento provenía de las criaturas que enfrentamos: seres creados por el barro divino, a los cuales denominó Ladhun.

—Bien... Siduri... —murmuró Gilgamesh, mirando a su lado, donde normalmente ella estaría.

—Capitán, registra la información sobre estas criaturas —ordenó sin esperar respuesta.

—Rey Gilgamesh, ¿dónde está Siduri? —preguntó Fujimaru, confundido.

Ante el silencio del rey, volvió a preguntar, esta vez con tono más firme y molesto.

—Fue secuestrada por una de esas bestias y llevada a Eridu —respondió Gilgamesh finalmente, con seriedad.

—¡Entonces iremos a rescatarla! —exclamó Fujimaru.

—No.

—¿Por qué? —replicó Fujimaru, indignado.

—No tengo tiempo para preocuparme por civiles en una situación como esta —gruñó Gilgamesh, alzando la voz.

—Nosotros la rescataremos, lo quieras o no —afirmó Fujimaru, con una determinación que igualaba la del rey.

Gilgamesh entonces recordó que fue Siduri quien decidió ir a Eridu para intentar salvar a los ciudadanos.

—Rey, entendemos tu postura, pero no podemos ignorarla. Tenemos que ir por ella —intervino Mash.

—Está bien. Partid hacia Eridu. Rescaten a Siduri... y a todos los que puedan —dijo finalmente Gilgamesh, con una leve sonrisa.

—¡Sí! —respondimos al unísono antes de abandonar la sala del trono.

En Eridu...

Al llegar, nos encontramos con una escena macabra. Todos los Ladhun estaban reunidos en círculo, observando cómo dos personas luchaban a muerte. El vencedor no tenía descanso: era ejecutado inmediatamente por una de las bestias.

Uno de los monstruos estaba a punto de asesinar a un niño, pero Ishtar llegó justo a tiempo para acabar con él.

—Estaba reservando mi poder divino, pero ya no me importa. ¡Voy a exterminarlos a todos! —gritó Ishtar furiosa.

—Quetzalcóatl, protege a Fujimaru.

—No te preocupes, yo también he llegado a mi límite —respondió ella con una mirada oscura.

—Malditas bestias mal formadas... ¡Desapareced de mi vista!

—¡Gran Rey Cero! —exclamé, al liberar un enorme rayo de energía que evaporó a todas las criaturas frente a mí.

Una de las bestias intentó atacar a Fujimaru, pero Quetzalcóatl lo salvó de inmediato. Sin embargo, esa criatura, al reincorporarse, realizó un gesto que nos dejó paralizados: era exactamente el mismo que hacía Siduri.

—Esas asquerosas criaturas... ¡la transformaron en una de ellas! —grité, explotando en ira mientras liberaba una ráfaga de ki que destruyó a varias de ellas.

Un grupo de Ladhun se lanzó contra Mash, pero unas cadenas doradas los destruyeron antes de que pudieran alcanzarla.

—¿Qué hacéis reuniendo a estos viejos humanos aquí? Lo que hacéis es peor que lo que ellos mismos hacían. Peor incluso que las bestias —dijo una figura acercándose.

Era Kingu.

—¿Cómo pueden estas criaturas tan imperfectas ser mis hermanos? —añadió con desprecio—. Pero no os preocupéis. Yo los lideraré.

Se giró a mirarnos, y los Ladhun comenzaron a acercarse a él.

—Kingu, tú no eres uno de ellos. El rey Gilgamesh nos contó que tras la muerte de Enkidu, su cuerpo desapareció —declaró Mash con firmeza.

—Eso significa que solo eres un impostor... usurpando el cuerpo de Enkidu —añadió Ishtar.

Sorprendido, Kingu se giró hacia los Ladhun, pero luego volvió su mirada hacia nosotros.

—Eso da igual... Yo solo soy una marioneta que sirve a Madre Tiam...

No pudo terminar la frase: uno de los Ladhun lo atravesó con una de sus patas.

—Eres muy aburrido —dijo la criatura, levantando a Kingu del suelo mientras se reía con crueldad.

—¿P-por qué...? —murmuró Kingu, entrecortadamente por el dolor.

Continuará...

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